MESTRE ECKHART — SERMÕES
SERMÓN XX a — Homo quidam fecit cenam magnam.
San Lucas nos escribe en su Evangelio: «Un hombre había preparado una cena o un gran banquete nocturno» ( Lucas 14, 16 ). ¿Quién la preparó? Un hombre. ¿Qué quiere decir que lo llame una cena? Un maestro dice que significa un gran amor porque Dios no permite el acceso a nadie que no sea íntimo de Dios. En segundo lugar da a entender lo puros que deben ser quienes disfrutan de esta cena. Ahora bien, nunca llega el anochecer sin que le haya precedido un día entero. Si no existiera el sol, nunca se haría de día. Cuando sale el sol hay luz matutinal; luego brilla cada vez más hasta que llegue el mediodía. Del mismo modo surge la luz divina en el alma para iluminar cada vez más las potencias del alma hasta que llegue el mediodía. Si el alma no ha recibido una luz divina, de ninguna manera se hace jamás de día en el alma, ( hablando ) espiritualmente. En tercer lugar nos da a entender que, quienquiera que desee participar dignamente de esta cena, tiene que llegar al anochecer. Cada vez que fenece la luz de este mundo, se hace de noche. Ahora bien, dice David: «Él asciende hacia el anochecer y su nombre es el Señor» ( Salmo 67, 5 ). Así ( hizo ) Jacobo: cuando era de noche, se acostó y se durmió ( Cfr. Génesis 28, 11 ). Esto significa el descanso del alma. En cuarto lugar ( el pasaje de la Escritura ) da a entender, según dice San Gregorio, que luego de la cena ya no hay más comida. A quien Dios da esta comida, le sabe tan dulce y deliciosa que no apetece nunca más otra comida. Dice San Agustín: Dios es de tal índole que aquel que la comprende, nunca más puede descansar en otra cosa. Dice San Agustín: Señor, si te nos quitas a ti, danos otro tú, o no descansaremos nunca; no queremos nada más que a ti. Ahora bien, dice un santo con respecto a un alma amante de Dios, que lo obliga a Dios a ( hacer ) todo cuanto ella quiere y que lo seduce completamente de modo que Él no le puede negar nada de todo cuanto Él es. De una manera se retiró y de otra se entregó; se retiró en cuanto Dios y hombre y se entregó en cuanto Dios y hombre como otro sí mismo en un pequeño recipiente secreto. No nos gusta permitir que una gran reliquia sea tocada o vista de-velada. Por eso, se puso la vestimenta bajo la forma del pan, exactamente así como la comida material es transformada por mi alma de modo tal que no haya rinconcito en mi naturaleza que no le sea unido. Porque en la naturaleza existe una fuerza que desprende lo más burdo y lo echa afuera; y lo más noble lo lleva hacia arriba para que no quede en ninguna parte tanto como la punta de una aguja que no le sea unido. Lo que comí hace quince días, está tan unido a mi alma como aquello que recibí en el vientre materno. Lo mismo le sucede a quien recibe con pureza esta comida; se une tan verdaderamente con ella, como la carne y la sangre son uno con mi alma.
