Parábola Espiritual Animal [OPEI]

Antonio Orbe — Parábolas Evangélicas em São Irineu

Dimensões nas Parábolas — Espiritual e Animal El «cuerpo de Aletheia» sólo se daba a conocer por revelación a espirituales, y constaba de miembros espirituales, inaccesibles a humano discurso. Erase, pues, un cuerpo de verdades psíquicas, asequibles a una buena masa (= a los eclesiásticos) merced a la exégesis normal de la Escritura: San Ireneo lo denominaba «corpus veritatis». Había además otro, de miembros espirituales, inaccesible por caminos de análisis; constituía el corpus veritatis, paralelo — en el campo exegético — al «cuerpo de Aletheia» (resp. del Unigénito), revelado como plenitud divina (= el pleroma de los eones) a Marcos y a los discípulos escogidos por el Salvador como depositarios de su gnosis.

Las parábolas evangélicas esconden, según eso, dos dimensiones: una espiritual, inteligible por parádosis secreta y, a la postre, por revelación; otra animal, asequible por los caminos de exégesis, sobre que insiste San Ireneo.

Se comprende que, en rigurosa gnosis, las parábolas se ofrecieran diversamente a carnales, psíquicos y espirituales:

1) Los carnales entendían el cuerpo sensible de las expresiones; dejaban escapar los dos significados (eclesiástico y gnóstico). Cf. Orígenes, In Io. XX § 54: «Preguntemos a los que introducen las naturalezas (= a los valentinianos) y explican este paso (lo 8,37): 'Mí palabra no tiene cabida en vosotros', al modo de Heracleón, diciendo que no tiene cabida precisamente porque no son idóneos (anepitedeioi) o por esencia (kat' ousian) (alude a los hílicos) o por consejo deliberado (kata gnomen) (alusión a los psíquicos libremente pervertidos). Demandémosles cómo los no idóneos por esencia han oído al Padre». La respuesta sería: Los hílicos oyen materialmente las palabras del Hijo, por quien habla el Padre. No las entienden, ni pueden entender. Igual que el fragmento anterior (Heracleón fr.43) convendría transcribir aquí el fr.44 con el contexto inmediato. Véase Orígenes, In lo. XX §§ 167ss; M. Simonetti, Testi gnostici cristiani (Bari 1970) p. 164 n. 104.

El lenguaje parabólico se les hacía tan inasequible como cualquier otro del Evangelio; ineptos sustancialmente para el verbo de Dios — cualquiera que fuese su indumento literario — sentían el vuelo de las parábolas como el de las demás enseñanzas. A los carnales no les afecta Mc 4,10-12.

2) Los psíquicos pervertidos (libremente: kata gnomen), v.gr., los fariseos, escuchaban las parábolas igual que los carnales, a cuyo nivel culpablemente se habían reducido. Naturalmente (kat' ousian) idóneos para entender — a nivel psíquico — las expresiones de Jesús, habíanse cegado por su culpa, y repugnaban su magisterio.

Los psíquicos creyentes acogían las parábolas, y por su buena disposición — preguntando al Señor o discurriendo sobre otros datos de Escritura — , llegaban a entender su dimensión mesiánica (hebreo-eclesiástica). Lejos de cegarles, sus términos les movían a penetrarlas.

3) Los espirituales las comprenderían en su hondura máxima, con arreglo a la revelación auténtica del Salvador. Las parábolas, traducidas a nivel pneumático, restituirían los miembros del organismo o «cuerpo de la verdad», objeto de la gnosis. Lejos de cegarles, les confirmarían en su espiritual evangelio, a salvo de toda peligrosa e insuficiente exégesis. Jesús se las dirigía, durante la vida pública, en términos literalmente ambiguos, inasequibles — en su dimensión espiritual — no sólo a los carnales y psíquicos, sino aun a ellos mismos, a los espirituales. Dejando para los días (resp. meses) de vida terrena gloriosa la iluminación auténtica, destinada a la parádosis futura.

San Ireneo no recela tantas distinciones ni subterfugios para la exégesis gnóstica de las parábolas, o no les otorga valor. Por instinto, deniega el postulado fundamental heterodoxo: la revelación del Salvador a particulares discípulos, como arranque de una parádosis doctrinal esotérica, extensiva en especial a las parábolas.

Faltando la base, la revelación auténtica, se impone la exégesis normal de las enseñanzas de Jesús. No habiendo clave — por tradición secreta — para las parábolas, mientras ellas mismas no se expliquen, conviene recurrir a las normas habituales de interpretación. De ahí las reglas de II 27,1ss.