O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 121-130
I, 121: Por la humanidad, a la divinidad.
quieres recibir el rocío de perlas de la noble divinidad,
debes apegarte, inamovible, a su humanidad.
I, 122: La sensualidad trae el sufrimiento.
UN ojo que jamás se priva del placer de ver,
se ciega al fin por entero, y no se ve a sí mismo.
I, 123: Dios gime por su esposa.
LA tórtola gime porque ha perdido el esposo,
y Dios, porque has elegido la muerte antes que a Él.
I, 124: Debes serlo a tu vez.
DIOS se hizo hombre para t
I, si no te haces a tu vez Dios,
profanas su nacimiento, y te mofas de su muerte.
I, 125: La indiferencia no tiene penas.
A QUIEN todo le es indiferente, ninguna pena lo toca,
aunque esté en la ciénaga del más profundo infierno.
I, 126: El deseo aguarda otorgamiento.
HOMBRE, si aún tienes deseo y añoranza de Dios,
es que aún no estás por Él ceñido por completo.
I, 127: Para Dios todo es igual.
DIOS no hace distinción, todo es uno para Él:
tanto se comunica a la mosca como a ti.
I, 128: Todo estriba en la receptividad.
SI yo pudiera recibir de Dios tanto como Cristo,
Él me haría acceder a ello al instante.
I, 129: El mal nace de ti.
DIOS no es nada más que bien: condenación, muerte y suplicio,
y lo que se llama mal, debe estar, hombre, sólo en ti.
I, 130: La desnudez reposa en Dios.
¡CUÁN venturoso reposa el espíritu en el seno del Amado!
si está desnudo de Dios, y de todas las cosas, y de sí mismo.