Epigramas I 161-170

O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I

EPIGRAMAS 161-170

I, 161: La luz eterna.
SOY una luz eterna, ardo sin cesar:
mi pabilo y mi aceite es Dios, mi espíritu es el vaso.

I, 162: Tienes que tener la filiación.
SI quieres llamar al Altísimo Dios tu padre,
tienes que confesar antes ser su niño.

I, 163: Se debe amar la humanidad.
TÚ no amas a los hombres, y lo haces con razón:
es la humanidad lo que se debe amar en el hombre.

I, 164: Con abandono se contempla a Dios.
EL ángel contempla a Dios con ojos serenos;
yo empero, aún mucho más, si puedo abandonar a Dios.

I, 165: La Sabiduría.
LA Sabiduría se encuentra a gusto donde están sus niños.
¿Por qué? (¡oh milagro!), ella misma es un niño.

I, 166: El espejo de la Sabiduría.
LA Sabiduría se contempla en su espejo.
¿Quién es? ella misma, y quien puede llegar a ser Sabiduría.

I, 167: Cuanto tú en Dios, tanto Él en ti.
CUANTO el alma en Dios, tanto reposa Dios en ella:
ni más ni menos, —créelo hombre—, será Él para ti.

I, 168: Cristo es todo.
¡OH milagro! Cristo es la verdad y el Verbo,
luz, vida, vianda y bebida, sendero, peregrino, puerta y morada.

I, 169: No desear nada es beatitud.
LOS santos están ceñidos por la paz de Dios,
y tienen beatitud, porque nada desean.

I, 170: Dios no es alto ni profundo.
DIOS no es alto, no es profundo: quien dice lo contrario,
tiene aún de la verdad muy mala lección.