Bazan Caída
GNOSTICISMO — TERMOS GNÓSTICOS — CAÍDA PLEROMÁTICA
VIDE: Queda, Idade Sombria
Guillermo Fraile: El ínfimo lugar de la escala de los seres le corresponde al mundo sensible. Todos los gnósticos tienen un concepto pesimista de la materia, que consideran como esencialmente mala y fuente del mal. Es la región del cambio y de la corrupción (genesis, phthora). Su origen no puede atribuirse a la bondad de Dios, sino a alguno de los seres intermedios, del pecado de uno de los cuales provienen el mal y el desorden cósmico. El ordenador del cosmos es el Yavé legislador del Antiguo Testamento. Ni la materia ni el demiurgo son eternos. Proceden de Sophía achamoth; la creación tiene un sentido ético y purificador, como medio para liberar a aquélla de sus pasiones.
Francisco García Bazán: «GNOSIS — LA ESENCIA DEL DUALISMO GNOSTICO»
Pero si según se va sugiriendo, el gnóstico concibe ontológicamente la realidad como una totalidad constituida por tres planos superpuestos: Dios Padre o Divinidad Suprema, Dios Hijo o mundo espiritual y mundo psicofísico o perecedero, percibe también que, en concreto, la relación que existe entre Dios/Pleroma, no es la misma que hay entre Pleroma/mundo del devenir. En efecto, el Pleroma es el lugar de Dios y de este modo se conserva junto a Él, lo revela y lo atestigua en la medida en que se lo permite su constitución natural. Sin embargo, el cosmos psicofísico que debe mantener en su esencia una relación equivalente y ser así un reflejo del cosmos espiritual, al que habría de manifestar en su humilde medida, no cumple debidamente esa función. Los seres particulares de nuestro mundo salidos del mundo del Espíritu, habrían de cumplir armónicamente sus funciones, sin excederse y sin generar, de ese modo, los conflictos que reinan por doquier: excesos de orden físico en la relación entre individuos y en la misma conducta individual, desajustes de decisión, desequilibrio de sentimientos y ausencia de sabiduría en el orden anímico. Ahora bien, si el mundo se revela ahora de esta manera, se ha revelado del mismo modo a lo largo de su historia y es semejante la formulación que recibe en las interpretaciones religiosas (o sea, no precisamente como una imagen del Espíritu, sino como el caos que se ha descripto), sin duda que aquí no reina la norma y que habrá que buscar la causa de esta ausencia de legalidad verdadera. Sí, el mundo así constituido y reflejado no es el efecto de una plenitud o sobreabundancia del cosmos espiritual, sino de una falencia, caída o desmedro de él mismo. Pero resulta obvio que el Pleroma como totalidad no puede “caer”. El Pleroma en pleno dará de sí algo inferior, pero ordenado. Luego agente y responsable de la “caída” será un aspecto del Pleroma y precisamente aquél que englobando y presidiendo en el hombre su actividad psíquica le hace creer, o sea, decidirse, entender y afeccionarse por un mundo caótico; en una palabra, la sabiduría que se ejercita entre el Pleroma y su verdadera imagen, la que si no se llena de luz espiritual, lo verá todo caprichosamente fuera de lugar, a su arbitrio y parecer1)
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