He aquí la razón debido a la cual son perfectamente buenos el ser y el fundamento existencial del hombre (y) de donde las obras humanas adquieren su bondad: (consiste) en que la mente del hombre esté orientada únicamente hacia Dios. Pon todo tu esfuerzo en que Dios se haga grande para ti y que todos tus afanes y empeños se dirijan hacia Él en todas tus acciones y en todo cuanto dejas de hacer. De cierto, cuanto mayor sea este (esfuerzo), tanto mejores serán todas tus obras, cualquiera que sea su índole. Mantente apegado a Dios y Él te añadirá todo el ser-bueno. Busca a Dios, entonces hallarás a Dios y todo lo bueno. Ah sí, en verdad, con semejante disposición de ánimo podrías pisar una piedra (y) sería una obra más aceptable para Dios que si recibieras el Cuerpo de Nuestro Señor y al hacerlo hubieses puesto tus miras más bien en lo tuyo y tu intención fuera menos desasida. Quien se apega a Dios, a éste se apegan Dios y cualquier virtud. Y aquello que tú buscabas anteriormente, ahora te busca a ti; aquello tras lo cual corrías tú, ahora corre detrás de ti y aquello de que huías, ahora huye de ti. Por eso: quien se apega estrechamente a Dios, a éste se le apega todo cuanto es divino y huye de él todo cuanto es desigual y ajeno a Dios. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 5.
A quien desea recibir de buena gana el Cuerpo de Nuestro Señor, no le hace falta mirar qué es lo que siente o nota en su fuero interior o cuán grande es su ternura o devoción, sino que ha de observar cómo son su voluntad y disposición de ánimo. No debes dar mucha importancia a lo que sientes; antes bien, considera como grande aquello que amas y anhelas. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.
Entonces digo yo: ¡Tanto más necesitas acudir a tu Dios! pues por Él serás inflamado y sentirás ardor y en Él serás santificado y vinculado y unido sólo a Él, pues, en el Sacramento, y en ninguna otra parte, encuentras con igual excelencia esta merced de que tus fuerzas corpóreas se unan y concentren gracias al excelso poder de la presencia corpórea del Cuerpo de Nuestro Señor, de modo que todos los sentidos dispersos del hombre y su ánimo se concentren y unan en esta (presencia), y ellos que, dispersos entre sí, estaban demasiado inclinados hacia abajo, aquí son enderezados y presentados ordenadamente a Dios. Y este Dios que mora en el interior los acostumbra a dirigirse hacia dentro y les quita el hábito de dejarse estorbar físicamente por las cosas temporales y así se tornan hábiles para las cosas divinas, y, fortalecido por su Cuerpo, tu cuerpo es renovado. Porque nosotros hemos de ser transformados en Él y totalmente unidos con Él (Cfr. 2 Cor. 3, 18), de modo que lo suyo llegue a ser nuestro y todo lo nuestro suyo, nuestro corazón y el suyo, un solo corazón, nuestro cuerpo y el suyo, un solo cuerpo. Nuestros sentidos y nuestra voluntad e intención, nuestras potencias y miembros, habrán de ser trasladados en Él de manera tal que no lo sienta y perciba en todas las potencias del cuerpo y del alma. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.
En suma, si quieres ser librado de todas las flaquezas y revestido de virtudes y mercedes y guiado y conducido deliciosamente hacia el origen, con todas las virtudes y mercedes, consérvate en un estado tal que puedas recibir el Sacramento dignamente y con frecuencia; entonces serás unido a Él y ennoblecido por su Cuerpo. Ah sí, en el Cuerpo de Nuestro Señor el alma es insertada en Dios tan íntimamente que todos los ángeles, los querubines al igual que los serafines, ya no conocen ni saben encontrar ninguna diferencia entre ambos; pues dondequiera que toquen a Dios, tocarán al alma, y donde toquen al alma, (tocarán) a Dios. Nunca hubo unión igualmente estrecha, porque el alma se halla unida a Dios mucho más estrechamente que el cuerpo al alma, los que constituyen un solo hombre. Esta unión es mucho más estrecha de lo que (sería) si alguien vertiera una gota de agua en un tonel de vino: allí habría agua y vino: y esto será transformado de tal modo en una sola cosa que todas las criaturas juntas no serían capaces de descubrir la diferencia. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.
