destino

En otros términos, la exterioridad es un derecho y la interioridad es un deber; tenemos derecho a la exterioridad porque pertenecemos a este mundo espacial, temporal y material, y debemos hacer realidad la interioridad porque nuestra naturaleza espiritual no es de este mundo, y en consecuencia tampoco lo es nuestro destino. Dios es generoso; cuando nosotros nos retiramos hacia el interior, El, en compensación, se manifiesta para nosotros en el exterior; la nobleza del alma consiste en tener el sentido de las intenciones divinas es decir de los arquetipos y de las esencias, los cuales se revelan de buen grado al alma noble y contemplativa. Inversamente, cuando nos retiramos hacia el corazón, descubrimos allí todas las bellezas percibidas en el exterior; no como formas, sino en sus posibilidades quintaesenciales. Al volverse hacia Dios, el hombre jamás puede perder nada. NOTA SOBRE LA ORACIÓN

La constitución del ser humano puede ser planteada de bastantes maneras según el punto de vista en el que nos situemos. Una concepción fisio-sicologica puede ser suficiente para una ciencia profana y empírica como la biología moderna que no sobrepasa el mundo accesible a sus medios de investigación. Es evidente que una tal ciencia es totalmente impotente para dar cuentas del destino humano, y su situación frente a una ciencia tradicional es la del ciego de nacimiento frente a la luz. ESPÍRITU, ALMA, CUERPO

Así, la teoría de los estados múltiples del Ser, o la teoría de los ciclos en la metafísica oriental, es demasiado general –nosotros diríamos gustosamente «abstracta»– para determinar, por ejemplo, las condiciones póstumas propias a la tradición cristiana o a la tradición musulmána en lo que concierne a los miembros de la comunidad correspondiente tomada en su cuasi-totalidad, es decir, abstracción hecha de algunos individuos excepcionales cuyo «destino» puede diferir del de otros miembros. Así, el destino de los Profetas en Israel ha podido diferir grandemente del de sus correligionarios. Algunas Consideraciones sobre los Estados Postumos

Para limitarnos a la tradición cristiana diremos, siguiendo a F. Schuon, que las condiciones póstumas del cristiano están determinadas por la estructura misma de la Revelación correspondiente. Un bautizado, que lo quiera o no, no tiene el mismo destino póstumo que un no-bautizado: el carácter imborrable del rito sacramental hace que sus condiciones póstumas no pueden ser las mismas que las de un Hindú (no cristiano) o que las de un occidental sin religión. Para retomar la proposición citada más arriba, es importante, en el caso particular del Cristianismo, el tener una noción cualitativa de la causalidad cósmica en tanto que ella rige nuestros destinos póstumos. Ahora bien, según lo que acabamos de decir, esta «causalidad cósmica» no es la misma para un cristiano que para un no-cristiano. Algunas Consideraciones sobre los Estados Postumos