Eu vi ainda: o Cordeiro estava de pé no monte Sião, e perto dele cento e quarenta e quatro mil pessoas que traziam escritos na fronte o nome dele e o nome de seu Pai. Ouvia, entretanto, um coro celeste semelhante ao ruído de muitas águas e ao ribombar de potente trovão. Esse coro que eu ouvia era ainda semelhante a músicos tocando as suas cítaras. Cantavam como que um cântico novo diante do trono, diante dos quatro Animais e dos Anciãos. Ninguém podia aprender este cântico, a não ser aqueles cento e quarenta e quatro mil que foram resgatados da terra. Estes são os que não se contaminaram com mulheres, pois são virgens. São eles que acompanham o Cordeiro por onde quer que vá; foram resgatados dentre os homens, como primícias oferecidas a Deus e ao Cordeiro. (Ap 14, 1-4)
Brugger
1. San Juan vio a un cordero de pie sobre la montaña de Sión, que tenía escrito en su frente su nombre y el nombre de su Padre y con Él estaban ciento cuarenta y cuatro mil. Dice que eran todos vírgenes y cantaban una canción nueva que no podía cantar nadie sino ellos y le seguían al cordero dondequiera que iba (Apoc. 14, 1 a 4) .
2. Los maestros paganos dicen que Dios ha ordenado a las criaturas de modo tal que una se halla siempre por encima de la otra, y que las de más arriba tocan a las de más abajo, y las de más abajo a las de más arriba. Lo que dijeron esos maestros con palabras ocultas, otro lo dice muy claramente, señalando que la cadena áurea es la naturaleza pura, acendrada, que está elevada hacia Dios y para la cual nada tiene sabor fuera de Él, y ella aprehende a Dios. Toda [criatura] toca a otra y la de más arriba tiene puesto el pie sobre el vértice de la de más abajo . Todas las criaturas no tocan a Dios en cuanto a su criaturidad, y lo creado ha de ser roto para que salga lo bueno. La cáscara debe quebrarse para que salga la carne [de la nuez]. Todo esto significa que uno debe emanciparse [de lo creado] porque el ángel, cuando se halla fuera de esa naturaleza desnuda, no sabe más que esta madera; ah sí, sin esa naturaleza, el ángel no tiene más [ser] del que tiene una mosca sin Dios.
3. Él [=San Juan] dice: «sobre la montaña». ¿Cómo debe hacerse para llegar a tal pureza? Eran vírgenes y se hallaban arriba, sobre la montaña, y estaban desposadas con el cordero y se habían enajenado de todas las criaturas y seguían al cordero dondequiera que iba. Algunas personas lo siguen al cordero mientras les va bien; pero regresan cuando las cosas no suceden según su voluntad. Mas, ésta no es la idea, porque él dice: «Le seguían al cordero dondequiera que iba». Si eres una virgen y desposada con el cordero y te has enajenado de todas las criaturas, entonces le sigues al cordero dondequiera que vaya, y no [puede ser] que pierdas la serenidad cuando te sobrevenga un sufrimiento por tus amigos o por ti mismo como consecuencia de alguna tentación.
4. Él dice: Estaban arriba. Lo que está arriba, no sufre a causa de lo que está debajo de ello, sino únicamente cuando por encima de ello hay alguna cosa más elevada. Un maestro gentil dice : Mientras el hombre está con Dios, es imposible que sufra. El hombre que se halla en lo alto y se ha enajenado de todas las criaturas, estando, empero, desposado con Dios, este [hombre] no sufre; y si sufriera, ello afectaría el corazón de Dios.
5. Estaban sobre la montaña Sión. «Sión» significa lo mismo que «contemplar» [schouwen]. «Jerusalén» significa «paz». Según dije el otro día en San Mergarden (La huerta de Santa María) : Estas dos [cosas] le imponen a Dios una obligación; si las posees, Él habrá de nacer en tu fuero íntimo. Os contaré la mitad de una historia: Nuestro Señor iba alguna vez rodeado de una muchedumbre. En eso llegó una mujer y dijo: «Si pudiera tocar el ruedo de su vestimenta, sanaría». Entonces dijo Nuestro Señor: «Me tocaron». «¡Válgame Dios! —dijo San Pedro— ¿cómo puedes decir, Señor, que te toca-ron? Te rodea y se apiña alrededor de ti una muchedumbre». (Cfr. Lucas 8, 43 a 45).
