Entre todas las líneas de igual longitud, la circunferencia es la que envuelve la superficie máxima; del mismo modo, entre los cuerpos de igual superficie, la esfera es el que contiene el volumen máximo; desde el punto de vista puramente matemático, esa es la razón por la que estas figuras se consideraban como las más perfectas. Leibniz se ha inspirado en esta idea en su concepción del “mejor de los mundos”, que define, entre la multitud indefinida de todos los mundos posibles, como el que encierra más ser o realidad positiva; pero, como ya lo hemos indicado, la aplicación que hace así de esta idea está desprovista de todo alcance metafísico verdadero. (René Guénon)
Esta forma esférica luminosa, indefinida y no cerrada, con sus alternativas de concentración y de expansión ( sucesivas desde el punto de vista de la manifestación, pero en realidad simultáneas en el “eterno presente” ), es, en el esoterismo islámico, la forma de la Rûh muhammadiyah; es a esta forma total del “Hombre Universal” a la que Dios ordenó a los Ângeles adorar, así como se ha dicho más atrás; y la percepción de esta misma forma está implícita en uno de los grados de la iniciación islámica. (René Guénon)
Excertos de Keith Critchlow, “TIME STANDS STILL: NEW LIGHT ON MEGALITHIC SCIENCE”
Recorrente em todas as culturas do mundo existe a referência à relação entre homem e cosmos. Os arquétipos recíprocos que encontram-se animando ou motivando os fenômenos naturais também se encontram como motivações interiores da humanidade — consequentemente, a realização da ideia de correspondências e reconhecimento na doutrina platônica de recordação, anamnesis.
É portanto uma característica predominante das sociedades tradicionais uma imagem do anthropos ou símbolo arquétipo da humanidade. Esta pode ser na forma de um ancestral ou como o homem de Vitrúvio, como um paradigma para proporções arquiteturais, ou na figura de Adão, ou como na tradição hindu de Purusha.
Os três círculos maiores estão centrados em uma raiz, simbolizando a terra, no coração, simbolizando a humanidade, e na coroa da cabeça, simbolizando o céu.
Nos círculos “interiores” ou menores do corpo, o mesmo simbolismo está refletido dentro do corpo sutil. No sistema védico, os centros dos círculos agora estão no umbigo, coração e garganta com a base do círculo inferior representando a raiz e o topo do círculo superior, a coroa.
Os mesmos círculos podem ser transpostos em formas simbólicas que figuram no simbolismo de construção de templos budistas. O terrestre é representado como um quadrado (os Quatro Elementos), o reino ou círculo da humanidade é representado como um triângulo (as três propriedades da consciência — conhecedor, conhecido, conhecimento) e o círculo superior do céu é representado pelo hexágono (o número perfeito 6). Pode se ver que o triângulo equilátero pode tomar duas posições no diagrama que relacionam-se simbolicamente a “deslocamentos” no centro de consciência na direção celeste.
Según el esquema dado por Fabre d’Olivet, este centro de la esfera anímica es al mismo tiempo el punto de tangencia de las otras dos esferas intelectual e instintiva, cuyos centros están situados en dos puntos diametralmente opuestos de la circunferencia de esta misma esfera mediana: «Este centro, al desplegar su circunferencia, alcanza a los otros centros, y reúne en sí mismo los puntos opuestos de las dos circunferencias que despliegan (es decir, el punto más bajo de la una y el punto más alto de la otra), de suerte que las tres esferas vitales, al moverse la una en la otra, se comunican sus naturalezas diversas, y llevan de la una a la otra su influencia respectiva y recíproca» — Así pues, las circunferencias representativas de dos esferas consecutivas (intelectual y anímica, anímica e instintiva) presentan la disposición cuyas propiedades hemos señalado a propósito, puesto que cada una de ellas pasa por el centro de la otra. (René Guénon, PROVIDÊNCIA, VONTADE, DESTINO)
René Guénon: O HOMEM E SEU DEVIR SEGUNDO O VEDANTA
En los diversos textos donde se describe el “viaje divino”, existen algunas variaciones, por lo demás poco importantes y más aparentes que reales en el fondo, en cuanto al número y al orden de enumeración de las estaciones intermediarias; pero la exposición que precede es la que resulta de una comparación general de estos textos, y puede considerarse así como la estricta expresión de la doctrina tradicional sobre esta cuestión1. Por lo demás, nuestra intención no es extendernos mucho sobre una explicación más detallada de todo este simbolismo, que, en resumidas cuentas, es bastante claro por sí mismo, en su conjunto, para quienquiera que esté un poco habituado a las concepciones orientales ( podríamos decir incluso a las concepciones tradicionales sin restricción ) y a sus modos generales de expresión; además, su interpretación se encuentra facilitada también por todas las consideraciones que ya hemos expuesto, y en las que se habrá encontrado un gran número de estas transposiciones analógicas que constituyen el fondo mismo de todo simbolismo2. Lo que recordaremos solamente una vez más, a riesgo de repetirnos, y porque es completamente esencial para la comprensión de estas cosas, es esto: debe entenderse bien que cuando se mencionan, por ejemplo, las Esferas del Sol y de la Luna, jamás se trata del sol y de la luna en tanto que astros visibles, que pertenecen simplemente al dominio corporal, sino más bien de los principios universales que estos astros representan en cierta manera en el mundo sensible, o al menos de la manifestación de estos principios en grados diversos, en virtud de las correspondencias analógicas que ligan entre ellos todos los estados del ser3. En efecto, los diferentes Mundos ( Lokas ), Esferas planetarias y Reinos elementarios, que se describen simbólicamente ( pero simbólicamente solo, puesto que el ser que los recorre ya no está sometido al espacio ) como otras tantas regiones, no son en realidad más que estados diferentes4; y este simbolismo espacial ( del mismo modo que el simbolismo temporal que sirve concretamente para expresar la teoría de los ciclos ) es muy natural y de un uso bastante generalmente extendido como para no poder confundir más a aquellos que son incapaces de ver otra cosa que el sentido más groseramente literal; esos no comprenderán nunca lo que es un símbolo, ya que sus concepciones están irremediablemente limitadas a la existencia terrestre y al mundo corporal, donde, por la más pueril de las ilusiones, quieren encerrar toda la realidad.
