¡Ahora prestad atención! Dice San Pablo: Cuando miramos con el rostro descubierto el esplendor y la claridad de Dios, somos re-formados e in-formados en la imagen que es toda una imagen de Dios y de la divinidad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). Cuando la divinidad se entregó enteramente al entendimiento de Nuestra Señora, ésta recibió a Dios en su seno porque era desnuda y pura; y lo que brotó de la superabundancia divina fluyó en el cuerpo de Nuestra Señora, y por obra del Espíritu Santo se formó un cuerpo en el cuerpo de Nuestra Señora. Y si ella no hubiera llevado la divinidad en el entendimiento, nunca lo habría concebido (a Cristo) corpóreamente. Dice un maestro: Es una merced especial y un gran don el que uno vuele hacia arriba con el ala del conocimiento y eleve el entendimiento al encuentro de Dios, y que sea llevado de claridad en claridad y con claridad en claridad (Cfr. 2 Cor. 3, 18). El entendimiento del alma es lo más elevado del alma. Cuando ésta se halla afirmada en Dios, el Espíritu Santo la introduce en la imagen y la une con ella. Y con la imagen y el Espíritu Santo se la hace pasar y se la introduce en el fondo. Allí donde se halla in-formado el Hijo, allí habrá de ser in-formada también el alma. A ella que de tal manera es introducida y concentrada y centrada en Dios, le obedecen todas las criaturas, como (le sucedió) a San Pedro: Mientras sus pensamientos estaban concentrados y centrados con simpleza en Dios, el mar se unía bajo sus pies de modo que él caminaba sobre el agua (Cfr. Mateo 14, 29 ss.), mas, cuando fijó su pensamiento en lo de abajo, se fue hundiendo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3
Es ciertamente un gran don el que el alma de tal manera sea introducida por el Espíritu Santo, porque así como al Hijo se lo llama «Verbo», así al Espíritu Santo se lo llama «Don»: de este modo lo designa la Escritura (Cfr. Hechos 2, 38). Ya he dicho varias veces: El amor aprehende a Dios en cuanto es bueno; si no fuera bueno no lo amaría y no lo consideraría Dios. No ama nada que carezca de bondad. Pero el entendimiento del alma aprehende a Dios en cuanto es ser puro, un ser que flota por encima (de todo). Mas, (el) ser y (la) bondad y (la) verdad tienen la misma extensión, pues (el) ser, en cuanto existe, es bueno y es verdadero. Pero resulta que ellos (los maestros) toman (la) bondad y la colocan sobre (el) ser: con ello encubren (el) ser y le hacen una piel porque le añaden algo. Por otra parte, lo aprehenden a Él en cuanto es Verdad. (El) ser ¿es (la) verdad? Sí, pues (la) verdad se halla vinculada a(l) ser porque Él le dijo a Moisés: «Me ha enviado El que es» (Cfr. Exodo 3, 14). Dice San Agustín: La Verdad es el Hijo en el Padre, porque (la) Verdad está vinculada a(l) ser… (El) ser ¿es (la) verdad? Si se hiciera esta pregunta a varios maestros, dirían: «¡Así es!». Si alguien me hubiera preguntado a mí, le habría dicho: «¡Así es!». Pero ahora digo: «¡No!», porque (la) verdad también es una añadidura. Mas (los maestros) lo toman ahora en cuanto es Uno, porque «Uno» es más propiamente uno que aquello que se halla unido. De aquello que es uno se ha separado todo lo demás; pero, no obstante, lo mismo que se ha separado, se ha añadido también por cuanto supone diferencia. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3