6. Dice un maestro que vivimos de la muerte. Si he de comer un pollo o un novillo, debe haber muerto antes. Hay que cargar con el sufrimiento y seguir al cordero en lo penoso como en lo agradable. Los apóstoles cargaron tanto con lo penoso como con lo agradable, por eso todo cuanto sufrían, les resultaba dulce; la muerte les gustaba tanto como la vida (Cfr. Fil. 1, 20).
7. Un maestro pagano equipara las criaturas a Dios. La Escritura dice que debemos llegar a ser semejantes a Dios (1 Juan 3, 2). «Semejante», esto es malo y engañoso. Si me asemejo a un hombre y si encuentro a un hombre que se asemeja a mí, este hombre se comporta como si él fuera yo y no lo es y es un engaño. Algunas cosas se asemejan al oro, mienten y no son oro. Así también, todas las cosas pretenden ser semejantes a Dios y mienten y todas ellas no lo son. La Escritura dice que debemos ser semejantes a Dios. Pues bien, dice un maestro pagano que llegó [a tener este conocimiento] mediante el mero pensamiento natural: Dios no puede tolerar lo semejante tan poco como no puede tolerar no ser Dios. [La] semejanza es algo que no existe en Dios; hay más bien el ser-uno en la divinidad y en la eternidad, mas [la] semejanza no es uno. Si yo fuera uno, no sería semejante. No hay nada extraño en la unidad; sólo se me da [el] ser uno en la eternidad, [mas] no [el] ser-semejante.
8. Dice: «Tenían escritos en su frente su nombre y el nombre de su Padre». ¿Cuál es nuestro nombre y cuál es el nombre de nuestro Padre? Nuestro nombre es: que debemos nacer, y el nombre del Padre es: engendrar allí donde la divinidad sale resplandeciendo de su primera pureza que es una plenitud de toda pureza, según dije en [San] Mergarden. Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (Juan 14, 8). En primer lugar esto significa que debemos ser [padre]; en segundo lugar, hemos de ser «gracia» porque el nombre del Padre es «engendrar». Él engendra en mí su imagen. Si veo una comida y ésta me resulta adecuada, nace de ello un apetito; o si veo una persona que se me asemeja, surge una simpatía. Exactamente así es: el Padre celestial engendra en mí su imagen y de la semejanza surge un amor que es el Espíritu Santo. Quien es el padre, éste engendra al hijo por naturaleza: quien saca al niño de la pila bautismal, no es su padre. Dice Boecio : Dios es un bien inmóvil que mueve todas las cosas. El hecho de que Dios sea constante, pone en marcha todas las cosas. Existe algo muy placentero que mueve y empuja y pone en marcha a todas las cosas para que retornen hacia allí de donde emanaron, en tanto que [este algo] permanece inmóvil en sí mismo. Y cuanto más noble sea una cosa, tanto más constante será su correr. El fondo primigenio las empuja a todas. [La] sabiduría y [la] bondad y [la] verdad añaden algo; [lo] Uno no añade sino el fondo del ser.
9. Pues bien, él dice: «Ninguna mentira se ha hallado en la boca de ellos» (Apocal. 14, 5). Mientras yo poseo a la criatura y la criatura me posee a mí, hay una mentira, y en la boca de ellos no se encuentra ninguna. Es señal de que un hombre es bueno, cuando elogia a la gente buena. Si, por otra parte, una persona buena me elogia a mí, me ha elogiado de veras; si, en cambio, me elogia un malvado, me ha insultado de veras. Pero si me insulta una persona mala, en verdad me ha elogiado. «La boca habla de lo que rebosa el corazón» (Cfr. Mateo 12, 34). Siempre es característico de un hombre bueno que le guste hablar de Dios, pues a la gente le gusta hablar de aquello en que se ocupa. A quienes se ocupan de trabajos manuales, les gusta hablar de los trabajos manuales; a quienes se ocupan de los sermones, les agrada hablar de sus sermones. A un hombre bueno no le agrada hablar de nada que no sea Dios.
10. En el alma hay una potencia de la cual ya he hablado varias veces… si el alma entera fuera como ella, sería increada e increable. Mas las cosas no son así. Con la parte restante ella [el alma] ha puesto sus miras en el tiempo y le adhiere y al hacerlo toca la criaturidad y es creada… [Estoy hablando del] entendimiento: para esta potencia nada se halla ni lejos ni afuera. Aquello que se encuentra allende el mar o a una distancia de mil millas, lo conoce y lo tiene presente tan esencialmente como este lugar donde me hallo yo. Esta potencia es una virgen y le sigue al cordero adonde vaya. Esta potencia aprehende a Dios todo desnudo en su ser esencial; es una sola en la unidad, [mas] no semejante en la semejanza.