En semejante (estado) el hombre nunca recibe el precioso Cuerpo de Nuestro Señor sin recibir al mismo tiempo una gracia extremadamente grande; y cuanto más a menudo (lo haga) tanto más beneficioso (será). Ah sí, el ser humano sería capaz de recibir el Cuerpo de Nuestro Señor con tal devoción y disposición de ánimo que él, estando destinado a llegar al coro más bajo de los ángeles, con recibirlo una sola vez sería elevado al segundo coro; ah sí, sería imaginable que lo recibieras con una devoción tal que te considerarían digno de (ingresar en) los coros octavo y noveno. Por ende, si dos hombres fueran iguales en toda su vida, mas uno de ellos hubiera recibido dignamente el Cuerpo de Nuestro Señor una vez más que el otro, entonces el (primer) hombre sería frente al segundo como un sol resplandeciente y obtendría una unión especial con Dios. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.
Esta recepción y bienhadada fruición del Cuerpo de Nuestro Señor no dependen sólo de la ingestión exterior, sino que se dan también cuando se comulga espiritualmente con el ánimo ansioso y unido (a Dios) en la devoción. Esto lo puede hacer el hombre con una confianza tal que llega a ser más rico en mercedes que ninguna persona en esta tierra. El hombre puede hacerlo mil veces por día y más aún, se halle donde se hallare, esté enfermo o sano. Pero debemos prepararnos para ello como si fuéramos recibiendo el sacramento, bien ordenadamente y de acuerdo con la fuerza del deseo. Mas si uno no tiene el deseo, que se estimule y prepare para tenerlo y que actúe conforme a ello, así llegará a ser santo en este tiempo y bienaventurado en la eternidad; pues seguir a Dios e imitarlo, esto es la eternidad. Que nos la dé el Maestro de la verdad y el Amante de la pureza y la Vida de la eternidad. Amén. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.
Cuando un hombre quiere recibir el Cuerpo de Nuestro Señor que acuda sin grandes preocupaciones. Pero conviene y es muy útil confesarse antes, aun sin tener conciencia de haber pecado, (sólo) para (obtener) el fruto del sacramento de la confesión. Mas, si hubiera alguna cosa que lo declarara culpable y él, a causa de sus obligaciones, no fuera capaz de confesarse, entonces, que se reúna con su Dios, declarándose culpable ante Él con gran arrepentimiento y conformándose hasta que disponga de tiempo para confesarse. Si en el ínterin se olvida de la conciencia o del reproche del pecado, podrá pensar que Dios lo había olvidado también. Antes que con los hombres hay que confesarse con Dios, y cuando se es culpable, tomar muy en serio la confesión ante Dios y acusarse con rigor. Cuando uno quiere recibir el sacramento, tampoco debe pasar por alto con ligereza esta última (obligación) ni dejarla a un lado a causa de la expiación exterior, porque (sólo) la disposición de ánimo del hombre en sus obras es justa y divina y buena. ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 21.
«Seremos transformados y transfigurados totalmente en Dios» (Cfr. 2 Cor. 3, 18). ¡Escucha un símil! (Sucede) exactamente del mismo modo que cuando en el Sacramento el pan se transforma en el Cuerpo de Nuestro Señor; cualquiera sea el número de panes, se transforman en un solo cuerpo. Igualmente, si todos los panes fueran transformados en mi dedo, no habría más que un solo dedo. Luego, si mi dedo fuera transformado (otra vez) en pan, éste sería tanto como aquél. La cosa que se transforma en otra, llega a ser una sola con ella. Exactamente de la misma manera soy transformado en Él, de modo que Él me convierte en ser suyo (y esto) como uno (y) no igual; por Dios vivo, es verdad que no existe distinción alguna. ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3