Era «un hombre», ese hombre no tenía nombre porque ese hombre es Dios. Ahora bien, dice un maestro, con referencia a la causa primigenia, que ésta se halla por encima de las palabras. La deficiencia reside en la lengua. Ello se debe a la excesiva pureza de su ser ( =de Dios ). Uno no puede hablar de las cosas sino de tres maneras: primero, por medio de aquello que se encuentra por encima de las cosas, segundo, por medio de las semejanzas de las cosas ( y ) tercero, mediante el efecto de las cosas. Traeré a colación un símil. Cuando la fuerza del sol hace subir desde la raíz hasta las ramas la savia más noble produciendo así la flor, la fuerza del sol permanece, sin embargo, por encima. Exactamente del mismo modo, digo yo, obra la luz divina en el alma. Aquello con lo cual el alma enuncia a Dios, sin embargo, no encierra en sí nada de la verdad propia de su ser: sobre Dios nadie sabe decir en sentido propio lo que es. A veces se dice: Una cosa se asemeja a otra. Como, pues, todas las criaturas encierran en sí poco menos que nada de Dios, tampoco saben revelar nada de Él. El arte de un pintor que ha creado un cuadro perfecto, se conoce por este último. Sin embargo, no es posible conocerlo por él íntegramente. Todas las criaturas ( juntas ) no son capaces de expresar a Dios, porque no son susceptibles de lo que Él es. Este Dios y hombre ( pues ) ha preparado la cena, este hombre inefable para el cual no existe palabra alguna. Dice San Agustín: Cuanto se enuncia de Dios no es verdad, y lo que no se enuncia de Él, esto es verdad. Cualquier cosa de la que se dice que es Dios, no lo es; lo que no se enuncia de Él, lo es más verdaderamente que aquello de lo cual se dice que lo es. ¿Quién ha preparado este banquete? «Un hombre»: el hombre que es Dios. Ahora bien, dice el rey David: «Oh Señor, cuán grande y múltiple es tu banquete y el sabor de la dulzura preparada para quienes te aman, ( mas ) no para aquellos que te temen» ( Salmo 30, 20 ). San Agustín reflexionaba sobre esta comida, entonces se estremeció y no le gustaba. En eso, escuchó una voz de arriba, cerca de él, ( que dijo ): «Yo soy una comida para gente mayor, crece y vuélvete grande y cómeme. Pero no creas que yo sea transformado en ti: tú serás transformado en mí». Cuando Dios obra en el alma, luego es transformado en el ardor del fuego y echado afuera aquello que hay de desigual en el alma. ¡Por la verdad acendrada! el alma entra más en Dios de lo que ( entra ) cualquier comida en nosotros, más aún: el alma es transformada en Dios. Y en el alma hay una potencia que va segregando lo más burdo y es unida con Dios: ésta es la chispita del alma. Más que la comida con mi cuerpo, mi alma se une con Dios.
¿Quién ha preparado este banquete? «Un hombre». ¿Sabes cómo se llama? El hombre innominado. Este hombre envió a su criado. Ahora bien, San Gregorio dice: A este criado lo representan los predicadores. ( Interpretándolo ) en otro sentido, los ángeles son este criado. En tercer lugar, este criado es, así me parece a mí, la chispita del alma, que fue creada por Dios y es una luz impresa desde arriba y una imagen de la naturaleza divina que en todo momento está luchando contra todo cuanto no es divino, y no es una potencia del alma -como opinaban algunos maestros- y siempre es propensa a lo bueno, incluso en el infierno es propensa a lo bueno. Dicen los maestros: Esta luz tiene una naturaleza tal que posee un afán constante y se llama sindéresis, y esto significa una relación y un apartamiento. Tiene dos actuaciones. Una consiste en una hostilidad empedernida contra todo cuanto no es puro. La otra actuación consiste en que persuade continuamente ( a dirigirse ) hacia lo bueno; y esto lo lleva el alma inmediatamente impreso incluso en quienes se hallan en el infierno. Por eso, es una cena grande.
Entonces le dijo al criado: «Vete y diles a los invitados que vengan; que todo está preparado» ( Lucas 14, 17 ). Todo cuanto Él es, lo recibe el alma. Cuanto apetece el alma, ahora está preparado. Cualquier cosa que da Dios, siempre se ha encontrado en estado de devenir; en este momento, su devenir es nuevo y fresco y completo dentro del «ahora» eterno. Dice un gran maestro: Aquello que veo, es purificado y espiritualizado dentro de mi vista, y la luz que llega a mis ojos no llegaría nunca al alma de no existir aquella potencia que se halla por encima. Dice San Agustín que la chispita está más adentrada en la verdad que todo cuanto el hombre pueda aprender. Una luz está encendida. Ahora bien, se dice que una cosa es encendida por otra. Si esto ha de suceder, es necesario que aquello que arde, se halle arriba. Es como si alguien tomara un cirio apagado que ardiera aún sin llama y echara humo, y lo acercase a otro ( cirio ), entonces la llama humearía hacia abajo y encendería al otro. Dicen que un fuego enciende a otro. Esto lo rebato. Un fuego se encenderá a sí mismo. El que ha de encender a otro, debe hallarse por encima de él, así como el cielo no arde y es frío; sin embargo, enciende el fuego y esto sucede gracias al toque del ángel. Así también el alma se prepara con el ejercicio. Debido a él es encendida desde arriba. Esto se debe a la luz del ángel.