Ancelet-Hustache
[(Josef Quint pense que le texte sur le nom du Père et sur notre nom inscrits sur le front a été mal transcrit. Sans doute faut-il rapprocher la formule : « Nous devons être Père… » des textes où, il est dit qu’unis au Père, nous engendrons le Fils. Nous retrouvons plus nettement la pensée d’Eckhart quand nous lisons que le nom du Père est « engendrer » ; il engendre en moi son image, et de cette similitude naît un amour qui est l’Esprit saint.
L’union de l’homme à la créature est mensonge. La bouche parlant de l’abondance du cœur, l’homme bon n’aime parler que de Dieu.
A la fin, Eckhart revient à cette « puissance » dans l’âme, l’intellect supérieur (vernünfticheit) pour lequel n’existe ni temps ni espace, différent de cette partie de l’âme qui touche au créé et qui est créée.)]
Saint Jean vit un Agneau debout sur la montagne de Sion et il portait écrits sur son front son nom et le nom de son Père et il avait près de lui cent quarante-quatre mille. Il dit qu’ils étaient tous vierges et chantaient un chant nouveau que nul autre qu’eux ne pouvait chanter, et ils suivaient l’Agneau partout où il allait.
Les maîtres païens disent que Dieu a ordonné les créatures en sorte que chacune soit élevée au-dessus de l’autre, que les plus élevées touchent les plus basses et que les plus basses touchent les plus élevées. Ce que ces maîtres ont dit en paroles voilées, un autre le dit ouvertement ; il dit que la chaîne d’or est la nature pure et intacte qui est élevée en Dieu, qui ne trouve de goût à rien qui soit en dehors de lui et qui saisit Dieu. Chaque créature touche l’autre et la plus élevée a le pied posé sur la tête de l’inférieure. Toutes les créatures touchent Dieu non pas selon leur caractère de créature, et ce qui est créé doit être brisé si l’on veut que le bien en sorte. La coque doit être en deux pour que le fruit en sorte. Tout cela vise à un dégagement, car l’ange, en dehors de cette nature dans sa pureté, ne sait rien de plus que ce bois ; oui, sans cette nature, l’ange n’a pas plus d’être qu’un moucheron n’en a sans Dieu.
Il dit : « sur la montagne ». Comment cela peut-il se faire que l’on parvienne à cette pureté ? Ils étaient vierges et ils étaient en haut sur la montagne, ils étaient fiancés à l’Agneau, soustraits à toutes les créatures et suivant l’Agneau partout où il allait. Certaines gens suivent l’Agneau tout le temps que tout va bien pour eux, mais si les choses ne vont pas selon leur volonté, ils repartent. Le sens n’est pas celui-là, car il est dit : « Ils suivent l’Agneau partout où il va. » Si tu es vierge, fiancée à l’Agneau, et si tu as renoncé à toutes les créatures, tu suis l’Agneau partout où il va et tu n’es pas désemparée quand tes amis te causent une souffrance, ou que tu t’en causes une à toi-même par quelque tentation.
Le texte dit : « Ils étaient en haut. » Ce qui est en haut ne souffre pas de ce qui est au-dessous de soi, seulement de ce qui est au-dessus de soi, plus haut que soi. Un maître incroyant dit : « Tout le temps que l’homme est près de Dieu, il est impossible qu’il souffre. » Qui est élevé a renoncé à toutes les créatures et qui est fiancé à Dieu ne souffre pas, et s’il souffrait, le cœur de Dieu serait atteint.
Us étaient sur la montagne de Sion. Sion signifie « contempler ». Jérusalem signifie « paix ». Comme je l’ai dit récemment au Mariengarten, ces deux choses contraignent Dieu. Si tu les as en toi, il doit naître en toi. Je veux vous raconter à demi une histoire. Notre-Seigneur traversait un jour une grande foule. Une femme s’approcha et dit : « Si je pouvais toucher le bord de son vêtement, je serais guérie. » Alors Notre-Seigneur dit : « J’ai été touché. » « A Dieu ne plaise ! dit saint Pierre, comment peux-tu dire, Seigneur, que tu as été touché ? Une grande foule circule autour de toi et te presse… »
Un maître dit que nous vivons de la mort. Pour que je mange du poulet ou du bœuf, il faut d’abord qu’il soit mort. On doit prendre sur soi la souffrance et suivre l’Agneau dans la souffrance comme dans la joie. Les apôtres prenaient sur eux de la même manière la souffrance et la joie : c’est pourquoi tout ce qu’ils souffraient leur était doux, la mort leur était aussi chère que la vie.
