Dionísio Areopagita Luz

Dionísio o Areopagita — Excertos temáticos de suas obras
Luz
Segundo Richard Temple, uma ideia, dentre as muitas verdades espirituais que encontramos em Dionísio o Areopagita, e que passaram para o cristianismo do misticismo helenista, foi o princípio da luz como um símbolo da influência divina radiando para fora e para baixo através de sucessivas regiões celestes do universo. Dionísio e outros escritores cristãos seguem Plotino em fazer a distinção entre a luz espiritual, invisível e seu símbolo, a luz física.

A Philokalia, como vimos, nos conta que aparte do sol físico que existe no universo visível há um sol espiritual no universo invisível. Em outras palavras a ação e energias da luz no mundo externo são imagens de energias interiores cujas ações têm lugar no mundo espiritual e dentro da psique o homem espiritual. Assim como Plotino, baseando-se em Platão, afirma que a luz do sol “é uma substância corpórea mas dela irradia esta outra luz que, embora tenha o mesmo nome, pronunciamos incorpórea”. ;E justamente esta luz interior, imperceptível aos sentidos, que os primitivos filósofos cristãos e buscadores da verdade davam a entender através de técnicas de dispôr a luz em seus ícones (v. Iconografia). A analogia é exata porque as leis dos cosmos superiores reproduzem-se nos inferiores tão perfeitamente que a manipulação da luz e da cor na obra de um mestre pintor de ícones se torna uma demonstração da verdade espiritual no plano material.

Alusões ao sentido simbólico da iluminação, através de sugestões a imagística da luz, são tão comuns que raramente damos a elas a consideração devida. Esquecemos que mesmo a luz física, sem a nutrição da qual a vida orgânica não poderia existir, tem propriedades extraordinárias.

Na filosofia tradicional a luz era considerada como sendo incorpórea e portanto divina, ou seja, pertencente àqueles níveis do cosmos que são acima da matéria. Não precisamos descartar tal pensamento levianamente mesmo embora a física moderna, pela medida das vibrações da luz solar, estabeleça sua materialidade. Mesmo assim esta materialidade é de um grau mais fino do que qualquer substância terrestre e tem propriedades extra-terrestres. Sua fonte é o sol e transcende as limitações terrestres de espaço e tempo. A luz, portanto, pode ser dita existir em um universo que tem mais dimensões que a percepção dos sentidos pode compreender e em uma escala de tempo que, para nós, a eternidade.

Encontramos Dionísio, citando o que chama de “escritores sagrados”, pelos quais se refere a Plotino ou a seu mestre Proclo, definido a qualidade da Divindade Supra Divina:

Pues, como el sol material, sin que lo comprenda o lo quiera, pero por el solo hecho de su existencia, alumbra todas las cosas que por su condición hace susceptibles de su luz, lo mismo lo bueno —que sobrepasa tan eminentemente al sol, como un original, por el solo hecho de ser, supera a la pálida copia que se obtiene de él— derrama sobre todos los seres tanto como son capaces de ello, la suave influencia de sus rayos.

(…)