Keith Critchlow, “TIME STANDS STILL: NEW LIGHT ON MEGALITHIC SCIENCE”
Recorrente em todas as culturas do mundo existe a referência à relação entre homem e cosmos. Os arquétipos recíprocos que encontram-se animando ou motivando os fenômenos naturais também se encontram como motivações interiores da humanidade — consequentemente, a realização da ideia de correspondências e reconhecimento na doutrina platônica de recordação, anamnesis.
É portanto uma característica predominante das sociedades tradicionais uma imagem do anthropos ou símbolo arquétipo da humanidade. Esta pode ser na forma de um ancestral ou como o homem de Vitrúvio, como um paradigma para proporções arquiteturais, ou na figura de Adão, ou como na tradição hindu de Purusha.
Os três círculos maiores estão centrados em uma raiz, simbolizando a terra, no coração, simbolizando a humanidade, e na coroa da cabeça, simbolizando o céu.
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Nos círculos “interiores” ou menores do corpo, o mesmo simbolismo está refletido dentro do corpo sutil. No sistema védico, os centros dos círculos agora estão no umbigo, coração e garganta com a base do círculo inferior representando a raiz e o topo do círculo superior, a coroa.
Os mesmos círculos podem ser transpostos em formas simbólicas que figuram no simbolismo de construção de templos budistas. O terrestre é representado como um quadrado (os Quatro Elementos), o reino ou círculo da humanidade é representado como um triângulo (as três propriedades da consciência — conhecedor, conhecido, conhecimento) e o círculo superior do céu é representado pelo hexágono (o número perfeito 6). Pode se ver que o triângulo equilátero pode tomar duas posições no diagrama que relacionam-se simbolicamente a “deslocamentos” no centro de consciência na direção celeste.
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Según el esquema dado por Fabre d’Olivet, este centro de la esfera anímica es al mismo tiempo el punto de tangencia de las otras dos esferas intelectual e instintiva, cuyos centros están situados en dos puntos diametralmente opuestos de la circunferencia de esta misma esfera mediana: «Este centro, al desplegar su circunferencia, alcanza a los otros centros, y reúne en sí mismo los puntos opuestos de las dos circunferencias que despliegan (es decir, el punto más bajo de la una y el punto más alto de la otra), de suerte que las tres esferas vitales, al moverse la una en la otra, se comunican sus naturalezas diversas, y llevan de la una a la otra su influencia respectiva y recíproca» — Así pues, las circunferencias representativas de dos esferas consecutivas (intelectual y anímica, anímica e instintiva) presentan la disposición cuyas propiedades hemos señalado a propósito, puesto que cada una de ellas pasa por el centro de la otra. (René Guénon, PROVIDÊNCIA, VONTADE, DESTINO)
- Para esta descripción de las diversas fases del dêva-yâna, ver Brahma-Sûtras, 4 adhyâya, 3 Pâda, sûtras 1 a 6.[↩]
- En esta ocasión, nos excusaremos de haber multiplicado las notas y de haberlas dado más extensión de lo que se hace habitualmente; lo hemos hecho sobre todo en lo que concierne precisamente a las interpretaciones de este género, y también a las aproximaciones que hay que establecer con otras doctrinas; eso era necesario para no interrumpir la sucesión de nuestra exposición con disgresiones demasiado frecuentes.[↩]
- Los fenómenos naturales en general, y concretamente los fenómenos astronómicos, jamás se consideran por las doctrinas tradicionales sino a título de simple modo de expresión, como simbolizando algunas verdades de orden superior; y, si las simbolizan en efecto, es porque sus leyes no son otra cosa, en el fondo, que una expresión de estas verdades mismas en un dominio especial, una suerte de traducción de los principios correspondientes, adaptada naturalmente a las condiciones particulares del estado corporal y humano. Se puede comprender así cuán enorme es el error de aquellos que quieren ver “naturalismo” en estas doctrinas, o que creen que ellas no se proponen más que describir y explicar los fenómenos como puede hacerlo la ciencia “profana”, aunque bajo formas diferentes; eso es propiamente invertir las relaciones normales y tomar el símbolo mismo por lo que representa, el signo por la cosa o la idea significada.[↩]
- La palabra sánscrita loka es idéntica al latín locus, “lugar”; a propósito de esto se puede destacar que, en la doctrina católica, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno se designan igualmente como “lugares”, que se toman, también ahí, para representar simbólicamente estados, ya que no podría tratarse de ninguna manera, ni siquiera para la interpretación más exterior de esta doctrina, de situar en el espacio estos estados póstumos; una tal equivocación no ha podido producirse más que en las teorías “neoespiritualistas” que han visto la luz en el occidente moderno.[↩]