Epigramas I 211-220

O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I

EPIGRAMAS 211-220

I, 211: De los violentos es el reino de los cielos.
NO es Dios quien da el reino de los cielos: tú mismo debes atraértelo,
y pugnar por él con toda fuerza y celo.

I, 212: Yo como Dios, Dios como yo.
DIOS es lo que Él es; yo soy lo que yo soy;
mas si conoces a uno bien, me conoces a mí y a Él.

I, 213: El pecado.
LA sed no es una cosa, y sin embargo puede atormentarte:
¡cómo no ha entonces el pecado, de remorder al malo eternamente!

I, 214: La dulzura.
LA dulzura es terciopelo, en el que Dios yace y reposa:
si eres ella, Él te agradece por darle su cojín.

I, 215: La justicia.
¿QUÉ es justicia? lo que a todos por igual
se da, ordena, indulta, aquí y en el reino de los cielos.

I, 216: La deificación.
DIOS es mi espíritu, mi sangre, mi carne y mi osamenta:
¿cómo no he de estar con Él entonces, deificado por entero?

I, 217: Obrar y reposar es propio de Dios.
¿PREGUNTAS qué ama Dios más, obrar para Él o reposar?
Yo digo que el hombre, como Dios, debe hacer ambas cosas.

I, 218: La visión divina.
QUIEN no ve en el prójimo sino a Dios y a Cristo,
ve con la luz que florece de la divinidad.

I, 219: La simplicidad.
LA simplicidad es tan preciosa, que si le falta a Dios,
no es Él ni Dios, ni luz, ni Sabiduría.

I, 220: Yo también a la diestra de Dios.
PUESTO que mi Redentor ha acogido a la humanidad,
también yo he llegado en Él a la diestra de Dios.