O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 271-280
I, 271: En Dios no hay nada de la criatura.
SI aún amas algo en Dios, dices con eso,
que Dios no es aún para ti Dios, y todas las cosas.
I, 272: El hombre es semejanza de Dios.
LO que Dios por la eternidad puede desear y anhelar,
lo contempla en mí, como en semejanza suya.
I, 273: Elévate sobre la santidad.
LA santidad es buena: quien puede sobrepasarla,
se halla óptimamente con Dios y con el hombre.
I, 274: El azar debe desaparecer.
EL azar debe desaparecer, y toda falsa apariencia:
debes ser absolutamente escueto y esencial.
I, 275: El hombre lleva todo a Dios.
HOMBRE, todo te ama: todo se agolpa en torno tuyo:
todo corre a t
I, para alcanzar a Dios.
I, 276: Uno del otro, principio y fin.
DIOS es mi último fin: si yo soy su principio,
despliega su ser Él desde mí, y yo me disipo en Él.
I, 277: El fin de Dios.
QUE Dios no tenga fin, no te lo concedo:
pues mira, ¿acaso no me busca, para reposar en mí?
I, 278: El otro-Él de Dios.
YO soy el otro-Él de Dios, Él encuentra sólo en mí,
lo que le igualará y se le asemejará por siempre jamás.
I, 279: El Yo no logra nada.
CON tu yo intentas ora éstas, ora aquellas cosas:
¡ay, si dejaras hacer a Dios según su voluntad!
I, 280: La verdadera piedra filosofal.
TU piedra, alquimista, no es nada: la piedra angular que quiero,
es mi tintura de oro, y la piedra de todos los filósofos.