Excertos de Mircea Eliade, Historia de la vida religiosa III
«El Maestro Gerardo Magno fue el padre de nuestra reformación y la fuente de toda la devoción moderna». Este Gerardo Magno del que habla el maestro Juan Busch es Gerardo Groot, que había nacido en Deventer (Países Bajos) en 1340. Pertenecía a una rica familia dedicada al comercio de paños. Sus padres fueron víctimas de la peste negra que asoló a Europa a mediados del siglo XIV (1348-1350). Después de los primeros estudios en su ciudad natal, se trasladó a París donde a los veintidós años consiguió el grado de Maestro en Artes (Filosofía) y donde hizo también incursiones en el campo del derecho, de la medicina, de la teología e incluso de la astrología y de la magia.
La vida de Gerardo Groot tiene alguna semejanza con la de Francisco de Asís. Después de su regreso a Deventer conduce una vida mundana. En vestir con elegancia, en banquetes y en la conquista de honores derrocha el dinero, fruto de su herencia familiar y de los beneficios eclesiásticos que consigue; primero una prebenda en Aquisgrán, y desde 1371 una canongía en Utrecht y otra en Colonia, aunque solamente cuatro años antes de morir se hará ordenar de diácono. Un signo del prestigio que había adquirido en su ciudad natal es que en 1366 sus conciudadanos lo enviaron con una delegación al Papa aviñonés Urbano V.
Pero cuando Gerardo Groot se hallaba disfrutando alegremente de sus riquezas y de sus honores, cae víctima de una grave enfermedad hacia 1372-1373. Es entonces cuando vuelve a encontrarse con Enrique Eger de Kalkar, antiguo amigo de su época de París, que acababa de ser nombrado prior de la Cartuja de Monnikhuizen (Arneheim). Este encuentro provoca la conversión de Gerardo. En 1374 abandona su vida mundana y renuncia a sus beneficios eclesiásticos, haciendo incluso donación de su propia casa para una comunidad de mujeres, las futuras Hermanas de la Vida Común. Desde entonces cambia por completo su vida. Pasó algún tiempo recluido en la cartuja de Monnikhuizen aunque su amigo Eger ya había sido trasladado a la cartuja de Roermond.
Allí permaneció algunos años como «donado», es decir, una especie de hermano converso, pero sin votos, dedicándose al trabajo manual, a la lectura y a la meditación. O, como decía de él Tomás de Kempis, «recogió las dispersiones de su corazón, raspó la herrumbre de la vida pasada y reformó la imagen del hombre interior en toda su pureza».
Pero sus directores de espíritu y él mismo se percataron de que la vida contemplativa de la Cartuja no era su destino, sino la acción directa en favor de la reforma de la Iglesia. En 1377 se puso bajo la dirección espiritual del gran místico Ruysbroeck (1293-1381); sus respectivas doctrinas místicas no eran precisamente coincidentes, aunque en Ruysbroeck se podrían descubrir ya algunos indicios de esa «nueva» actitud espiritual que será la «Devotio moderna».
Después de cinco años de intensa preparación, Gerardo Groot desde 1379 hasta su muerte acaecida en 1384, se entregó por completo a la predicación por diversas ciudades flamencas.
En su predicación atacaba la gran proliferación de herejías; fustigaba los abusos de los monjes y frailes mendicantes en materia de vida común y de pobreza; y, sobre todo, criticaba con gran ardor la simonía y el concubinarismo del clero. Esto último, aunque también pudo influir en ello su marcado rigorismo moral, le valió la inquina del arzobispo de Utrecht, el cual le prohibió indirectamente la predicación al reservar esta función solamente a los sacerdotes. Sus amigos protestaron ante el Papa Urbano VI contra esta decisión, exigiendo que se le devolvieran a Gerardo las licencias de predicar, pero no se sabe cuál fue la respuesta pontificia.