¿Pero qué se diría del sol si se quisiera considerar aparte este astro radiante? Pues la luz viene de lo bueno y es una figura de la bondad, y lo bueno podría llamarse luz, el arquetipo pudiendo ser designado por su imagen. Pues, como la bondad de Dios infinito penetra todos los seres, desde los más elevados y los primeros hasta los últimos y los más humildes, y los sobrepasa a todos, sin que los más sublimes puedan alcanzar su excelencia, ni los más viles escapar de sus opresiones, como derrama su luz sobre todo lo que es apto, y crea, vivifica, mantiene y perfecciona: como es la medida, la duración, el número, la armonía, el lazo, el principio y el fin de todo: tal imagen visible y eco lejano de la divina bondad, el sol, fanal inmenso: inextinguible, resplandece en todos los cuerpos que la luz puede invadir, hace brillar su destello y envuelve el mundo visible, la tierra y el cielo con la gloria de sus rayos puros. Y si algunos objetos no son penetrados, no es porque no les puede alcanzar o porque les alcanza demasiado débilmente, es porque los objetos mismos no presentan mas que elementos bastos, poco propicios a recibir la luz: así, parece pasar más allá y reparte su riqueza en los cuerpos mejor dispuestos, pero nada de lo que se ve escapa a la acción universal de este hogar inmenso. Incluso, el sol participa en la producción de los seres organizados: les trae a la vida, les alimenta, les da crecimiento y perfección, los purifica y los renueva. La luz nos mide y cuenta las estaciones, los días y el resto de tiempos; y es esta misma luz, aunque no tuviese entonces su forma definitiva, la que distinguiera los tres primeros días de nuestro universo, según el relato de Moisés. Luego: lo mismo que la bondad llama a ello y, como fuente divina y causa fecunda de bondad, llama a su seno a la muchedumbre de seres que están dispersos, por decir así, y que todas las cosas aspiran a ella como a su principio, a su salvaguarda y a su fin; lo mismo que, según la expresión de las Escrituras, todo lo que subsiste procede de la bondad, y ha sido creado por su potencia perfecta, y se conserva mantenido y protegido en ella como en un fondo incorruptible; lo mismo que todo se reduce a ella, como a su propio término, y lo anhela: los espíritus puros y las almas con inteligencia, los animales por la sensibilidad, las plantas por el movimiento vegetativo que es como un deseo de vivir, las cosas sin vida y dotadas de la simple existencia por su aptitud misma a entrar en la participación del ser: así y en el grado donde ella representa la bondad, la luz, centro potente, atrae a ello todo lo que es, lo que ve, lo que se mueve, lo que es capaz de destello y de calor, en general todo lo que ello envuelve en sus rayos: he aquí porque los griegos mencionan el sol (helios), de la palabra (aolles), porque acoge, mantiene en la unidad los seres diseminados por el universo, y todas las cosas sensibles aspiran hacia él, sea para disfrutar de la visión, sea para recibir de él el movimiento, la luz y el calor, para ser conservados por su destello vivificante. Lo que digo, no obstante, no según la opinión de los antiguos, que miraban al sol como el dios, el creador y la soberana providencia del mundo físico, sino porque, desde el origen del mundo, las criaturas han hecho visible e inteligible lo que hay de invisible en Dios, incluso su eterna potencia y su divinidad.

V. Pero esto ha sido tratado en la Teología simbólica. Hay que interpretar ahora el nombre de la luz aplicado al soberano bien. Ahora bien, la bondad es llamada luz espiritual, porque llena de su esplendor inteligible a todo espíritu celeste: porque ahuyenta la ignorancia y el error de las almas donde se refugian, les dispensa a todas la luz sagrada, purifica su entendimiento de las tinieblas cuya ignorancia lo ofuscaba, se despierta y abre su visión interior determinada y limitada por la oscuridad. Primero les envía un destello moderado: luego, cuando lo han saboreado, por así decirlo, y están prendadas de él, lo derrama con más abundancia, y en fin lo vierte a raudales, cuando han amado mucho. Así los atrae sin cesar cada vez más, en razón sin embargo de su celo a aspirar hacia la luz.

VI. Por consiguiente lo bueno, superior a toda luz, se llama inteligible, porque es una fuente fecunda y amplio desbordamiento de claridad, que colma de su plenitud todos los espíritus, y los que están más allá de los mundos, y los que gobiernan los mundos y los que los mundos contienen; que renueva incesantemente su fuerza intelectual, los abraza envolviéndolos de su inmensidad, y los supera por su inaccesible elevación, que, en fin, principio deslumbrante de todo esplendor, resume en sí, posee eminentemente y con anterioridad toda potencia de iluminación, y agrupa y mantiene estrechamente unidas las inteligencias puras y las almas sensatas. Pues, como la ignorancia y el error crean la división, así la luz espiritual, apareciendo, recuerda y recoge en un todo compacto las cosas que alcanza, las perfecciona, las sitúa hacia el ser real, corrige sus vanas opiniones, reduce sus múltiples visiones, o más bien sus imaginaciones caprichosas, en un conocimiento único, verdadero, puro y simple, y las llena con una luz que es unidad y que produce la unidad.