Dice, pues, al criado: «Sal y diles a los invitados que vengan; que todo está preparado» ( Lucas 14, 17 ). Entonces dijo uno: «He comprado una aldea, no puedo ir» ( Lucas 14, 18 ). Ahí se trata de gente que en alguna forma está pegada aún a las preocupaciones: nunca probarán esta cena. El otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes» ( Lucas 14, 19 ). En verdad estas cinco yuntas -así me parece- se refieren a los cinco sentidos; pues cada sentido se halla dividido en dos partes, también la lengua es doble en sí ( =la lengua y el paladar ). Por ello -según dije anteayer- cuando Dios le dijo a la mujer: «Tráeme a tu marido», ella contestó: «No tengo ( marido )». Entonces dijo Él: «Tienes razón; pero has tenido cinco y el que tienes ahora no es tu marido» ( Juan 4, 16 a 18 ). Esto quiere decir: Quienes viven de acuerdo con los cinco sentidos, de veras no probarán nunca jamás esta comida. El tercero dijo: «Acabo de casarme, no puedo ir» ( Lucas 14, 20 ). El alma, cuando está dirigida hacia Dios; es enteramente varón. Cuando el alma se dirige hacia abajo, se la llama mujer; mas cuando uno llega a conocer a Dios en su propio fuero íntimo y busca a Dios en casa de uno, entonces ella ( el alma ) es varón. Ahora bien, en la Vieja Alianza estaba prohibido que ningún hombre se pusiera vestimenta de mujer, ni las mujeres vestimenta de hombre. El ( alma ) es varón siempre y cuando penetre en Dios con simplicidad ( y ) sin mediación.
Mas, cuando mira de alguna manera hacia fuera, luego es mujer. Entonces dijo el Señor: «¡De cierto! Nunca probarán mi comida», y le dijo al criado: «Sal a las calles angostas y anchas y a los cercados y a los caminos espaciosos» ( Lucas 14, 21 y 23 a 24 ). Cuanto más angosto, tanto más ancho. «A los cercados»: ciertas potencias están cercadas con vallados en determinado lugar. Con la potencia con la cual veo, no oigo, y con la que oigo, no veo. Así sucede también con las demás. Sin embargo, el alma es entera en cualquier miembro, pero alguna potencia no está ligada a ninguna parte.
Luego ¿qué es el criado? Lo son los ángeles y los predicadores. Pero, a mí me parece que el criado es la chispita. Ahora bien, él le dijo al criado: «Sal a los cercados y haz entrar a la fuerza a las siguientes cuatro clases de gente: ciegos y tullidos, enclenques y enfermos. ¡De cierto! ningún otro probará jamás mi cena». Que Dios nos ayude a deshacernos de esas tres cosas ( indicadas arriba ) para que así lleguemos a ser «varones». Amén.
SERMÓN XX b — Homo quidam fecit cenam magnam etc.
«Un hombre preparó una cena, un gran banquete nocturno» ( Lucas 14, 16 ). Quien, por la mañana, ofrece una comida, invita a toda clase de gente, pero para la cena se invita a personas destacadas y queridas y amigos muy íntimos. En el día de hoy la Cristiandad celebra el día de la Cena que Nuestro Señor preparó a sus discípulos, sus amigos íntimos, cuando les dio de comer su sagrado Cuerpo. Esto es lo primero. Otro significado de la cena ( es el siguiente ): Antes de que se llegue al anochecer debe haber una mañana y un mediodía. La luz divina surge en el alma y crea una mañana y el alma trepa en la luz a la extensión y altura del mediodía; luego sigue el atardecer. Ahora hablaremos en un tercer sentido sobre el atardecer. Cuando baja la luz, anochece; cuando todo el mundo se desprende del alma, entonces anochece ( y ) así el alma halla su descanso. Pues bien, San Gregorio dice de la cena: Cuando se come por la mañana, sigue más tarde otra comida; pero después de la cena no sigue ninguna otra comida. Cuando el alma prueba la comida en la Cena, y la chispita del alma aprehende la luz divina, entonces ya no le hace falta comida alguna ni busca nada de afuera y se mantiene enteramente dentro de la luz divina. Ahora bien, San Agustín dice: Señor, si te nos quitas, danos otro tú; no encontramos satisfacción