LOGIA JESUS — DEUS TE CUIDA (Mt X, 29-31; Lc XII, 6-7)
EVANGELHO DE JESUS:
29 Dois pardais não são vendidos por um asse? Contudo, nenhum deles é abatido sem a vontade de vosso pai. 30 E vós, até mesmo os cabelos de vossa cabeça são todos contados. 31 Por isso não temais: vós sois mais preciosos que uma multidão de pardais. (Chouraqui; Mt 10:29-31)6 Cinco pardais não são vendidos por dois soidos? No entanto, nenhum deles é esquecido diante de Elohíms. 7 Mas até mesmo os cabelos de vossa cabeça estão todos contados. Não estremeçais! Sois superiores a muitos pardais! (Lc XII, 6-7)
Um comentário de Chouraqui afirma que os rabis dizem: “Tudo está nas mãos de Elohíms, salvo estremecer diante de Elohíms.” Uma possível chave para este dito, posto que este versículo segue em Lucas o versículo XII,4-5. Nos dois versículos se ressalta o temor: invocado em Lc XII,4-5, enquanto temor do que a ilusão de “mim-mesmo” é capaz em termos de perder-se em uma geena, construída pela falsa separação; aqui descartado como temor não proveniente de Deus, mas justamente de “mim-mesmo”. O temor não está nas mão de Deus, como tudo mais está, mas na ilusão de um eu separado. Esta é a chave para entender estes versículos e seus comentários repetitivos da literalidade do texto, a exemplo de Larchet, abaixo.
VIDE: EMMANUEL
Jean-Claude Larchet: TERAPÊUTICA DAS DOENÇAS ESPIRITUAIS
En primer lugar, el temor revela una relación patológica del hombre con Dios. Al temer perder algún bien de este mundo y algún placer sensible en lugar de temer perder a Dios y así perderse a sí mismo, el hombre se desvía de Dios, la fuente de su vida, principio y fin de su ser, sentido de su existencia, y coloca el centro de sus preocupaciones en la realidad sensible que se transforma para él en Absoluto. Todo el proceso del pecado ancestral, lo vemos, se halla en esta actitud, con todas sus consecuencias, evidentemente.
Pero en el temor, no solamente Dios es olvidado como principio y fin del ser y de la vida, como sentido y centro de la existencia: es igualmente negado, ignorado, rechazado en la acción providencial y la protección benévola que ejerce respecto de cada ser. El temor revela la ilusión que tiene el hombre de estar entregado a sí mismo, de no poder o de no tener que contar más que con sus propias fuerzas, de estar desprotegido de la ayuda de Dios. «Se preguntó a un Anciano: “¿Por qué yo tengo miedo yendo por el desierto?” Él dijo: “Porque te crees solo, y no ves a Dios contigo”». La enseñanza de Cristo mismo viene a denunciar esta ilusión recordando al hombre que Dios cuida de él permanentemente (Mt 10, 29-31; Lc 12, 6-7) El temor entonces es el signo de una falta de fe en la Providencia divina: «¿Cómo es que tienen miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» dice Cristo a sus discípulos atemorizados por una tempestad (Mc 4, 36-40).