Como deve o homem seguir a Deus, e de um modo bom
22. Cómo se debe seguir a Dios, y de un modo bueno.
El hombre que quiere emprender una vida u obra nuevas, debe dirigirse hacia su Dios, y solicitarle con gran fuerza y perfecta devoción que le disponga lo óptimo de todo y aquello que quiera más y que le resulte lo más digno, y que con ello no quiera ni pretenda lo suyo sino únicamente ( hacer ) la queridísima voluntad de Dios y nada más. Luego, cualquier cosa que Dios disponga para él, la aceptará inmediatamente de Dios y la considerará lo óptimo para sí mismo y se contentará con ella total y perfectamente.
Aun cuando posteriormente otro modo le guste más, deberá pensar: Este modo te lo asignó Dios, y por eso debe resultarle el mejor de todos. A este respecto ha de confiar en Dios y tiene que incluir todos los buenos modos en este mismo modo y aceptar todas las cosas en él y conforme con él cualquiera sea su índole. Porque el bien que Dios ha hecho y otorgado a determinado modo, se puede encontrar también en todos los modos buenos. Justamente en un solo modo deben aprehenderse todos los modos buenos y no la peculiaridad de este modo. Pues, en cada caso el hombre tiene que hacer una sola cosa, no puede hacerlas todas. Ha de ser una sola cosa por vez y ( justamente ) en ésta deben agarrarse todas. Porque, si el hombre quisiera hacerlo todo, esto y aquello, y abandonar su modo y adoptar el de otra persona, que en ese momento le gustaba mucho más, en verdad, se produciría así una gran inconstancia. Resulta que un hombre que abandonara el mundo y entrara de una vez por todas en una sola orden, llegaría fácilmente a la perfección a diferencia de otro que pasara de una orden a otra, por santa que fuera; esto se debe al cambio del modo. Que el hombre adopte un solo modo bueno y se quede con él por siempre e incluya en él todos los modos buenos, considerando ( el suyo ) como recibido de Dios, y que hoy no emprenda una cosa y mañana otra y que se mantenga libre de toda preocupación con respecto a que pueda perder una oportunidad. Porque con Dios nada se puede perder; así como Dios no puede perder nada, tampoco se puede perder nada con Dios. Por eso, acepta de Dios un solo ( modo ) e incluye en él todo lo bueno.
Pero, si se demuestra que no hay armonía de manera que una cosa no tolera a otra, entonces tómalo como señal certera de que no procede de Dios. Un bien no está en contra de otro, pues según dijo Nuestro Señor: «Todo reino que está dividido en sí mismo, debe perecer» ( Lucas 11, 17 ), y como dijo también: «El que no está conmigo, está contra mí y el que conmigo no recoge, desparrama» ( Lucas 11, 23 ). Así pues, ha de ser para ti una señal certera: aquel bien que no admite a otro, ni siquiera un bien menor, o que lo destruye, no proviene de Dios. Debería rendir y no destruir.
Aquí se intercaló una breve observación del siguiente tenor: Sin duda alguna nuestro leal Dios toma a cada hombre en lo que es óptimo para él.
Esto es una verdad segura, y nunca toma a un hombre postrado al cual lo mismo hubiera podido hallar de pie; porque la bondad de Dios pretende lo óptimo para todas las cosas.
Luego preguntaron: ¿Por qué Dios no se lleva a aquellos hombres de los cuales sabe que perderán la gracia bautismal, haciéndolos morir en su infancia antes de que lleguen a usar la razón, ya que sabe de ellos que caerán y no se levantarán más? pues esto sería lo mejor para ellos.
A lo cual he contestado: ¡Dios no es un destructor de ningún bien sino que es un cumplidor! Dios no es un destructor de la naturaleza sino que la perfecciona. La gracia tampoco destruye a la naturaleza sino que la perfecciona. Si Dios entonces, en un comienzo, destruyera así a la naturaleza, le haría violencia e injusticia; y esto no lo hace. El hombre tiene libre albedrío con el cual puede elegir entre el bien y el mal, y Dios le ofrece ( para que elija ) la muerte por la mala acción y la vida por la buena acción. El hombre ha de ser libre y señor de todas sus acciones, y no destruido ni obligado. ( La ) gracia no destruye a la naturaleza, sino que la perfecciona. La gloria no destruye a la gracia, sino que la perfecciona, porque la gloria es la gracia perfeccionada. No existe, pues, nada en Dios que destruya algo que en alguna forma tiene existencia; Él es, al contrario, quien perfecciona todas las cosas. Del mismo modo, nosotros tampoco hemos de destruir en nosotros ningún bien por pequeño que sea, ni un modo insignificante a causa de otro grande; sino que debemos perfeccionarlo al máximo.
Se hizo referencia, por ejemplo, a un hombre que debía reiniciar una vida nueva, y yo dije lo siguiente: que ese hombre debería llegar a ser un hombre que buscara a Dios en todas las cosas y que encontrase a Dios en todo momento y en todos los lugares y con toda clase de gente en cualquier modo. En este ( empeño ) se puede avanzar y crecer siempre, sin cesar, en un progreso que nunca llega a su fin.