Un maître païen considère les créatures comme semblables à Dieu. L’Écriture dit que nous devons devenir semblables à Dieu. « Semblables » est mauvais et trompeur. Si je me rends semblable à un homme et si je trouve un homme qui me soit semblable, cet homme se comporte comme s’il était moi, il ne l’est pas et il trompe. Plus d’une chose ressemble à l’or ; elle ment et n’est pas or. De même toutes choses se donnent comme semblables à Dieu et elles mentent toutes, car elles ne lui sont pas semblables. L’Écriture dit que nous devons être semblables à Dieu. Or un maître païen, qui est parvenu à cette pensée par ses connaissances naturelles, dit que Dieu peut aussi peu tolérer la ressemblance que tolérer de n’être pas Dieu. « Ressemblance » est quelque chose qui n’est pas en Dieu ; il y a unité dans la Déité et dans l’éternité ; en outre : la ressemblance n’est pas l’Un. Si j’étais un, je ne serais pas semblable. L’unité ne comporte rien d’étranger. Il y a pour moi unité dans l’éternité, non ressemblance.
Le texte dit : « Us portaient leur nom et le nom de leur Père inscrits sur leurs fronts. » Quel est notre nom et quel est le nom de notre Père ? Notre nom, c’est que nous devons être engendrés, et le nom du Père est « engendrer », là où la Déité répand sa lumière à partir de la pureté première qui est la plénitude de toute pureté, comme je l’ai dit au Mariengarten. Philippe dit :
« Seigneur, montre-nous le Père, cela nous suffit. » En premier lieu, cela signifie que nous devons être Père, en second lieu nous devons être « grâce », car le nom du Père est « engendrer » ; il engendre en moi son image. Si je vois un mets qui me convient, j’en éprouve le désir, ou bien si je vois un homme qui me ressemble, il en résulte une inclination vers lui. Il en va de même : le Père céleste engendre en moi son image et de cette similitude naît un amour qui est l’Esprit saint. Celui qui est père engendre l’enfant selon la nature ; celui qui tient l’enfant au baptême n’est pas son père. Boèce dit : Dieu est un bien immuable qui meut toutes choses. L’immuabilité de Dieu met toutes choses en mouvement. Il est quelque chose de bienfaisant qui meut et pousse et met toutes choses en mouvement, afin qu’elles retournent là d’où elles ont flué, et qui demeure immuable en soi-même. Et plus une chose est noble, plus sa course est constante. Le fond originel meut toutes choses. La sagesse, la bonté et la vérité y ajoutent quelque chose ; l’Un n’y ajoute que le fond de l’être.
Or il est dit : « Aucun mensonge n’est trouvé dans leur bouche. » Tout le temps que je possède la créature et tout le temps que la créature me possède, le mensonge est là, et rien de tel n’est trouvé dans leur bouche. C’est un signe qu’un homme est bon quand il loue les gens de bien. Si un homme de bien me loue, je suis vraiment loué, mais si un méchant me loue, je suis injurié, en vérité. Mais si un méchant m’injurie, je suis vraiment loué. « La bouche parle de l’abondance du cœur. » C’est toujours le signe d’un homme de bien quand il parle volontiers de Dieu, car les gens parlent volontiers de ce qui les occupe. Ceux qui manient des outils parlent volontiers d’outils, ceux qui s’occupent de sermons parlent volontiers de sermons. Un homme de bien ne parle volontiers que de Dieu.
Il est dans l’âme une puissance dont j’ai parlé souvent. Si l’âme était tout entière ainsi, elle serait incréée et incréable. Or il n’en est pas ainsi. Avec l’autre partie d’elle-même, elle a un regard et un attachement au temps, et par là elle touche le créé et elle est créée. Cette puissance est l’intellect pour laquelle rien n’est lointain ni extérieur. Ce qui est au-delà de la mer ou à plus de mille lieues lui est tout aussi véritablement connu et présent que l’endroit où je suis. Cette puissance est une vierge et suit l’Agneau partout où il va. Cette puissance saisit Dieu dans sa nudité en son être essentiel, elle est une dans l’Unité, non pas semblable dans la ressemblance.
Que Dieu nous aide à en faire l’expérience. Amen.