Dionísio o Areopagita — Excertos temáticos de suas obras
Pai
1. “Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces”. Más aún, la Luz procede del Padre, se difunde copiosamente sobre nosotros y con su poder unificante nos atrae y lleva a lo alto. Nos hace retornar a la unidad y deificante simplicidad del Padre, congregados en El. “Porque de El y para El son todas las cosas”, como dice la Escritura. Hierarquia Celestial: CAPITULO I
2. Invoquemos, pues, a Jesús, la Luz del Padre, “la luz verdadera que viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre”, “por quien hemos obtenido acceso” al Padre, la luz que es fuente de toda luz. Fijemos la mirada lo mejor que podamos en las luces que los Padres nos transmiten por las Sagradas Escrituras. En cuanto nos sea posible estudiemos las jerarquías de los espíritus celestes conforme la Sagrada Escritura nos lo ha revelado de modo simbólico y anagógico. Centremos fijamente la mirada inmaterial del entendimiento en la Luz desbordante más que fundamental, que se origina en el Padre, fuente de la Divinidad. Por medio de figuras simbólicas, nos ilustra sobre las bienaventuradas jerarquías de los ángeles. Pero elevémonos sobre esta profusión luminosa hasta el puro Rayo de Luz en sí mismo. Hierarquia Celestial: CAPITULO I
Levantemos ahora la mirada a las más altas revelaciones de las Escrituras. Observo, efectivamente, que Jesús, Causa supraesencial de todos los seres que viven más allá del universo, vino a tomar forma humana sin cambiar su propia naturaleza. Después nunca abandonó la forma humana que El había dispuesto y escogido. Obediente la sometió a los deseos de Dios Padre, que los ángeles hicieron manifiestos. Angeles fueron los que instruyeron a José sobre los planes del Padre para la huida a Egipto y el retorno a Judea. Jesús mismo recibió órdenes del Padre por medio de los ángeles. No tengo necesidad de recordaros la sagrada tradición del ángel que confortó a Jesús o del hecho que Jesús mismo, por la sobreabundante bondad con que llevó a cabo nuestra salvación, es contado entre los ángeles de la revelación con el nombre de “Angel del consejo”. ¿No fue El en verdad un ángel por habernos anunciado lo que conoció del Padre? Hierarquia Celestial: CAPITULO IV
Así la teología, considerando a la Trinidad como única causa de todo lo designa bajo el nombre de unidad; y enseña que no hay más que un solo Dios Padre, un solo Señor Jesucristo, un solo y mismo Espíritu Santo, en la simplicidad inefable de una misma unidad, donde todas las cosas preexisten maravillosamente, y son reunidas y unidas sin división. Es pues con razón que se atribuye y que se relaciona todo a esta naturaleza augusta; pues ha producido todo y ha ordenado todo; en ella todo subsiste y se mantiene; todo recibe de ella su complemento y todo se dirige hacia ella. Y no encontraréis un solo ser que no deba lo que es, y su perfección y su permanencia a esta unidad trascendente que reconocemos en la Santísima Trinidad. En consecuencia, hay que, llevados de la pluralidad a la unidad por la virtud de la simplicidad divina, dar gloria especial a la Trinidad y Unidad celestial, como al principio único de las cosas, que precede a toda singularidad y pluralidad toda fracción y totalidad, todo límite e inmensidad, todo finito e infinito; que constituye a todos los seres, e incluso la razón del ser; que, sin alteración de su unidad, produce cada cosa y la totalidad de las cosas, coexistiendo, anterior y superior a todo, prevaleciendo sobre toda unidad creada, de la cual produce él mismo la forma esencial: pues la unidad que aparece en las criaturas se concibe como nombre y todo nombre participa en la existencia. Pero la unidad sobreesencial determina la razón de la unidad y todo número creado; es el principio, la causa, la medida y el orden de la unidad, del número y de todo lo que existe. Y aunque se atribuya a la divinidad que supera todas, los nombres de Unidad y Trinidad, esta Trinidad y esta Unidad, sin embargo, no pueden ser conocidas por nosotros, ni por ningún ser; pero a fin de glorificar santamente esta esencia indivisible y fecunda, designamos por los nombres de Trinidad y de Unidad lo que es más sublime que ningún nombre, más sublime que ninguna sustancia. Pues no es ni unidad, ni trinidad; no es ni número, ni simplicidad, ni fecundidad; no es ni existencia