«No os fijéis – opina El Libro de Amor – en que soy morena, no obstante soy bella y de hermosa figura, pero el sol me ha desteñido» (Cantar de los Cant. 1, 5). «El sol» es la luz de este mundo y significa que aun lo más excelso y lo mejor que ha sido creado y hecho, encubre y destiñe la imagen de Dios dentro de nosotros. «Quitad la herrumbre de la plata», dice Salomón, «y relucirá y brillará el recipiente purísimo» (Proverbios 25, 4), eso es, la imagen, el Hijo de Dios, DENTRO DEL ALMA. Y esto es lo que quiere decir Nuestro Señor con estas palabras donde dice que «un hombre noble se marchó», pues el hombre debe dejar atrás todas las imágenes y a sí mismo y llegar a estar muy apartado y ser diferente de todas estas cosas, si realmente quiere y debe recibir al Hijo y hacerse hijo en el seno y corazón del Padre. ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
El Padre engendra a su Hijo en la eternidad como igual a sí mismo. «El Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo»: era lo mismo en la misma naturaleza. Digo además: Lo ha engendrado en mi alma. Ella no sólo está con Él y Él con ella como iguales, sino que se halla dentro de ella, y el Padre engendra a su Hijo DENTRO DEL ALMA de la misma manera que lo engendra en la eternidad, y no de otro modo. Tiene que hacerlo, le agrade o le disguste. El Padre engendra a su Hijo sin cesar, y yo digo más aún: Me engendra a mí como su hijo y como el mismo Hijo. Digo más todavía: Me engendra no sólo como su hijo; me engendra a mí como (si yo fuera) Él, y a sí como (si fuera) yo, y a mí como su ser y su naturaleza. En el manantial más íntimo broto yo del Espíritu Santo; allí hay una sola vida y un solo ser y una sola obra. Todo cuanto obra Dios es uno; por eso me engendra como hijo suyo sin ninguna diferencia. Mi padre carnal no es mi padre propiamente dicho, sino (que lo es) solamente con un pequeño pedacito de su naturaleza y yo estoy separado de él; él puede estar muerto y yo (puedo) vivir. Por eso, el Padre celestial es de veras mi Padre, porque soy su hijo y tengo de Él todo cuanto poseo, y soy el mismo hijo y no otro. Como el Padre no hace sino una sola obra, por eso hace de mí su hijo unigénito, sin ninguna diferencia. ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
Era el hijo de una viuda. El marido estaba muerto, de ahí que también el hijo estuviera muerto. El único hijo del alma, esto es la voluntad y lo son todas las potencias del alma; ellas son todas uno en lo más íntimo del entendimiento. (El) entendimiento, en el alma es el marido. Puesto que el marido está muerto, también está muerto el hijo. A este hijo muerto le dijo Nuestro Señor: «¡Te digo, joven, levántate!» El Verbo eterno y el Verbo vivo en el cual viven todas las cosas y que sostiene todas las cosas, infundió vida al muerto, y éste «se incorporó y comenzó a hablar». Cuando la Palabra habla DENTRO DEL ALMA y el alma contesta en medio de la Palabra viva, entonces el Hijo cobra vida en el alma. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVIII 3
Una mujer preguntó a Nuestro Señor dónde se debía de orar. Entonces dijo Nuestro Señor: «Vendrá el tiempo y ya ha llegado en que los verdaderos adoradores han de rezar en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu hay que rezar en espíritu y en verdad». (Juan 4, 23 y 24). Lo que es la Verdad misma, no lo somos nosotros; somos verdaderos, es cierto, pero hay en ello una parte de mentira. Así no son las cosas en Dios. Antes bien, el alma debe estar parada en el primigenio efluvio violento, allí donde emana y nace la Verdad, (o sea) en la «puerta de la casa de Dios», y ella (=el alma) debe pronunciar y predicar la palabra. Todo cuanto hay en el alma, tiene que hablar y decir loas, y nadie habrá de escuchar la voz. En el silencio y en la tranquilidad – como dije hace poco de los ángeles que están sentados cerca de Dios en el coro de la sabiduría y del fuego – allá Dios le habla al interior del alma y se pronuncia íntegramente DENTRO DEL ALMA. Allá el Padre engendra a su Hijo y siente tanto placer por el Verbo y le tiene tanto amor que nunca deja de pronunciar el Verbo, sino que lo dice en todo momento, es decir, por encima del tiempo. Viene bien a nuestras explicaciones citar: «A tu casa le conviene la santidad» y la loa y que no haya nada adentro que no te alabe. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
