Epigramas I 151-160

O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I

EPIGRAMAS 151-160

I, 151: El hombre es por la eternidad.
CUANDO Dios alumbró a su Hijo por vez primera,
nos escogió a ti y a mí por lecho de alumbramiento.

I, 152: Tú mismo debes ser Corderillo de Dios.
QUE Dios sea un corderillo no te vale, cristiano,
si no eres también tú mismo un corderillo de Dios.

I, 153: Debes volverte niño.
HOMBRE, si no te vuelves niño, jamás entrarás
donde están los niños de Dios: la puerta es muy pequeña.

I, 154: La virginidad mística.
QUIEN es límpido como la luz, puro como la fuente,
es escogido virgen por Dios.

I, 155: Aquí se debe empezar.
HOMBRE, si quieres estar junto al Corderillo de Dios eternamente,
debes ya aquí seguir sus pasos.

I, 156: Dios mismo es nuestro prado.
¡MIRAD el milagro! Dios se comunica tanto,
que de los corderos quiere ser aun Él mismo prado.

I, 157: El extraño parentesco de Dios.
Di, oh gran Dios, ¿cómo estoy emparentado contigo,
que me has llamado Madre, Novia, Esposa y Niño?

I, 158: ¿Quién bebe de la fuente de la vida?
QUIEN allá piensa sentarse junto a la fuente de la vida,
debe antes aquí exudar la propia sed.

I, 159: La vacuidad es como Dios.
HOMBRE, si estás vacío, el agua mana de ti,
como de la fuente de la eternidad.

I, 160: Dios tiene sed, dale a beber.
DIOS mismo se queja de sed: ¡ay, que lo mortifiques así,
y no le des como aquella mujer, la Samaritana, a beber!