Eckhart – permanecer em paz

ECKHART TRATADOS — INSTRUÇÕES ESPIRITUAIS

17. Cómo el hombre debe permanecer en paz cuando se encuentra sin trabajos exteriores tales como los soportaron Cristo y muchos santos; cómo ha de seguir a Dios.
La gente bien podrá sentirse presa del miedo y de la pusilanimidad frente al hecho de que la vida de Nuestro Señor Jesucristo y de los santos era muy rigurosa y penosa, mientras el hombre en este aspecto no es capaz de hacer gran cosa y tampoco se siente impulsado a hacerla. Por ende, cuando la gente se nota tan distinta en este aspecto, a menudo se considera muy apartada de Dios a quien — ( según dicen ) — no pueden seguir. ¡Que nadie haga esto! El hombre nunca ( y ) de ninguna manera debe considerarse alejado de Dios, ni a causa de un defecto, ni por una flaqueza, ni por ninguna otra cosa. Aun en el caso de que tus grandes pecados te desvíen alguna vez tanto que tú no te puedas considerar cerca de Dios, debes suponer, sin embargo, que Dios se halla cerca de ti. Porque el hecho de que el hombre aleje de sí a Dios implica un gran perjuicio; pues, aun cuando el hombre ambula a distancia o en la proximidad, Dios no se aleja nunca, siempre permanece cerca; y si no puede permanecer adentro, a lo sumo se aleja para permanecer delante de la puerta.

Así sucede también con el rigor de la imitación. Fíjate en cuál es la cosa en que puede consistir tu imitación. Debes reconocer y haber observado cuál es la actitud que Dios te exige más que ninguna otra; porque en absoluto todos los hombres son llamados a recorrer un único camino hacia Dios, según dice San Pablo ( Cfr. 1 Cor. 7, 24 ). Si encuentras pues, que tu camino más cercano no corre a través de muchas obras externas y de grandes trabajos o privaciones -cosa que de ninguna manera importa mucho a no ser que el hombre sea impulsado especialmente por Dios y tenga la fuerza de hacerlo bien, sin perjuicio para su intimidad- si no encuentras, pues, nada de eso en tu fuero íntimo, quédate contento y no te preocupes mucho por ello.

Ahora bien, podrías decir: Si no tiene importancia ¿por qué lo hicieron nuestros antepasados, muchos santos?

Entonces reflexiona: Nuestro Señor les dio ese modo de ser y les brindó también la fuerza para hacerlo a fin de que pudieran perseverar con ese modo; y le gustaba que en ellos fuera así; en tal actitud debían lograr lo mejor para ellos. Porque Dios no ha vinculado la salvación de los seres humanos a ningún modo especial. Lo que tiene un determinado modo, otro no lo tiene; ( pero ) Dios ha dado eficiencia a todos los modos buenos sin negársela a ningún modo bueno, porque un determinado bien no está en contra de otro. Y por lo tanto, la gente debe darse cuenta en su fuero íntimo de que hacen mal cuando por casualidad ven a una persona buena u oyen decir de ella que no observa el modo de ellos, entonces ( en su concepto ) todo está perdido. Si no les gusta el modo ( de esas personas ), tampoco aprecian lo bueno de su modo y su buena intención. ¡Eso no está bien! Con respecto al modo ( de proceder ) de los hombres, uno debe fijarse más en el hecho de que estén bien dispuestos, sin despreciar el modo de nadie. No es posible que cada cual tenga el mismo modo y tampoco que todos los hombres tengan un solo modo, ni que un hombre tenga todos los modos, ni el de ningún otro.

Que cada uno conserve su modo bueno, incluyendo en él todos los demás y que aprehenda en su modo todo el bien y todos los modos. ( El ) cambio del modo perturba la manera de ser y el ánimo. Lo que te puede dar determinado modo, lo puedes lograr también con otro, siempre y cuando sea bueno y elogiable y se refiera sólo a Dios. Por lo demás, no todos los hombres pueden seguir por un solo camino. Así sucede también con la imitación de la rigurosa vida de esos santos. Seguramente debes amar semejante modo de ser y te puede gustar, pero sin que tengas la obligación de imitarlo.

Ahora podrías decir: Nuestro Señor Jesucristo observó siempre el más elevado modo; de derecho deberíamos imitarlo en todo momento.

¡Esto sí es cierto! Es justo que sigamos a Nuestro Señor, pero no de todos los modos. Nuestro Señor ayunó durante cuarenta días. Pero que nadie se proponga imitarlo a este respecto. Cristo hizo muchas obras con la intención de que lo siguiéramos espiritual y no materialmente. Por ello debemos esforzarnos por ser capaces de seguirlo de un modo racional; porque a Él le interesa más nuestro amor que nuestras obras. Debemos seguirlo en cada caso a nuestro modo propio.

¿Cómo, pues?

¡Escucha: en todas las cosas! ¿Cómo y de qué manera?

Así como ya lo he dicho a menudo: Estimo que una obra espiritual es mucho mejor que otra material.

¿Cómo es esto?

Cristo ayunó durante cuarenta días. Imítalo en el sentido de observar cuál es la cosa a que eres más propenso o dispuesto a hacerla: entonces ocúpate de eso y obsérvate rigurosamente a ti mismo. A menudo te conviene desprenderte más y sin preocupación de dicha cosa en lugar de abstenerte completamente de la comida. Igualmente, te resultará a veces más difícil callar una sola palabra que abstenerte de toda conversación. Y de la misma manera, a veces le es más difícil a una persona aceptar una palabrita injuriosa sin importancia que acaso un golpe pesado para el cual estaba preparada, y le resulta más difícil estar sola en una muchedumbre que en el yermo, y a menudo le cuesta más renunciar a una cosa pequeña que a otra grande y hacer una obra pequeña en lugar de otra considerada grande. De esta manera el hombre, en la medida de su flaqueza, puede seguir muy bien a Nuestro Señor y no puede ni debe pensar jamás que se halle lejos de Él.