ORBE ASI DESTERRO

ANTONIO ORBE — ANTROPOLOGIA DE SÃO IRINEU

DESTERRO DO PARAÍSO

Las noticias bíblicas son: «Y exclamó el Señor Dios: Ahí tenéis al hombre vuelto como uno de nosotros, discernidor del bien y del mal. Ahora, pues, no vaya a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva eternamente. Y expulsóle el Señor Dios del vergel de Edén a trabajar el suelo, de que había sido tomado. Cuando hubo arrojado al hombre, puso a oriente del vergel de Edén a los querubines con espada de hoja flameante para guardar el camino del árbol de la vida» (Gen 3,22-24).

En su tratado De Cherubim comienza Filón ex abrupto haciendo exégesis de Gen 3,24:

«Y expulsó (exebale) [Dios] a Adán e instaló delante del Paraíso de delicias a los querubines y la espada de hoja flameante, para guardar el camino del árbol de la vida» (Gen 3,24). Ahora dice expulsó (exebale), primero dijo (Gen 3,23) remitió (exapesteilen). No aplica los verbos a la ligera, sino por entender las cosas a que se refieren, los coloca con toda propiedad y exactitud. El enviado (apostellomenos) [[= remitido] no tiene obstáculo para lograr el regreso; mientras el desterrado (ekbletheis) por Dios padece eterna fuga. A quien no ha agarrado aún fuerte la iniquidad, se le otorgó volver-convertido-como a una patria a la virtud de que cayó. Al paso que el aplastado y abrumado por una enfermedad violenta e incurable, ha de soportar — a la fuerza — hasta la consumación del siglo el horror de las penas sin muerte, repelido con desprecio al coro de los impíos para sufrir un pesado infortunio, absoluto y continuo.

El Alejandrino sigue contrastando el envío, huida... transitoria, con el destierro, expulsión... definitiva. Agar pasó por ambas cosas: enviada primero, fue más tarde para siempre despedida. Y lo mismo Adán. La alegoría, en manos de Filón, no atiende demasiado al hecho ni se cree obligada a referir su base (literal). Es casi seguro que no sabría urgir el paralelo con las dos etapas: de envío transitorio (cf. Gen 16,6s) y de expulsión definitiva de Agar (cf. Gen 21,10).

Sin embargo, difícil se hace eliminar todo escrúpulo. Los exegetas judíos eran capacísimos de distinguir dos destierros correlativos a las dos ascensiones de Adán al Paraíso.

El Génesis habla efectivamente de dos ‘posiciones’: a) Gen 2,8: «Y plantó el Señor Dios un Paraíso (= vergel) en Edén, al oriente, y puso allí (etheto ekei) al hombre que plasmara»; b) Gen 2,15: «Y tomó el Señor Dios al hombre que modeló y le colocó (etheto auton) en el Paraíso, a fin de que lo trabajase y custodiase».

Así lo entendieron los judíos y algunos eclesiásticos. Entre los últimos merece atención San Teófilo Antioqueno, de quien depende quizás, al menos en parte, San Ambrosio. El Antioqueno separa las dos traslaciones de Adán al jardín de delicias, con el tiempo que va de la traslación primera del protoplasto a la de los elegidos, luego de la resurrección carnal.

La paridad de los destierros, transitorio y definitivo, con las dos traslaciones del hombre, adquiere singular eco en el eclesiástico.

También fue un gran beneficio que Dios hizo al hombre el que no permaneciera siempre en pecado, sino que, en cierto modo, como si se tratara de un destierro (en homoiomati exorismou), lo arrojó del Paraíso, para que pagara por tiempo determinado la pena de su delito (takto ... chrono), e instruido así, fuera más tarde nuevamente llamado (ex hyterou anaklethe), De ahí que, formado el hombre en este mundo, misteriosamente se escribe en el Génesis como si hubiera sido puesto dos veces en el Paraíso. La una se habría cumplido cuan do fue allí puesto (a poco de ser hecho, en Gen 2,7), la otra se cumpliría después de la resurrección y el juicio.

  • Motivo do desterro
  • Sem inveja
  • O desterro e a morte
  • O desterro e os valentinianos