Preconceitos Anti-tradicionalistas

Francisco García Bazán — René Guénoon ou a Tradição Viva Preconceitos Anti-tradicionalistas Algunos obstáculos de comprensión forman parte del campo mismo de trabajo de los orientalistas, puesto que los especialistas de los estudios orientales pueden apartarse del núcleo de sus investigaciones al reducir a simple técnica lingüística su disciplina, olvidando que la erudición es una herramienta para la comprensión; o bien, lo que incluso es más perjudicial, empeñándose por proyectar su punto de vista occidentalista sobre los temas del Oriente, con lo que el objeto de estudio es directamente escamoteado. Pero resulta que la civilización oriental es un hecho histórico, vigente y actual, y exige, entonces, tener que ser interpretada bajo su verdadera luz. Por lo tanto a los errores o deformaciones de oficio aludidos, hay que agregar aquellos más profundos y que se originan en un entendimiento superficial del fenómeno considerado. La designación Oriente-Occidente no indica una simple distinción geográfica, sino que señala a características culturales que se adaptan a la conformación mental común a extensos grupos humanos que habitan por todo el planeta, aunque se concentran particularmente en algunas zonas terrestres. Y la diferencia radical entre ambas mentalidades consiste en que en tanto que la civilización oriental basa su estilo de vida en una serie de principios de consistencia eterna e inmutable que le otorgan su peculiar configuración, con lo que sus pueblos, instituciones y creencias revelan a simple vista una apariencia de estabilidad y conservadurismo, la civilización occidental moderna no descansa en ellos, habiendo dado entrada en su lugar a una galería de falsas ideas y criterios de concepción que la condicionan en su totalidad y le dan aquella fisonomía de transformación vertiginosa que a todos resulta familiar. Entre esas nociones canonizadas como dogmas profanos, pero inatacables, figuran concepciones tan engañosas como la creencia en el progreso ininterrumpido y sin fin de la humanidad, en la evolución, en el valor último de la razón, etc. Obviamente, mientras que el órgano suprarracional que permite en el primer caso la captación de los principios verdaderos y la pertinente fijeza de las estructuras culturales que inspiran, es la facultad intelectual o espiritual incorporada en el ser humano, en el segundo caso, caída esta en desuso y menospreciada, es el arbitrio de la mera facultad racional la que hace las veces de guía y juez. Esta diferenciación e incompatibilidad estereotipada con particular vehemencia en la época moderna, es la que facilita asimismo perspectivas ilusorias de interpretación, generando hipótesis histórico-culturales fantásticas como la del “milagro griego”, que crean divisiones artificiales en la vida universal de la cultura y levantan barreras inexistentes entre sectores geográficos por los que circuló en otros tiempos una visión común de la realidad. Sin méritos que justifiquen el juicio se ponen inmerecidamente de relieve uno u otro conjunto de fenómenos culturales, como si fuesen consecuencia de una generación espontánea. Tal sucede con la opinión de los especialistas occidentales sobre Grecia y Roma.

Debe tenerse en cuenta, finalmente, que las palabras son la envoltura natural con las que el hombre expresa su pensamiento. A universos mentales más profundos y fértiles, corresponden medios lingüísticos más complejos y que difícilmente podrán ser traducidos en lenguas pertenecientes a culturas más someras y cambiantes. Se advierte, pues, sobre otro inconveniente, y relegado cada día más en la medida en que se adopta hora a hora el lenguaje como mero instrumento formal de comunicación. Se trata, por consiguiente, de un nuevo obstáculo imperceptible y que colabora subrepticiamente para traicionar la inteligencia justa de fas doctrinas orientales.

Ahora bien, el Oriente puede mostrar una imagen polimorfa y diversificada, si con inveterada óptica occidentalista se lo considera desde un punto de vista histórico, político y geográfico, pero no es ésta la perspectiva correcta. La civilización oriental constituye una unidad, porque participa de un temple común, el que le confiere el espíritu tradicional o respeto por la tradición.

Hemos hablado, pues, hasta aquí cón Guénon de una civilización tradicional y el autor galo suele igualmente referirse a ritos, lenguas y doctrinas tradicionales, hechos, en resumen, que son idénticos a fenómenos históricos e intelectuales con los que estamos familiarizados, pero que en la concepción cjue se expone entrañan una nota peculiar, la de participar de la tradición ¿Qué significa', por lo tanto, 'tradición'?