DEUS — DEUS ABSCONDITUS
Paulo Apóstolo Paulo Deus Desconhecido
Vladimir Lossky: Deus ignoto — Teologia mística da igreja do oriente
Hayyim de Volozhyn: Deus transcendente — a alma da vida
A característica cardeal do pensamento gnóstico é o dualismo que governa a relação de Deus e mundo, e correspondentemente aquela de homem e mundo. A Deidade é absolutamente transmundana, sua natureza “estrangeira” àquela do Universo, que nem criou nem governa e ao qual é a antítese completa: ao reino divino de luz, autocontido e remoto, o Cosmo é oposto como o reino de escuridão. O mundo é o trabalho de poderes inferiores que embora possam mediatamente descender Dele não conhecem o verdadeiro Deus e obstruem o conhecimento Dele no Cosmo sobre o qual reinam. A gênese destes poderes inferiores, os Arcontes (Regentes), e em geral de todos aquelas ordens de seres fora de deus, incluindo o Mundo ele mesmo, é um tema principal da especulação gnóstica. O Deus Transcendente Ele mesmo está oculto de todas as criaturas e é desconhecido por conceitos naturais. Conhecimento Dele requer revelação supranatural e iluminação e mesmo então pode dificilmente ser expresso de outra forma que não seja em termos negativos (apophasis). ( Hans Jonas: A Religião Gnóstica )
Es ahí mismo donde se opera la unión entre este doble tema y la doctrina espiritual de Rûzbehân. Se encuentra en ésta el tema común a toda la mística especulativa del sufismo, particularmente desarrollado por Ibn Arabi, del Deus absconditus, el «Tesoro oculto» que aspira a revelarse, a ser conocido. Sin embargo, esta revelación arrastra consigo una situación dramática en la que se encuentran implicados simultáneamente el Ser divino y el ser en el cual y por el cual Él se revela, pues Dios no puede mirar a otro que a sí mismo, ni ser mirado por otro que él mismo. Los Awlîyâ, los iniciados, escalonándose en diferentes grados espirituales, son precisamente los ojos que Dios mira porque son los ojos por los que Él mira. Gracias a ellos, nuestro mundo es todavía un mundo al que Dios «mira», y esto es lo que quiere decir la misteriosa afirmación de que si ellos no fueran, si dejara de ser el polo (el Imam oculto), que es la clave de bóveda del cielo invisible que forman todos juntos, nuestro mundo se hundiría en la catástrofe definitiva. Sin duda es muy difícil encontrar en nuestra lengua dos términos que traduzcan fielmente el sentido de las palabras walâyat y Awlîyâ. La idea de «iniciación», de una sodalidad de «iniciados», invisible y que permanece de ciclo en ciclo de la profecía, por sustitución de unas individualidades por otras, es la que mejor parece sugerir sus resonancias. El tema es de especial importancia para la imamología del chiísmo; también es en el sufismo chiíta donde mejor se presta a un estudio en profundidad. Y hay todavía otra concordancia. Literalmente, la palabra Awlîyâ quiere decir «amigos»; la expresión persa Awlîyâ-e Khodâ significa «amigos de Dios». Es, pues, la expresión por la que, en el siglo XIV, se designa en Occidente a toda una familia de espirituales. Unos y otros habitan las mismas alturas inaccesibles para quien no conoce la orientación, como el «amigo de Dios» en el Oberland, el «país alto» donde la visión interior de Goethe sabrá sin embargo encontrarlos, en un gran poema inacabado: Die Geheimnisse (Los secretos). (Corbin)
Los gnósticos tienen un vivo sentimiento de la trascendencia de Dios y de su absoluta separación de la materia. Fuera del universo existe un Dios lejano, absolutamente separado del mundo, perfectísimo, infinito, inaccesible, incognoscible, el cual vive en una tranquilidad absoluta y en una inactividad casi completa. Es esencialmente bueno y no puede ser causa del mal. No es creador de la materia ni del mundo sensible, ni tiene con ellos el más mínimo contacto ni relación directa, pues esto degradaría su majestuosa trascendencia.
El concepto de la absoluta trascendencia de Dios es característico del platonismo medio. Dios está por encima de las cosas y de nuestra inteligencia, de suerte que sólo podemos formar de él una idea lejanísima: «Dios único y solitario, espíritu viviente fuera del mundo, padre y arquitecto de este divino universo… Apenas los más sabios, aquellos que consiguen librarse de su cuerpo con el esfuerzo del espíritu, han llegado a entenderlo por un instante, como se percibe al pasar un relámpago rapidísimo que atraviesa las nubes oscuras» (Apuleyo, De dogmate Platonis I 2). Entre Dios y el mundo «existen las potencias divinas, que residen entre el éter y la tierra y ocupan el lugar intermedio…; ellas son los intérpretes y los mensajeros por medio de los cuales pueden comunicarse entre sí el cielo y la tierra» (Apuleyo, De Deo Socratis 6). ( História da Filosofia )