Como a vontade pode tudo e como todas as virtudes residem na vontade, sempre e quando esta seja reta
10. Cómo la voluntad lo puede todo y cómo todas las virtudes residen en la voluntad, siempre y cuando ésta sea recta.
Mientras el hombre nota que su voluntad es buena, no se debe asustar grandemente de nada, ni ha de afligirse si no es capaz de aplicarla en las obras; por otra parte, si descubre en su fuero íntimo una genuina buena voluntad, no se debe considerar ajeno a las virtudes, pues la virtud y todo lo bueno residen en la buena voluntad. Si tienes una voluntad honesta y recta nada te puede faltar, ni ( el ) amor ni ( la ) humildad ni ninguna virtud. Antes bien, aquello que quieres poderosamente y con entera voluntad ( ya ) lo tienes, y Dios y todas las criaturas no te lo pueden quitar con tal de que la voluntad sea íntegra y verdaderamente divina y ( cifrada ) en el presente. No debe ser: «Quisiera próximamente», esto sería sólo en el futuro, sino: «¡Quiero que sea así, ahora mismo!» ¡Escucha pues! Si algo se halla a una distancia de mil millas y yo quiero tenerlo, lo tengo con más propiedad que aquello que tengo en mi seno y no quiero tenerlo.
Lo bueno no es menos poderoso para el bien que lo malo para el mal. ¡Recuerda!: aunque yo no hiciera nunca ninguna obra mala, pero tuviera la voluntad de ( obrar ) el mal, yo habría caído en pecado como si hubiese ejecutado la acción; y con la voluntad decidida yo podría cometer un pecado tan grande como si hubiera matado todo el mundo sin haber ejecutado jamás la acción. ¿Por qué la buena voluntad no podría lograr lo mismo? ¡De hecho, ( puede hacer ) mucho e incomparablemente más!
De veras, con la voluntad lo puedo todo. Puedo sobrellevar las fatigas de todos los hombres y dar de comer a todos los pobres y hacer las obras de todos los seres humanos y cualquier cosa que se te ocurra. Si no te falta la voluntad sino sólo la capacidad, por cierto, lo habrás hecho todo ante Dios, y nadie te lo podrá quitar ni impedir aunque fuera por un solo momento; porque el querer hacer tan pronto como yo pueda hacerlo y el haberlo hecho, ante Dios son lo mismo. Si yo, además, quisiera tener tanta voluntad como la tiene el mundo entero, y si mi anhelo de tenerla es grande e íntegro, de veras la tengo; porque lo que quiero tener lo tengo. Si yo verdaderamente deseara tener tanto amor como lo han reunido todos los hombres en todos los tiempos, y ( si quisiera ) loar a Dios de la misma manera ( que todos ellos ) o ( hacer ) cualquier otra cosa que te puedas imaginar, pues, todo esto lo tienes en verdad, si la voluntad es perfecta.
Ahora podrías preguntar: ¿Cuándo la voluntad es una voluntad recta?
La voluntad es íntegra y recta cuando carece de ataduras al yo y ha salido de sí misma y se ha hecho imagen y forma dentro de la voluntad divina. Ah sí, cuanto más suceda esto, tanto más recta y verdadera es la voluntad. Y con semejante voluntad eres capaz de todo, ya se trate del amor o de lo que quieras.
Ahora preguntas: ¿Cómo podría tener yo ese amor mientras no lo siento ni percibo tal como lo veo en muchas personas que pueden exhibir grandes obras, y en quienes observo una gran devoción y cosas maravillosas en tanto que yo no tengo nada de esto?
Aquí tienes que observar dos cosas inherentes al amor: una es la esencia del amor, la otra es una obra o un efluvio violento del amor. La esencia del amor radica únicamente en la voluntad; quien tiene más voluntad, tiene también más amor. Pero quién es el que tiene más, esto no lo sabe nadie con respecto al otro; esto yace escondido en el alma mientras Dios yace escondido en el fondo del alma. Este amor reside única y exclusivamente en la voluntad; quien tiene más voluntad, tiene también más amor.