El amo envió a sus criados (Lucas 14, 17). San Gregorio dice que estos «criados» son la Orden de los Predicadores. Yo hablo de otro criado, que es el ángel. Por lo demás, queremos hablar de un criado, al cual ya me he referido varias veces, y que es el entendimiento en la periferia del alma donde toca la naturaleza angelical, siendo una imagen de Dios. Dentro de esta luz, el alma se halla unida con los ángeles y (hasta) con aquellos ángeles que han caído al infierno y quienes, sin embargo, han conservado la nobleza de su natura. Ahí se encuentra esta chispita, desnuda, erguida sin sufrimiento alguno, dentro del ser divino. Ella (=el alma) se asemeja también a los ángeles buenos que operan continuamente en Dios, y reciben de Dios y devuelven a Dios todas sus obras, tomando a Dios de Dios en Dios. A estos ángeles buenos se asemeja la chispita del entendimiento que fue creada por Dios sin mediación alguna, (y que es) una luz flotante por encima (de las cosas) y una imagen de la naturaleza divina y (fue) creada por Dios. Esta luz el alma la lleva en sí. Dicen los maestros que en el alma existe una potencia llamada sindéresis, pero no es así. Esta última significa algo así como una cosa que adhiere en todo momento a Dios sin pretender nunca nada malo. (Incluso) en el infierno tiene disposición para el bien; DENTRO DEL ALMA lucha contra todo cuanto no es puro ni divino, e invita sin cesar a (concurrir) a ese banquete. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
Ahora hablaremos de este orden del alma. Dice un maestro pagano: la sobre-flotante luz natural del alma es tan pura y tan clara y tan alta que toca la naturaleza angelical; es tan leal y (por otra parte) tan desleal y hostil a las potencias inferiores que nunca se infunde en ellas ni alumbra DENTRO DEL ALMA, a no ser que las potencias inferiores se hallen subordinadas a las potencias superiores, y las potencias superiores a la suprema Verdad. Cuando un ejército está ordenado, el criado se subordina al caballero y el caballero al conde y el conde al duque. Todos quieren que haya paz; por eso cada uno le ayuda al otro. Del mismo modo, cada potencia debe estar subordinada a otra y ayudarla en el combate para que haya pura paz y tranquilidad en el alma. Dicen nuestros maestros: «La tranquilidad cabal es ser libre de todo movimiento». De esta manera el alma debe elevarse más allá de sí misma al orden divino. Ahí el Padre le da el alma a su Hijo unigénito en pura tranquilidad. Éste es, pues, el primer punto respecto al orden divino. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXI 3
La segunda es la potencia tendente hacia arriba; su obra por excelencia es el tender hacia arriba. Así como es propio del ojo ver figuras y colores, y del oído oír dulces sonidos y voces, así es acción propia del alma tender ininterrumpidamente hacia arriba con esta potencia; mas, si mira a un lado, cae víctima del orgullo, lo cual es un pecado. No soporta que haya algo por encima de ella. Creo que ni siquiera puede soportar que Dios se encuentre por encima de ella; cuando Él no se halla dentro de ella, y cuando no las pasa tan bien como Él mismo, no puede descansar nunca. En esta potencia Dios es aprehendido DENTRO DEL ALMA en cuanto sea posible a la criatura, y en este sentido se habla de la esperanza que es también una virtud teologal. En ella, el alma tiene tan grande confianza en Dios que le parece que Dios no tiene nada en todo su ser que no le sea posible recibir. Dice el señor Salomón que «el agua hurtada es más dulce» que otra (Prov. 9, 17). Y afirma San Agustín: Me resultaban más dulces las peras que robaba que las que me compraba mi madre; justamente porque me estaban prohibidas y vedadas. Así también le resulta más dulce al alma esa gracia que ella conquista con especial sabiduría y empeño antes que aquella que es común a todo el mundo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3
