Guillermo Fraile — HISTÓRIA DA FILOSOFIA
Escoto Eriúgena
Natural de Irlanda (Eriu). Los antiguos empleaban indistintamente y por separado los calificativos de Escoto (Scotus) y Eriúgena, que más tarde se le aplican unidos. Nada se sabe de su vida antes de ser llamado por Carlos el Calvo, hacia 840-847, para regentar la escuela palatina de París, donde convivió con el poeta irlandés Sedulio, Ratramno de Corbie y Lupo de Ferriéres. El rey lo estimó mucho, no sólo por su saber, sino también por su ingenio y buen humor1. Escoto le dedicó numerosas poesías. Debió de ser monje de algún monasterio irlandés, y quizá clérigo, aunque dice Prudencio de Troyes que no tuvo ninguna dignidad eclesiástica («nullis ecclesiasticae dignitatis gradibus insignitum» , PL 115,1043). Pudo recibir las primeras nociones de griego en algún monasterio irlandés y completar su formación en París, donde por entonces había monjes de aquella lengua. En el prólogo de su traducción del seudo Dionisio confiesa que «rudes admodum tirones adhuc helladicorum studiorum fatemur».
A ruego de los obispos Párdulo de Laón e Hincmaro de Reims, compuso hacia 851 su libro De divina praedestinatione (PL 122,355-440) contra Gotescalco. Pero sus doctrinas desagradaron a los misamos que le habían hecho el encargo, y lo impugnaron, siendo condenado en los concilios de Valence (855) y Langres (859). No es seguro que tomara parte en la controversia sobre la Eucaristía.
Hacia 858 entra en contacto con la patrística griega. La impresión que le produjo el Corpus areopagiticum fue tan profunda, que marca una neta divisoria en su mentalidad. Las obras del seudo Dionisio habían sido enviadas a Ludovico Pío por el emperador Miguel el Tartamudo. Hilduino había hecho una traducción muy imperfecta y casi ininteligible. Por encargo de Carlos el Calvo, Escoto hizo una versión nueva, o por lo menos revisó la de Hilduino2 Debió de terminarla hacia 860, pero no agradó al papa Nicolás I, quien en carta al rey se lamenta de no haber sido sometida a su aprobación la obra de un autor sospechoso en su ortodoxia3.
A la versión añadió comentarios ( expositiones), excepto al De theologia mystica. Tradujo también los Ambigua, de Máximo Confesor, y el tratado De hominis opificio, de San Gregorio de Nyssa4. Así se constituye en el gran canal por donde penetra en Occidente una nueva corriente de neoplatonismo.
La influencia neoplatónica se revela en su gran obra Peri physeos merismou, id est, De divisione naturae, compuesta entre 862-865, en cinco libros, en forma de diálogo, en que intervienen un maestro (Nutritor) y un discípulo (Alumnus) (PL 122,441-1022). Posteriormente comentó el tratado De caelesti hierarchia y el Evangelio de San Juan (PL 122,125-268.297-348).
Nada se sabe de sus últimos años. Es probable que muriera en París hacia 877. Según Guillermo de Malmesbury, después de la muerte de Carlos el Calvo habría vuelto a Inglaterra, llamado por Alfredo el Grande, y enseñado en la abadía de Malmesbury o en la de Athelney, donde lo habrían asesinado sus discípulos con sus instrumentos de escribir (a pueris quos docebat graphiis percussus)5. Es un pensador de talla extraordinaria. Caso verdaderamente asombroso en el siglo ix, construye un sistema de trazos firmes y vigorosos, cuajado en fórmulas escuetas y precisas. Es un lógico implacable, que no se detiene hasta las últimas consecuencias de sus principios. Aunque encuadrado en el esquema neoplatónico, no es un mero repetidor ni compilador, sino que discurre por propia cuenta. Su amplitud sistemática era excesiva para la mentalidad de sus contemporáneos, que no fueron capaces de comprenderlo, por lo cual su influencia inmediata fue poco apreciable6.
«Te solum omnium acutissimum Galliae transmisit Hibernia» (Prudencio de Troyes, De Praedestinatione contra Ioannem Scotum c.14: PL 115,1194. ↩
Théry, G., O. P., Études dionyssiennes (París 1932) I p.166-167. ↩
«Multae scientiae esse praedicetur olim, sed non sane sapere in qui-busdam frequenti rumore dicatur. Hinc est, quod dilectioni vestrae vehe-menter rogantes mandamus, quatenus apostolatui nostro praedictum Ioannem repraesentari faciatis, aut certe Parisiis in Studio, cuius capital iam olim fuisse perhibetur, morari non sinatis, ne cum tritico sacri eloquii grana zizaniae et lolii misere dignoscatur, et panem quaerentibus venenum porrigat» (PL 122,1025-1026). ↩
PL 122,1029-1222.267-284. Son curiosos los versos que dedica al seudo Dionisio, mezclando griego y latín: Lumine sidereo Dionysius auxit Athenas Ariopagites magnificusque sophos, primo commotus Phaebo subeunte Selena témpora quo stauro fixus erat Dominus… Archior archangelon te choron angelón te telaugon mentibus ouraniis tertia taxis inest… ↩
PL 179,1084-1085.1652-1653.1668.1771; PL 172,91-92
Escoto Eriúgena contribuyó decisivamente a introducir en Occidente las artes liberales. Comentó a Marciano Capella (Annotationes). Cf. B. Hauréau, Notices et extraits II p.140SS; Latz, C. E., Iohannis Scoti annotationes in Marcianum (Cambridge (Mass.) 1939). Sobre sus glosas a los Opuscula Sacra de Boecio, cf. Rand, E. K., Iohannes Scotus (1906) 21,81-82. ↩«Mirandum est quoque, quomodo vir ille barbarus, qui in finibus mun-di positus, quanto ab hominibus conversatione, tanto credi potuit alterius linguae dictione longinquus, talia intellectu capere, in aliamque linguam transferre valuerit» (Anastasio el Bibliotecario (+ 870) a Carlos el Calvo: PL 122,1027). «Esfinge colocada a la entrada de la Edad Media» (Real-Encyclopádie (1861) XV p.155). «Columna de basalto enhiesta frente a la uniformidad de la llanura» (J. H. Löwe). «Monolito con jeroglíficos» (Dict. Theol. Cath. c.426). «La personalidad de Juan Escoto Eriúgena domina su época, y su obra presenta un carácter tan nuevo en la historia del pensamiento occidental, que merece retener la atención» (E. Gilson, La Philosofia au Moyen Age p.201). «El gigante y el gran aislado del siglo ix» (M. de Wulff, Histoire de la Phil. médiévale I p. 139). «Es, quizá, el ingenio más agudo y personal de su tiempo» (F. Cayré, Patrologia, p.414). ↩