Como o homem deve executar suas obras da maneira mais sensata
7. Cómo el hombre debe ejecutar sus obras de la manera más sensata.
Hay algo que se halla en mucha gente y el hombre, si quiere, lo alcanza con gran facilidad: consiste en que las cosas con las que tiene que habérselas no lo estorban ni proyectan en él ninguna representación fija; pues allí donde el corazón rebosa de Dios, las criaturas no pueden tener ni encontrar lugar alguno. Pero no debemos contentarnos con esto; debemos aprovechar en gran medida todas las cosas, sea lo que fuere, estemos donde estemos, veamos o escuchemos lo que sea, por extraño y poco apropiado que nos resulte. Sólo entonces estamos bien y no antes, y en esto el hombre nunca debe llegar a un fin sino que puede crecer en ello sin cesar y lograr cada vez más en un progreso verdadero.
Y en todas sus obras y en todas las cosas el hombre ha de usar atentamente su entendimiento y en todas ellas debe tener inteligente conciencia de sí mismo y de su interioridad y aprehender a Dios en todas las cosas de la manera más sublime que sea posible. Pues, el ser humano debe ser tal como dijo Nuestro Señor: «¡Habéis de ser semejantes a hombres que a toda hora están despiertos y esperan a su señor!» ( Lucas 12, 36 ). A fe mía, la gente que espera así, está alerta y mira alrededor suyo ( para ver ) de dónde viene aquel a quien están esperando y lo aguardan en todo cuanto suceda por extraño que les resulte, ( pensando ) si acaso no se halla ahí. Nosotros debemos, de la misma manera, mirar conscientemente todas las cosas por ( si se esconde en ellas ) Nuestro Señor. Necesariamente hace falta mucha diligencia para tal ( empeño ), y uno no debe ahorrar gastos, dando todo cuanto puedan rendir los sentidos y potencias. Al proceder así, la gente estará bien y aprehenderán a Dios de igual modo en todas las cosas y siempre encontrarán en ellas a Dios en la misma medida.
Es cierto que una obra es distinta de la otra; pero si alguien hiciera sus obras con una disposición de ánimo siempre igual, de veras, sus obras serían todas iguales; y si estuviera bien encaminado, habiéndose posesionado de Dios de dicha manera, para este ( hombre ) Dios resplandecería, sin duda, tan de-veladamente en la ( obra ) mundana como en la más divina. Pero esto no ha de entenderse, a fe mía, en el sentido de que el hombre mismo debiera hacer una cosa mundana o incorrecta, sino que ha de orientar hacia Dios todas las cosas externas que le traen la vista y el oído. Quien de tal manera tiene presente a Dios en todas las cosas y quien domina y usa su entendimiento en lo más elevado, sólo éste conoce la verdadera paz y posee el legítimo reino de los cielos.
Pues, a aquel que ha de estar bien encaminado, le debe suceder una de dos cosas: o tiene que aprender a tomar y retener a Dios en las obras, o debe dejar todas las obras. Pero, como el hombre en esta vida no puede estar sin actividades, ya que éstas pertenecen al ser-hombre, y se dan en múltiples formas, le hace falta aprender a poseer a su Dios en todas las cosas y no sentir impedimentos en ninguna obra ni lugar alguno, y por ende: cuando el principiante tiene que obrar alguna cosa junto a otras personas, ha de cerciorarse fuertemente de Dios, colocándolo fijamente en su corazón y uniendo a Él todas sus aspiraciones y sus pensamientos, su voluntad y sus fuerzas, de modo que en este hombre no pueda configurarse la imagen de ninguna otra cosa.