Pero existe todavía una segunda cosa: un efluvio violento y una obra del amor. Aquí son muy llamativas ( ciertas actitudes ), como ser el fervor entrañable y la devoción y el júbilo, y esto, sin embargo, no siempre es lo mejor. Porque aveces no proviene ni siquiera del amor sino que a ratos procede de la naturaleza el que se tenga semejante sensación de gozo y de dulzura, o se puede tratar de la influencia del firmamento o también ser producto de los sentidos. Y quienes tienen con mayor frecuencia estas ( experiencias ) no son siempre los mejores de todos. Pues, aun en el caso de que provengan realmente de Dios, Nuestro Señor se las brinda a esas personas para atraerlas y estimularlas y acaso también para que alguien de esta manera se mantenga bien alejado de los demás ( hombres ). Pero cuando estas mismas personas luego crecen en el amor, es fácil que ya no tengan tantas emociones y sensaciones, y sólo así se hace bien patente que tienen amor: si ellos, sin semejante apoyo, conservan plena y firmemente su lealtad hacia Dios.
Mas supongamos que se trate sólo de amor, aun así no es lo mejor de todo. Esto se evidencia por lo que sigue: de vez en cuando uno debe renunciar a semejante júbilo en aras de algo mejor por amor y para hacer a veces una obra de caridad donde haga falta, ya sea espiritual, ya sea corporal. Tal como he dicho también en otra ocasión: Si el hombre se hallara en un arrobamiento tal como San Pablo, y supiera de un hombre enfermo que necesitara de él una sopita, yo consideraría mucho mejor que tú, por amor, renunciaras ( al arrobamiento ) y socorrieras al necesitado con un amor más grande.
El hombre no se debe imaginar que al proceder así pierda alguna gracia, pues aquello que él deja voluntariamente por amor, lo recibirá en forma mucho más noble, tal como dijo Cristo: «Quien dejare una cosa por mí, recibirá cien veces tanto». ( Mateo, 19,29 ). Sí, en verdad, lo que el hombre deja y de lo cual se desprende por amor de Dios, incluso en el caso de que ansíe muchísimo tener esa sensación de consuelo y de fervor entrañable, y si hace todo cuanto pueda hacer ( para conseguirlo ), pero Dios no se lo da, y ( luego ) él se resigna y renuncia a ello voluntariamente por amor de Dios: en verdad, lo encontrará en Él exactamente como si hubiera tenido plena posesión de todo el bien que existiera jamás, ( pero ) se hubiese privado, enajenado y desprendido de él voluntariamente por amor de Dios; recibirá cien veces tanto. Pues todo cuanto al hombre le gustaría tener, pero prescinde y se abstiene de ello por amor de Dios, ya sea de índole material o espiritual, lo encuentra todo en Dios como si lo hubiera poseído y se hubiese despojado de ello voluntariamente; porque el hombre, de buena voluntad, debe hallarse privado de todas las cosas por amor de Dios, y por amor desembarazarse y prescindir de todo consuelo en el amor.
El que a veces tengamos que desprendernos por amor de tal sensación, nos lo indica Pablo, ( hombre ) lleno de amor, allí donde dice: «Porque he deseado ser apartado de Cristo por amor de mis hermanos» ( Romanos 9, 3 ). Así opina conforme con esta misma modalidad ( y ) no según la primera modalidad del amor, porque de ésta no quiso hallarse apartado ni un instante por todo cuanto pudiera suceder en el cielo y la tierra; ( al decirlo ), él piensa en el consuelo.
Debes saber, empero, que los amigos de Dios nunca carecen de consuelo, pues lo que quiere Dios es su máximo consuelo, ya sea consuelo, ya sea desconsuelo.