Alois Dempf — RICARDO DE SÃO VÍTOR
La amistad de Ricardo de San Víctor (1173) con San Bernardo no impidió que aquél hiciese el intento de construir una metafísica completa del ser absoluto y de la persona absoluta, para la mejor inteligencia del misterio de la Trinidad. Aunque Ricardo de San Víctor no encontró los fundamentos necesarios de la existencia necesaria quo ad se, sin embargo, esta metafísica realista encierra una importancia propia para la historia de la filosofía.
El escocés distingue tres clases de conocimiento: experientia, fides y ratiocinatio. El hecho de que parte de la experientia fue causa de que el siglo XIX le concediese un predicamento extraordinario; sólo que dicho siglo no se percató de que Ricardo maneja la experientia, las más de las veces, sólo como medio de la consideración fenomenológica. La experientia es el modo de aprehender lo contingente; la ratioci-natio es el modo de concebir el ser necesario. Aquello que tiene un principio, tiene la posibilidad del ser y del no-ser; aquello que no comienza, lo eterno, es lo necesario, omnino non esse non potest y tiene que ser a se ipso. De aquí resultan cuatro posibilidades de combinación: eterno y de sí, no eterno y no de sí, eterno y no de sí, de sí y no eterno. La cuarta queda excluida por la contradicción, pues nada puede darse a sí mismo el ser, de suerte que solamente quedan tres modos de ser (De trinitate, I, 6). El argumentum ex gradibus se utiliza para demostrar el ser absoluto en sí como naturaleza racional (I, 11). La primordialis ipsa essendi potentia es para todo fundamento primigenio del ser, de la sabiduría y del poder. La coincidencia de los atributos se da naturalmente en el ser absoluto; el ser absoluto es único, solo, divinitas, omnipotencia y omnisciencia, verdad e inmutabilidad, felicidad y perfección, operación sin agitatio, pues su obrar es su querer de que algo sea. Como el ser absoluto es amor perfecto, resulta para la Trinidad una prueba especial de conveniencia, a propósito de la cual Ricardo de San Víctor desarrolla una doctrina existencial muy aguda acerca del amor (III). La experientia de la unidad de las dos naturalezas, alma y cuerpo, en la unidad de la persona humana le permite, igual que a San Bernardo, concluir per contrarium la unidad de las tres personas en la naturaleza absoluta.
La metafísica de la persona es lo más significativo de la filosofía de Ricardo de San Víctor. Persona significa solamente la sustancia racional y, precisamente, una sustancia única y singular, no una sustancia general, de suerte que la propiedad individual, singular, incomunicable e imparticipable es lo que constituye la persona. El concepto de persona no designa un quid, sino un quis, no una cualidad sustancial, sino la propiedad singular personal, la danielitas, no la humanitas. En la naturaleza racional la distinción del ser-otro constituye la diferencia sustancial; la diferencia del ser-el-otro constituye la distinción personal. La distinción real entre essentia y existentia lleva a Ricardo, casi exactamente igual que al Aquinatense, a una triple fórmula de la esencia de las naturalezas racionales: la humana, la del espíritu puro y la del espíritu absoluto; y llega, justamente, a dicha triple fórmula mediante la discusión de cómo podría existir una alietas personarum sin una alietas substantiarum; debe aplicarse la doble consideración de la distinción personal, quae, quale, quid sit et unde habeat esse, la pregunta por el origen de la persona. Una mira la esencia común espiritual y peculiar, la otra el ordo naturae; una el modus essendi, la vatio essentiae, la otra el modo de obtener la esencia, el modus optinendi, la ratio optinentiae, el concepto de recepción del ser. Una y otra pertenecen al concepto de existencia. Existir es un insistere, inherir en un sujeto; el sistere sólo se da sin base, nullo modo habet subsistere, pertenece solamente a aquello que no necesita sujeto para existir, por tanto, a la naturaleza increada. Existere es substantialiter ex aliquo esse y hay que hacer en él una triple distinción: solamente según la cualidad de la cosa; solamente según el origen de la cosa; o por la coincidencia de ambos. Se distingue la existencia solamente según la cualidad en la inoriginalidad de la persona, y solamente según el origen en un ser indiferente de las personas. La persona humana es diferente por origen y cualidad, tiene una cualidad singular y peculiar y una origo propria; cada uno tiene padre distinto y aun en el caso del mismo padre de varios hijos se encuentra siempre una distinta decisio paternae substantiae.
En los espíritus puros no se encuentra ninguna propagatio; por tanto, sólo un único principio indiferente; son tantas personas como sustancias y se diferencian solamente por la cualidad, puesto que, en otro caso, no serían varias sustancias. En cuanto a la persona absoluta no queda, pues, más que la diferencia según el origen; aquí la persona no puede ser ninguna otra cosa más que la propiedad de la existencia incomunicable y solamente puede ser una que a semetipso existit, las otras deben distinguirse mediante la processio immediata o mediata (IV).
Es lástima que Ricardo de San Víctor haya limitado su especulación exclusivamente a la Trinidad. Si hubiera aplicado la distinción de los tres modos de ser espiritual a la metafísica de su conocimiento connatural, habría nacido ya en él el “tomismo”, y la disputa en torno a los universales hubiera derivado por derroteros muy diferentes. Pero con la limitación apuntada, su influjo en el movimiento filosófico general no fue muy decisivo. Aquel dramatismo del reparto caracteriológico de papeles siguió su proceso, en el que avanzan siempre, unos junto a otros, racionalismo, espiritualidad y vitalismo, y muy raras veces, por desgracia, surge el diálogo dramático y la auto-comprensión en una única personalidad universal.