O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 291-302
I, 291: El justo.
QUE crezca el hombre justo como una palmera
no me maravilla: sólo que aún encuentre espacio.
I, 292: La recompensa de los bienaventurados.
¿CUÁL es la recompensa de los bienaventurados?
¿Qué habrá después del combate?
—Los lirios de la pura divinidad.
I, 293: Cuándo se está deificado.
HOMBRE, cuando ni el amor te toca, ni el pesar te hiere,
has entrado en verdad en Dios, y Dios en ti.
I, 294: Dios es sin voluntad.
ORAMOS: hágase, mi Señor y Dios, tu voluntad;
y, fíjate, Él no tiene voluntadEntiéndase una voluntad contingente, pues lo que Dios quiere, lo quiere Él esencialmente.: Él es una calma eterna.
I, 295: Antes debe estar en ti.
HOMBRE, si el paraíso no está primero en ti,
créeme, que por cierto no entrarás en él jamás.
I, 296: Los compañeros de juego más próximos a Dios.
NO todo está próximo a Dios: la virgen y el niño,
sólo ellos dos son compañeros de juego de Dios.
I, 297: No desnudo, y sin embargo sin vestido.
DESNUDO no puedo presentarme a Dios: y tengo sin embargo que entrar
sin vestido en el reino de los cielos, porque él no tolera nada extraño.
I, 298: El reino de los cielos está dentro de nosotros.
CRISTIANO mío, ¿adónde corres? el cielo está en ti.
¿Por qué lo buscas entonces en la puerta de otro?
I, 299: Con el silencio se oye.
LA Palabra resuena más en ti, que en la boca del otro.
Si puedes hacerle silencio, la oirás al instante.
I, 300: Bebe de tu propio pozo.
QUÉ necio es el hombre que bebe del charco,
y deja la fuente que mana en su casa.1
I, 301: Los niños de Dios.
PUESTO que los niños de Dios no gustan de andar por sí mismos,
son impulsados por Él y por su espíritu.
I, 302: Detenerse es retroceder.
QUIEN en las sendas de Dios pensara detenerse,
iría hacia atrás y a la perdición.
NOTAS: