Guénon Kabbala Numeros
René Guénon — FORMAS TRADICIONAIS E CICLOS CÓSMICOS
Qabbalah e ciência dos números
En la Qabbalah, esta misma ciencia de los números no se presenta de ningún modo como vinculada de la misma manera al simbolismo geométrico; es fácil de comprender que sea ello así, ya que ese simbolismo no podía convenir a pueblos nómadas como lo fueron esencialmente, en el origen, los hebreos y los árabes 1). Por el contrario, encontramos ahí algo que no tiene su equivalente entre los griegos: La unión estrecha, podríase decir inclusive que la identificación bajo muchos aspectos, de la ciencia de los números con la de las letras, en razón de las correspondencias numéricas de éstas; es esto lo que es eminentemente característico de la Qabbalah 2), y que no se reencuentra en ninguna otra parte, al menos bajo este aspecto y con ese desarrollo, si no es, como lo hemos dicho ya, en el esoterismo islámico, es decir, en suma, en la Tradición árabe.
Podría parecer sorprendente, a primera vista, que las consideraciones de este orden hayan permanecido extraña a los griegos 3), dado que, entre ellos también, las letras tienen un valor numérico (que es por lo demás el mismo que en los alfabetos hebreo y árabe para las que tienen en aquel su equivalente), y que ni siquiera hubiera jamás otros signos de numeración. La explicación de este hecho es empero bastante simple: Es porque la escritura griega no representa en realidad más que una importación extranjera (sea «fenicia» como se dice lo más habitualmente, sea en todo caso «qadmeana», es decir, «oriental» sin especificación más precisa, y los nombres mismos de las letras dan fe de ello), y porque, en su simbolismo numérico u otro, jamás verdaderamente, si puede expresarse así, ha hecho cuerpo con la lengua misma 4). Al contrario, en lenguas tales como el hebreo y el árabe, la significación de las palabras en inseparable del simbolismo de la letra, y sería imposible dar de ellas una interpretación completa, en cuanto a su sentido más profundo, el que importa verdaderamente bajo el punto de vista Tradicional e iniciático (ya que es menester no olvidar que se trata aquí esencialmente de «lenguas sagradas»), sin tener en cuenta el valor numérico de las letras que las componen; las relaciones existentes entre palabras numéricamente equivalentes y las substituciones a las cuales dan lugar a veces son, a este respecto, un ejemplo particularmente claro 5). Hay pues ahí algo que, como lo hemos dicho al comienzo, queda esencialmente en la constitución misma de esas lenguas, algo que está ligado a ellas de una manera propiamente «orgánica» antes bien lejos de haber venido a agregarse a las mismas desde el exterior, y después de un tiempo como en el caso de la lengua griega; y, encontrándose este elemento a la vez en el hebreo y en el árabe, puede legítimamente mirársele como procediendo de la fuente común de esas dos lenguas y de las dos Tradiciones que las mismas expresan, es decir, de lo que uno puede denominar la Tradición «abrahámica».
Podemos pues ahora sacar de estas consideraciones las conclusiones que se imponen: Es que, si enfocamos la ciencia de los números en los griegos y en los hebreos, la vemos revestida de dos formas muy diferentes, y apoyada de una parte sobre un simbolismo geométrico, y de la otra sobre un simbolismo literal 6). Por consecuencia, no podría haber cuestión de «préstamos», no más de un lado que de otro, sino solamente de equivalencias como ello se reencuentra necesariamente entre todas las formas Tradicionales; dejamos por lo demás enteramente de lado toda cuestión de «prioridad», sin interés verdadero en estas condiciones, y quizás insoluble, pudiéndose encontrar el punto de partida real mucho más allá de las épocas para las cuales es posible establecer una cronología, aunque más no sea poco rigurosa. Además, la hipótesis misma de un origen común inmediato debe igualmente ser descartada, ya que vemos a la Tradición de la cual esta ciencia forma parte integrante remontarse, de una parte, a una fuente «apoloniana», es decir, directamente hiperbórea, y, de la otra, a una fuente «abrahámica», que se vincula versosímilmente sobre todo ella misma (como lo sugieren por lo demás los nombres mismos de los hebreos y de los árabes) a la corriente Tradicional venida de la «isla perdida del Occidente» 7).