«Un hombre preparó una cena, un gran banquete nocturno» (Lucas 14, 16). Quien, por la mañana, ofrece una comida, invita a toda clase de gente, pero para la cena se invita a personas destacadas y queridas y amigos muy íntimos. En el día de hoy la Cristiandad celebra el día de la Cena que Nuestro Señor preparó a sus discípulos, sus amigos íntimos, cuando les dio de comer su sagrado Cuerpo. Esto es lo primero. Otro significado de la cena (es el siguiente): Antes de que se llegue al anochecer debe haber una mañana y un mediodía. La luz divina surge en el alma y crea una mañana y el alma trepa en la luz a la extensión y altura del mediodía; luego sigue el atardecer. Ahora hablaremos en un tercer sentido sobre el atardecer. Cuando baja la luz, anochece; cuando todo el mundo se desprende del alma, entonces anochece (y) así el alma halla su descanso. Pues bien, San Gregorio dice de la cena: Cuando se come por la mañana, sigue más tarde otra comida; pero después de la cena no sigue ninguna otra comida. Cuando el alma prueba la comida en la Cena, y la chispita del alma aprehende la luz divina, entonces ya no le hace falta comida alguna ni busca nada de afuera y se mantiene enteramente dentro de la luz divina. Ahora bien, San Agustín dice: Señor, si te nos quitas, danos otro tú; no encontramos satisfacción en nada que no seas tú, porque no queremos nada fuera de ti. Nuestro Señor se alejó de sus discípulos como Dios y hombre, y se les devolvió como Dios y hombre, pero de otra manera y bajo otra forma. (Es) como allí donde hay una gran reliquia; no se permite que sea tocada o vista descubierta; se la engarza en un cristal o en otra cosa. Así hizo también Nuestro Señor cuando se dio como otro sí mismo. En la Cena Dios se da como comida, con todo cuanto es, a sus queridos amigos. San Agustín se estremeció ante esta comida; entonces le dijo en el espíritu una voz: «Soy una comida para gente mayor; ¡crece y aumenta y cómeme! Tú no me transformas en ti, sino que eres transformado en mí». De la comida y bebida que yo probara hace quince noches, una potencia de mi alma se eligió lo más puro y lo más fino y lo introdujo en mi cuerpo y lo unió con todo cuanto hay dentro de mí de modo que no existe nada tan pequeño que se le pueda poner encima una aguja, que no se haya unido con ello; y es tan propiamente uno conmigo como lo que fue concebido en el seno de mi madre, al principio, cuando se me infundió la vida. La fuerza del Espíritu Santo toma con igual propiedad lo más límpido y lo más fino y lo más elevado, (o sea), la chispita del alma, y lo lleva íntegramente hacia arriba dentro del fuego, (o sea) el amor, tal como diré ahora del árbol: La fuerza del sol elige en la raíz del árbol lo más puro y lo más fino y lo tira todo hacia arriba hasta la rama; allí se convierte en flor. Exactamente de la misma manera, la chispita del alma es llevada arriba en la luz y en el Espíritu Santo, y es levantada de este modo al origen primigenio, y así se hace totalmente una con Dios y tiende completamente hacia lo Uno y es una sola con Dios en un sentido más propio de lo que es la comida con relación a mi cuerpo, ah sí, lo es mucho más en la medida en que es más acendrada y más noble. Por eso se dice: «Una gran cena». Pues bien, dice David: «Señor, cuán grandes y múltiples son la dulzura y la comida que tienes ocultadas para todos aquellos que te temen» (Salmo 30, 20); y a quien reciba con miedo esta comida, nunca le gustará realmente; hay que recibirla con amor. Por eso, un alma amante de Dios vence a Dios para que tenga que entregársele por completo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
Por eso dice: «Envió a sus criados para que concurrieran (los invitados); que todo estaba preparado» (Lucas 14, 17). Nadie necesita preguntar qué es lo que recibe con el Cuerpo de Nuestro Señor. La chispita que se halla dispuesta a recibir el Cuerpo de Nuestro Señor, se encuentra siempre en el ser divino. Dios se entrega todo nuevo al alma en un devenir (continuo). Él no dice «ha llegado a ser» o «llegará a ser», sino que todo es (siempre) nuevo y fresco como un devenir sin fin. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3
Anoche pensé que hay multitud de cielos. Ahora resulta que hay algunas personas incrédulas que no creen que el pan sobre este altar pueda ser transformado de manera tal que llegue a ser el Cuerpo de Nuestro Señor, (o sea) que Dios sea capaz de hacerlo… ¡Oh, qué gente mala, porque son incapaces de creer que Dios pueda hacer tal cosa! Mas, si Dios le otorgó a la naturaleza la capacidad de llegar a ser todas las cosas, ¡mucho más factible le resulta a Dios que este pan sobre el altar se convierta en su Cuerpo! Y si (hasta) la naturaleza débil consigue hacer un hombre de una hierbecilla, tanto más posible le resulta a Dios convertir el pan en su Cuerpo. ¿Quién «honra» (pues) a Dios?… Aquel que en todas las cosas persigue la honra de Dios. Esta interpretación es todavía más evidente, aun cuando la primera es mejor. ECKHART: SERMONES: SERMÓN LI 3