en nada que no seas tú, porque no queremos nada fuera de ti. Nuestro Señor se alejó de sus discípulos como Dios y hombre, y se les devolvió como Dios y hombre, pero de otra manera y bajo otra forma. ( Es ) como allí donde hay una gran reliquia; no se permite que sea tocada o vista descubierta; se la engarza en un cristal o en otra cosa. Así hizo también Nuestro Señor cuando se dio como otro sí mismo. En la Cena Dios se da como comida, con todo cuanto es, a sus queridos amigos. San Agustín se estremeció ante esta comida; entonces le dijo en el espíritu una voz: «Soy una comida para gente mayor; ¡crece y aumenta y cómeme! Tú no me transformas en ti, sino que eres transformado en mí». De la comida y bebida que yo probara hace quince noches, una potencia de mi alma se eligió lo más puro y lo más fino y lo introdujo en mi cuerpo y lo unió con todo cuanto hay dentro de mí de modo que no existe nada tan pequeño que se le pueda poner encima una aguja, que no se haya unido con ello; y es tan propiamente uno conmigo como lo que fue concebido en el seno de mi madre, al principio, cuando se me infundió la vida. La fuerza del Espíritu Santo toma con igual propiedad lo más límpido y lo más fino y lo más elevado, ( o sea ), la chispita del alma, y lo lleva íntegramente hacia arriba dentro del fuego, ( o sea ) el amor, tal como diré ahora del árbol: La fuerza del sol elige en la raíz del árbol lo más puro y lo más fino y lo tira todo hacia arriba hasta la rama; allí se convierte en flor. Exactamente de la misma manera, la chispita del alma es llevada arriba en la luz y en el Espíritu Santo, y es levantada de este modo al origen primigenio, y así se hace totalmente una con Dios y tiende completamente hacia lo Uno y es una sola con Dios en un sentido más propio de lo que es la comida con relación a mi cuerpo, ah sí, lo es mucho más en la medida en que es más acendrada y más noble. Por eso se dice: «Una gran cena». Pues bien, dice David: «Señor, cuán grandes y múltiples son la dulzura y la comida que tienes ocultadas para todos aquellos que te temen» ( Salmo 30, 20 ); y a quien reciba con miedo esta comida, nunca le gustará realmente; hay que recibirla con amor. Por eso, un alma amante de Dios vence a Dios para que tenga que entregársele por completo.
Dice, pues, San Lucas: «Un hombre preparó una gran cena». Ese hombre no tenía nombre, ese hombre no tenía rival, ese hombre es Dios. Dios no tiene nombre. Dice un maestro pagano que no hay lengua capaz de pronunciar una palabra acertada sobre Dios a causa de la eminencia y limpidez de su ser. Cuando hablamos del árbol, hacemos enunciados sobre él por medio de las cosas que se hallan por encima del árbol, como el sol que opera en el árbol. Por eso no se puede hablar de Dios en sentido propio, pues por encima de Dios no hay nada y Dios no tiene causa. En segundo lugar, hacemos enunciados sobre las cosas por medio de la igualdad. De ahí que tampoco se pueda hablar de Dios en sentido propio, porque no existe nada igual a Él. En tercer lugar, se hacen enunciados sobre las cosas por medio de sus efectos: cuando se quiere hablar del arte de un maestro, se habla del cuadro creado por él; el cuadro revela el arte del maestro. Todas las criaturas valen demasiado poco como para revelar a Él; son todas ( juntas ) una nada en comparación con Dios. Por eso, ninguna criatura sabe expresar una sola palabra relativa a Dios en sus creaciones. Por ende dice Dionisio: Todos cuantos pretenden hablar de Dios no tienen razón, porque no dicen nada sobre Él. ( Mas ) quienes no quieren hablar de Él, tienen razón, porque no hay palabra capaz de expresar a Dios; pero eso sí, Él mismo habla sobre sí en sí mismo. Por eso dice David: «Veremos esta luz en tu luz» ( Salmo 35, 10 ). Lucas dice: «Un hombre». Él es «uno solo» y es un «hombre» y no se iguala a nadie y flota por encima de todo.
