ENERGIAS DIVINAS
Energias Incriadas, Energia Divina, Energía Divina, Energías Divinas
Vladimir Lossky
ENERGIAS DIVINAS
¿En qué aspecto podremos entrar en unión con la Santísima Trinidad? Si pudiéramos en un momento dado encontrarnos unidos a la esencia misma de Dios, participar en ella, aunque no fuese más que en cierta medida, no seríamos en ese momento lo que somos; seríamos Dios por naturaleza. Dios no sería entonces Trinidad, sino un Dios «hypiupostatos», con miles de hipóstasis, pues tendría tantas hipóstasis como personas participasen en su esencia. Luego Dios nos sigue siendo inaccesible en cuanto esencia. ¿Cabe decir que entramos en unión con una de las tres personas divinas? Pero eso sería la unión hipostática propia del Hijo únicamente, de Dios que se hizo hombre sin cesar de ser la segunda persona de la Trinidad. Aunque participamos de la misma naturaleza humana, aunque recibamos en Cristo el nombre de los hijos de Dios, no nos volvemos, sin embargo, por el hecho de la Encarnación, la hipóstasis divina del Hijo. No podemos, pues, participar ni en la esencia, ni en las hipóstasis de la Trinidad. Y sin embargo, la promesa divina no puede ser una ilusión; estamos llamados a participar de la naturaleza divina. Es preciso, pues, confesar una distinción inefable en Dios, diferente a la de la esencia y las personas, una distinción según la cual él es totalmente inaccesible y accesible al mismo tiempo en diferentes aspectos. Es la distinción entre la esencia de Dios o su naturaleza propiamente dicha, inaccesible, incognoscible, incomunicable, y las energías u operaciones divinas, fuerzas naturales e inseparables de la esencia en las que Dios procede en el exterior, se manifiesta, se comunica, se da. «La iluminación y la gracia divina y deificante no es la esencia sino la energía de Dios», una «fuerza y operación común de la Trinidad». Así, en palabras de san Gregorio Palamas, «aunque decimos que la naturaleza divina es participable, no en ella misma sino en sus energías, permanecemos dentro de los límites de la piedad».
El autor de las Obras areopagíticas opone las «uniones» (henoseis) a las «distinciones» (diakriseis) en Dios. Las «uniones» son «las residencias secretas y que se manifiestan poco», la naturaleza superesencial en la que Dios permanece como en reposo absoluto, sin proceder fuera en ninguna manifestación. Las «distinciones» son, por el contrario, procesiones (proodos|proodoi) de Dios al exterior, sus manifestaciones (ekphanseis), que Dionisio llama también virtudes o fuerzas (dynameis), en las cuales participa todo lo que existe, haciendo conocer a Dios a través de las criaturasn. Para Dionisio la oposición entre dos vías en el conocimiento de Dios, entre teología negativa y teología positiva, se funda en esta distinción inefable pero real entre la esencia incognoscible y las energías reveladoras de la divinidad, entre las «uniones» y las «distinciones». La Sagrada Escritura nos revela a Dios formando los nombres divinos según las energías en las que Dios se comunica permaneciendo simultáneamente inaccesible en cuanto a su esencia, se distingue siendo simple y se multiplica sin dejar su unidad, pues en él «las uniones prevalecen sobre las distinciones». Eso quiere decir que las distinciones no son divisiones o separaciones en el ser divino. Las dynameis o energías, en las que Dios procede en el exterior, son el propio Dios, pero no conforme a su substancia. San Máximo el Confesor expresa la misma idea diciendo: «Dios puede ser participado en lo que nos comunica, pero permanece no participado conforme a su esencia incomunicable». San Juan Damasceno recoge, precisándolo, el pensamiento de san Gregorio Nacianceno: «Todo cuanto decimos de Dios en términos positivos declara, no su naturaleza, sino lo que la rodea». Y designa las energías divinas con imágenes expresivas de «movimiento» (kinesis) o de «impulso de Dios» (exalma theou). Con Dionisio, los padres aplican a las energías el nombre de «rayos de divinidad» que penetran el universo creado. San Gregorio Palamas las llamará «divinidades» a secas, «luz increada» o «la gracia».
La presencia de Dios en sus energías hay que entenderla en el sentido realista. No es una presencia operativa de la causa en sus efectos: las energías no son efectos de la causa divina como las criaturas; no son creadas, producidas de la nada, sino que fluyen eternamente de la esencia una de la Trinidad. Son los desbordamientos de la naturaleza divina que no puede limitarse, que es más que la esencia. Se puede decir que las energías significan un modo de existencia de la Trinidad fuera de su esencia inaccesible. Dios existirá, pues, al mismo tiempo en su esencia y fuera de su esencia. Refiriéndose a san Cirilo de Alejandría, Palamas declara: «de la energía es propio el crear, de la naturaleza es propio el engendrar». Negando la distinción real entre la esencia y la energía, no se podría poner un límite bien nítido entre la procesión de las personas divinas y la creación del mundo; tanto la una como la otra serían igualmente actos de la naturaleza. El ser y la acción de Dios se presentarían entonces como idénticos y teniendo el mismo carácter de necesidad, según san Marcos de Éfeso (siglo XV). Así pues, hay que distinguir en Dios la naturaleza una, las tres hipóstasis y la energía increada que procede de la naturaleza sin separarse de ella en esta procesión manifestadora.
Si, en las energías, participamos en Dios según la medida de nuestras capacidades, ello no quiere decir que Dios no se manifieste plenamente en su procesión ad extra. Dios no está aminorado en sus energías; está totalmente presente en cada rayo de su divinidad. Hay que evitar dos opiniones falsas que se pueden formar a propósito de las energías divinas.
1.a) La energía no es una función divina con respecto a las criaturas, aunque Dios crea y opera por sus energías que penetran todo lo existente. Las criaturas podrían no existir y Dios se manifestaría, a pesar de todo, fuera de su esencia, como brilla el sol en sus rayos fuera del disco solar haya o no seres susceptibles de recibir su luz. En verdad, las expresiones «manifestarse» y «fuera» son impropias aquí, pues el «fuera» no empieza a existir sino con la creación, y la manifestación no puede concebirse más que en un medio ajeno al que se manifiesta. Empleando estas locuciones defectuosas, estas imágenes inadecuadas, mostramos el carácter absoluto y no relativo de una fuerza natural de expansión, eternamente propia de Dios. Pero,
2.a) el mundo creado no se vuelve infinito y coeterno con Dios por el hecho de que las procesiones naturales o energías divinas lo sean. Las energías no implican ninguna necesidad de la creación, que es un acto libre efectuado por la energía divina, pero determinado por una decisión de la voluntad común de las Tres personas. Es un acto del querer de Dios que pone un sujeto nuevo fuera del ser divino, ex nihilo. El «medio» de la manifestación da así comienzo. En cuanto a la manifestación misma, ésta es eterna: es la gloria de Dios.
Gregório Palamas
*ENERGIAS DIVINAS