alguna, ni cosa conocida que pueda desvelar la esencia divina tan excelentemente elevada por encima de todas las cosas, desvelar un misterio superior a toda razón, a toda inteligencia; y Dios no se califica ni se explica; su majestad es absolutamente inaccesible. Aunque se le llame bueno, no es que este título sea perfectamente digno de él; sino es que por el deseo de concebir y de expresar algún pensamiento referente a esta inefable naturaleza, se le consagra principalmente la más augusta de todas las denominaciones. Este lenguaje está perfectamente conforme con el de las Escrituras; y no obstante está lejos de representar toda la verdad. De ahí viene que los teólogos han preferido .elevarse a Dios por el camino de las locuciones negativas; porque así el alma se libra de las cosas materiales que le oprimen y penetra a través de las puras nociones que se puede tener de la divinidad; y más allá de las cuales reside él, que supera a Todo, a toda razón, a todo conocimiento; y que en fin se une íntimamente a él, en la medida que puede comunicarse y de que somos capaces de recibirlo. Nomes Divinos CAPITULO XIII
Así la teología, considerando a la Trinidad como única causa de todo lo designa bajo el nombre de unidad; y enseña que no hay más que un solo Dios Padre, un solo Señor Jesucristo, un solo y mismo Espíritu Santo, en la simplicidad inefable de una misma unidad, donde todas las cosas preexisten maravillosamente, y son reunidas y unidas sin división. Es pues con razón que se atribuye y que se relaciona todo a esta naturaleza augusta; pues ha producido todo y ha ordenado todo; en ella todo subsiste y se mantiene; todo recibe de ella su complemento y todo se dirige hacia ella. Y no encontraréis un solo ser que no deba lo que es, y su perfección y su permanencia a esta unidad trascendente que reconocemos en la Santísima Trinidad. En consecuencia, hay que, llevados de la pluralidad a la unidad por la virtud de la simplicidad divina, dar gloria especial a la Trinidad y Unidad celestial, como al principio único de las cosas, que precede a toda singularidad y pluralidad toda fracción y totalidad, todo límite e inmensidad, todo finito e infinito; que constituye a todos los seres, e incluso la razón del ser; que, sin alteración de su unidad, produce cada cosa y la totalidad de las cosas, coexistiendo, anterior y superior a todo, prevaleciendo sobre toda unidad creada, de la cual produce él mismo la forma esencial: pues la unidad que aparece en las criaturas se concibe como nombre y todo nombre participa en la existencia. Pero la unidad sobreesencial determina la razón de la unidad y todo número creado; es el principio, la causa, la medida y el orden de la unidad, del número y de todo lo que existe. Y aunque se atribuya a la divinidad que supera todas, los nombres de Unidad y Trinidad, esta Trinidad y esta Unidad, sin embargo, no pueden ser conocidas por nosotros, ni por ningún ser; pero a fin de glorificar santamente esta esencia indivisible y fecunda, designamos por los nombres de Trinidad y de Unidad lo que es más sublime que ningún nombre, más sublime que ninguna sustancia. Pues no es ni unidad, ni trinidad; no es ni número, ni simplicidad, ni fecundidad; no es ni existencia alguna, ni cosa conocida que pueda desvelar la esencia divina tan excelentemente elevada por encima de todas las cosas, desvelar un misterio superior a toda razón, a toda inteligencia; y Dios no se califica ni se explica; su majestad es absolutamente inaccesible. Aunque se le llame bueno, no es que este título sea perfectamente digno de él; sino es que por el deseo de concebir y de expresar algún pensamiento referente a esta inefable naturaleza, se le consagra principalmente la más augusta de todas las denominaciones. Este lenguaje está perfectamente conforme con el de las Escrituras; y no obstante está lejos de representar toda la verdad. De ahí viene que los teólogos han preferido .elevarse a Dios por el camino de las locuciones negativas; porque así el alma se libra de las cosas materiales que le oprimen y penetra a través de las puras nociones que se puede tener de la divinidad; y más allá de las cuales reside él, que supera a Todo, a toda razón, a todo conocimiento; y que en fin se une íntimamente a él, en la medida que puede comunicarse y de que somos capaces de recibirlo. Nomes Divinos CAPITULO XIII