Carne Sangue [AOCG]
CARNE E SANGUE Gnosticismo Antonio Orbe Excertos de CRISTOLOGIA GNÓSTICA
El derramamiento de sangre no suele merecer estudio de los críticos de la gnosis. ¿Vale la pena?
La sangre se menciona en varias ocasiones.
Interviene como elemento capital en la formación uterina del individuo (v. Pistis Sophia). Los liturgos se encargan de nutrir con ella a la mujer para la plasis normal. A ella alude veladamente lo 1,13 como al origen obvio de la carne1).
La sangre de Abel, derramada por Caín en tierra, tenía voz y clamaba a los oídos de Yahvé2). Hay almas «llenas de sangre y de obras impuras»3), y otras que no tienen parte en la sangre de mártires, como Santiago el Justo, vertida por los impíos4). Uno de los signos del nuevo eón, según UW, será éste:
Sus reyes se embriagarán con la espada de fuego y se harán mutuamente guerra hasta empaparse la tierra de la sangre esparcida; y el mar se alborotará con aquella guerra5).
La Hipóstasis de los arcontes da principio con una cita significativa de Eph 6,12:
Sobre la hipóstasis de las potestades (exousia). En el espíritu del Padre de la verdad, díjonos el gran Apóstol tocante a las potestades de las tinieblas (Eph 6,12): «Nuestro combate no es contra la carne y (sangre), sino contra las potestades del mundo y los (elementos) espirituales del mal»6).
Los reparos heterodoxos no están en dar cabida a la sangre, sino en las limitaciones que, como a la carne, se creen obligados a imponerle.
Es clásica una cláusula del Apóstol (1 Cor 15,50): «Os digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorruptela».
En ella se hacían fuertes, singularmente los valentinianos, para negar la resurrección de la carne (Irineu de Lião). Habíales precedido Marción (Tertuliano). Muy interesante un logion del Evangelio según Felipe:
Hay quienes temen resucitar desnudos (= sin carne). Por eso quieren resucitar en la carne (sarx). Ignoran que quienes llevan (phorein) la carne son (precisamente los) desnudos. Quienes se (despojaren) hasta quedar desnudos (de la carne), ésos no están desnudos. Ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios (1 Cor 15,50). ¿Cuál es la que no heredará (kleronomein)? La que hemos revestido nosotros. Y ¿cuál heredará? La de Cristo y su sangre. Por eso dijo (lo 6,53): «Quien no comiere mi carne (sarx) y no bebiere mi sangre, no tiene la vida en El»7). ¿Qué es su carne? Su carne es el Logos, y su sangre, el Espíritu Santo8).
El que los ha recibido tiene un alimento (trophe), y una bebida, y un vestido. Por mi parte, repruebo a los otros, (esto es), a quienes dicen que ella (= la carne) no resucitará. Ahora bien (eita), ambas (¿la carne y la sangre?) están en deficiencia. Dices tú que la carne no resucitará. Mas dime quién resucitará, para que le veneremos. Tú dices que el espíritu (pneuma) está en la carne, y hay también esta luz en la carne. Pues cuanto digas tú, nada dices fuera de la carne. Es preciso resucitar en esta carne, porque todo está en ella (Evangelho de Felipe).
Hay carne y carne, como hay sangre y sangre. Una, la sensible, endosada por el hombre en su nacimiento, que — hija de corrupción — no puede heredar el reino de Dios, ni resucitar a la incorruptela.
Otra, la espiritual, revestida en la regeneración del hombre (en Cristo), que — incorruptible y llamada a la incorrupción — heredará el reino de Dios.
Esta segunda sangre (y carne) es de la misma índole que la sangre (y carne) de Cristo, indispensable — como bebida y aun vestidura del individuo — para tener vida en El. La sangre de su eucaristía, el Espíritu Santo.
Así como la carne eucarística anunciada por Jesús en lo 6,53 es el Logos, así su sangre, el Espíritu Santo, elemento vital escondido en el Logos. Gracias al Espíritu, sangre del Verbo, se dará al hombre (redivivo) la vida y luz, principio de incorrupción definitiva9).
La «carne» y «sangre» de 1 Cor 15,50, materialmente entendidas, daban lugar al axioma gnóstico. Pero el logion de Jesús (lo 6, 53) y otros similares obligaban a atribuirles misteriosos sentidos. Los gnósticos eran demasiado hábiles para renunciar, sin más, a sus ideas.
Resultaría de interés analizar los pasajes — con mención escrituraria de la sangre — disimuladamente adobados a sus intentos. En todo el Evangelium Veritatis no figura una sola vez la sangre:
Por eso, el misericordioso, el fiel Jesús, acogió el sufrimiento, aceptando los golpes hasta que hubo tomado aquel libro (= el de los vivientes), como quien sabe que su muerte es vida para muchos…
Repetidas veces hemos tratado sobre el alcance simbólico «del flujo de sangre» en la hemorroísa. Los gnósticos le asignaban al desliz de Sofía o Prunicos. No se les ocurre, a pesar de su virtuosismo, contrastar la efusión cruenta de Jesús crucificado con el flujo de sangre del hombre (resp. de la iglesia enferma).
El simbolismo del flujo se desplaza. Fluye la muerte o uno mismo a merced del espíritu del mundo, como las tinieblas que se extendían en la tierra amorfa (Gen 1,2) (Apócrifo de João).
«La sangre de Sofía (= Prunicos)» se derrama — saliendo del Pleroma al Hysterema — para, por efusión de «espíritu femenino», dar origen al hombre de luz o a la iglesia de los hombres espirituales.