El amo envió a sus criados ( Lucas 14, 17 ). San Gregorio dice que estos «criados» son la Orden de los Predicadores. Yo hablo de otro criado, que es el ángel. Por lo demás, queremos hablar de un criado, al cual ya me he referido varias veces, y que es el entendimiento en la periferia del alma donde toca la naturaleza angelical, siendo una imagen de Dios. Dentro de esta luz, el alma se halla unida con los ángeles y ( hasta ) con aquellos ángeles que han caído al infierno y quienes, sin embargo, han conservado la nobleza de su natura. Ahí se encuentra esta chispita, desnuda, erguida sin sufrimiento alguno, dentro del ser divino. Ella ( =el alma ) se asemeja también a los ángeles buenos que operan continuamente en Dios, y reciben de Dios y devuelven a Dios todas sus obras, tomando a Dios de Dios en Dios. A estos ángeles buenos se asemeja la chispita del entendimiento que fue creada por Dios sin mediación alguna, ( y que es ) una luz flotante por encima ( de las cosas ) y una imagen de la naturaleza divina y ( fue ) creada por Dios. Esta luz el alma la lleva en sí. Dicen los maestros que en el alma existe una potencia llamada sindéresis, pero no es así. Esta última significa algo así como una cosa que adhiere en todo momento a Dios sin pretender nunca nada malo. ( Incluso ) en el infierno tiene disposición para el bien; dentro del alma lucha contra todo cuanto no es puro ni divino, e invita sin cesar a ( concurrir ) a ese banquete.
Por eso dice: «Envió a sus criados para que concurrieran ( los invitados ); que todo estaba preparado» ( Lucas 14, 17 ). Nadie necesita preguntar qué es lo que recibe con el Cuerpo de Nuestro Señor. La chispita que se halla dispuesta a recibir el Cuerpo de Nuestro Señor, se encuentra siempre en el ser divino. Dios se entrega todo nuevo al alma en un devenir ( continuo ). Él no dice «ha llegado a ser» o «llegará a ser», sino que todo es ( siempre ) nuevo y fresco como un devenir sin fin.
Por eso dice: «Ahora todo está preparado».
Ahora bien, dice un maestro que por encima del ojo hay una potencia que es más ancha que toda la tierra y más ancha que el cielo. Esta potencia recoge todo cuanto es introducido en la vista y lo lleva todo arriba hasta el alma. Otro maestro le contradice y afirma: No, hermano, no es así. Todo cuanto es introducido en esa potencia por medio de los sentidos, no llega al alma; antes bien, purifica y prepara y conquista al alma para que sea capaz de recibir desnuda la luz del ángel y la luz divina. Por eso dice: «Ahora todo está preparado».
Y no van, esos que fueron invitados. El primero dijo: «He comprado una aldea, no puedo ir» ( Lucas 14, 18 ). Por la aldea se entiende todo cuanto es terrestre. Mientras el alma posee alguna cosa terrestre, no llega a este banquete. El otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes, no puedo ir, pues tengo que ir a verlas» ( Lucas 14, 19 ). Las cinco yuntas de bueyes son los cinco sentidos. Cada sentido se halla dividido en dos, son, ( pues ), cinco yuntas. Mientras el alma siga a los cinco sentidos, nunca llegará a este banquete. El tercero dijo: «Acabo de casarme, no puedo ir» ( Lucas 14, 20 ). Yo lo he dicho varias veces: El varón en el alma es el entendimiento. Cuando el alma con el entendimiento se endereza directamente hacia arriba, hasta Dios, entonces el alma es «varón» y es uno y no dos; mas cuando el alma se dirige hacia abajo, entonces es «mujer». Con un solo pensamiento y una sola mirada hacia abajo, se pone vestimenta de mujer; semejante gente tampoco llega al banquete.
Resulta ahora que Nuestro Señor dice una palabra de mucho peso: «De cierto os digo: Ninguno de ellos probará jamás mi banquete». Luego dijo el Señor: «Salid a las calles angostas y anchas». El alma, cuanto más se ha recogido, tanto más angosta es, y cuanto más angosta, tanto más ancha. «Ahora idos a los cercados y a los caminos anchos». Una parte de las potencias del alma está atada a la vista y a los otros sentidos. Las otras potencias son libres, no están atadas e impedidas por el cuerpo. A ésas, invitadlas todas e invitad a los pobres y a los ciegos y a los tullidos y a los enfermos. Estos, y nadie más, entrarán para ( participar de ) este banquete ( Cfr. Lucas 14, 21 y 23 s ). Por eso dice San Lucas: «Un hombre había preparado una gran cena» ( Lucas 14, 16 ). Ese hombre es Dios y no tiene nombre. ¡Que Dios nos ayude para que lleguemos a este banquete! Amén.