Eckhart – inclinação ao pecado

Mestre Eckhart – Como a inclinação ao pecado sempre resulta proveitoso ao homem

9. Cómo la inclinación al pecado siempre le resulta provechosa al hombre.
Debes saber que para el hombre recto el impulso de faltar a la virtud nunca carece de gran bendición y utilidad. ¡Ahora, escucha! Ahí hay dos hombres: ( supongamos ) que uno tiene un carácter tal que no lo tiente ninguna debilidad o que esto sólo suceda en poca medida; el otro, empero, tiene una naturaleza tal que sufre tentaciones. Su hombre exterior es excitado por la presencia exterior de las cosas, sea por ejemplo, que ( lo inciten ) a la ira o a la vana codicia de honores o quizá a la sensualidad, según sea lo que le sucede. Pero él en sus potencias superiores se mantiene completamente firme, inmóvil, y no quiere cometer la falta, ya sea enojándose, ya sea pecando de cualquier forma, y entonces lucha fuertemente contra la flaqueza; pues puede tratarse de una debilidad ( enraizada ) en la naturaleza, así como algunas personas son iracundas o soberbias o cualquier otra cosa por naturaleza y, sin embargo, no quieren cometer ese pecado. Semejante ( hombre ) debe elogiarse mucho más, y su recompensa es mucho mayor y su virtud más noble que ( la ) del primero, porque la perfección de la virtud proviene sólo de la lucha, según dice San Pablo: «La virtud se realiza en la flaqueza» ( 2 Cor. 12, 9 ).

La inclinación al pecado no es pecado, pero querer pecar, esto sí es pecado, querer encolerizarse, esto sí es pecado. En verdad, si aquel que está bien encaminado tuviera el poder de desear, no se le ocurriría desear que perdiera la inclinación al pecado, pues sin ella el hombre estaría inseguro en todas las cosas y en todas sus obras y no sentiría preocupación frente a las cosas, y carecería también del honor ( ganado ) con la lucha, de la victoria y de la recompensa. Porque el impulso y la excitación ( producidos ) por la falta de virtud traen consigo la virtud y la recompensa por el esfuerzo ( hecho ). Pues, la inclinación hace que el hombre se empeñe cada vez más en el vigoroso ejercicio de la virtud, y lo empuja a la fuerza hacia la virtud, y es un azote áspero que impulsa al ser humano para que tenga cuidado y sea virtuoso porque, cuanto más débil se sienta el hombre, tanto más deberá armarse de fortaleza y victoria, ya que la virtud como la falta de virtud residen en la voluntad.