«Llena de gracia.» La más insignificante de las obras de la gracia es más elevada que todos los ángeles en (su) naturaleza. Dice San Agustín que una obra de gracia, hecha por Dios – por ejemplo, que convierte a un pecador y hace de él un hombre bueno -, es más grande que si creara un mundo nuevo. A Dios le resulta tan fácil darles vuelta (el) cielo y (la) tierra, como es para mí darle vuelta una manzana en mi mano. Donde hay gracia DENTRO DEL ALMA, allí (todo) es tan puro y tan semejante y afín a Dios, y (la) gracia carece tanto de obra como no la hay en el nacimiento del cual he hablado antes. (La) gracia no realiza ninguna obra. San «Juan nunca hizo ningún prodigio» (Juan 10, 41)15. La obra (empero) que el ángel opera en Dios (= la obra servil) es tan sublime que nunca maestro o intelecto algunos podrían llegar a comprenderla. Pero, de esa obra cae una astilla – como cae una astilla de una viga que se desbasta – (o sea) un resplandor; eso sucede allí donde el ángel con su parte más baja toca el cielo; por ello reverdece y florece y vive todo cuanto hay en este mundo. A veces hablo de dos manantiales. Aunque parezca extraño, hemos de hablar según nuestra mentalidad. Un manantial del que surge la gracia, se halla allí donde el Padre engendra a su Hijo unigénito; de ese (manantial) surge la gracia, y allí ella emana de esa misma fuente. Otro manantial es aquel donde las criaturas emanan de Dios; aquella fuente dista tanto de la otra, donde surge la gracia, como el cielo de la tierra. (La) gracia no opera. Allí donde el fuego se halla en su naturaleza (ígnea), allí no perjudica ni enciende. El ardor del fuego es lo que enciende acá abajo (= en esta tierra). Mas, aun donde el ardor se encuentra en la naturaleza del fuego, no enciende y es inofensivo. Pero, allí donde el ardor se halla dentro del fuego, allí dista tanto de la verdadera naturaleza del fuego como el cielo de la tierra. (La) gracia no realiza ninguna obra; es demasiado sutil para ello; obrar le resulta tan distante como dista el cielo de la tierra. Una internación en Dios y un apego a Él y una unión con Él, esto es (la) gracia, y ahí «Dios está contigo», porque esto sigue de inmediato (luego de la salutación). ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3
Por esta «viuda» entendemos el alma. Como estaba muerto el «marido», también estaba muerto el «hijo». Por el «hijo» concebimos (indirectamente) (el) entendimiento que en el alma es el «marido». Como ella (= la viuda) no vivía con el entendimiento, el «marido» estaba muerto y por eso era «viuda». «Junto a la fuente Nuestro Señor le dijo a la mujer: “¡Vete a casa, tráeme a tu marido!”» (Cfr. Juan 4, 16). Él pensaba: como ella no vivía con el entendimiento, que es el «marido», por eso no le caía en suerte «el agua viva» (Cfr. Juan 4, 10) que es el Espíritu Santo; Este se brinda sólo allí donde se vive con el entendimiento. (El) entendimiento es la parte suprema del alma donde, junto con los ángeles, tiene una co-existencia y un estar-comprendido en la naturaleza angelical. A la naturaleza angelical no la toca tiempo alguno; lo mismo sucede con (el) entendimiento que es el «marido» DENTRO DEL ALMA; no lo toca tiempo alguno. Si no se vive con el (entendimiento), muere el «hijo». Por eso, era «viuda». ¿Por qué «viuda»?… No existe ninguna criatura que no tenga algo bueno y al mismo tiempo algo defectuoso por lo cual se renuncia a Dios. El defecto de la «viuda» residía en que tenía muerta la facultad de dar a luz; por eso pereció también el fruto. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIII 3