Eckhart – Sermão 1.5

MESTRE ECKHART — SERMÕES

VIDE: PURIFICAR TEMPLO

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Cuando este templo se libera así de todos los obstáculos, es decir, del apego al yo y de la ignorancia, entonces resplandece con tanta hermosura y brilla tan pura y claramente por sobre todo y a través de todo lo creado por Dios, que nadie puede igualársele con idéntico brillo a excepción del solo Dios increado. Y es plena verdad: nadie se iguala a este templo fuera del solo Dios increado. Todo cuanto se halla por debajo de los ángeles, en absoluto se asemeja a este templo. Aun los ángeles más elevados se asemejan hasta cierto grado, pero no del todo, a este templo del alma noble. El que se asemejen al alma en cierta medida, es ( verdad ) con respecto al conocimiento y al amor. Sin embargo, se les ha puesto un límite; no pueden ir más allá. Pero el alma bien puede ir más allá. Si un alma —y en efecto la de un hombre que viviera aún en la temporalidad— estuviese a la misma altura que el ángel supremo, entonces este hombre a causa de su libre facultad podría elevarse aún inconmensurablemente más por encima del ángel, ( siendo ) nuevo en cada instante y carente de número, es decir, sin modo, ( y hallándose ) más allá del modo de los ángeles y de toda razón creada. Sólo Dios es libre e increado y por ello, Él solo se iguala a ella ( el alma ) en cuanto a la libertad, mas no a su condición de increado, porque ella es creada. Cuando el alma llega a la luz sin mezcla, entonces cae en su nada ( y ) en esa nada ( se halla ) a tanta distancia de su algo creado, que ella es absolutamente incapaz de volver por fuerza propia a su algo creado. Y Dios, con su ser increado, se ubica por debajo de esa su nada y sostiene al alma en el «algo» de Él (recojer la nada). El alma se ha arriesgado a ser aniquilada y no puede retornar a sí misma por fuerza propia, tanto se ha alejado de sí misma antes de que Dios se colocara por debajo de ella. Tiene que ser así, necesariamente. Pues, como dije antes: «Jesús había entrado al templo y echó afuera a los que compraban y vendían, y se puso a decir a los otros: “¡Quitad esto!”». Pues bien, mirad, ahora me refiero a la palabrita: Jesús entró y se puso a decir: «¡Quitad esto!» y ellos lo sacaron. Mirad, entonces ya no hubo más nadie que sólo Jesús, y Él comenzó a hablar en el templo. Mirad, debéis tenerlo por cierto: si alguna otra persona, fuera de Jesús solo, quiere hablar en el templo, o sea, en el alma, Jesús se calla como si no estuviera en casa y tampoco está en su casa en el alma porque ella tiene visitas extrañas con las que conversa. Pero si Jesús ha de hablar en el alma, ella tiene que estar a solas y se debe callar ella misma si es que ha de escuchar a Jesús. Ah sí, entonces entra Él y comienza a hablar. ¿Qué dice el Señor Jesús? Dice lo que es. ¿Qué es, pues? Es un Verbo del Padre. En este mismo Verbo se enuncia el Padre a sí mismo y a toda la naturaleza divina y a todo cuanto es Dios, tal como Él lo conoce; y lo conoce tal como es. Y como Él es perfecto en su conocimiento y facultad, por eso es perfecto también en su habla. En tanto dice el Verbo, se enuncia a sí mismo y a todas las cosas por medio de otra persona, y le da ( al Verbo ) la misma naturaleza que tiene Él mismo y enuncia a todos los seres dotados de razón, mediante el mismo Verbo, como idénticos al mismo Verbo, según la «imagen» ( o sea la idea ) en cuanto ella permanece adentro, pero no como idénticos en todo sentido como el mismo Verbo, en cuanto ( la imagen ) irradia su luz hacia fuera de acuerdo con el hecho de que cada una existe por separado; antes bien, ellas ( las imágenes que existen cada una por separado ) han sido dotadas de la posibilidad de obtener la semejanza con el mismo Verbo por obra de la gracia. Y a este mismo Verbo, tal como es en sí, lo ha pronunciado íntegramente el Padre, tanto al Verbo como a todo cuanto hay en el Verbo (Padre en el Hijo).