pathos «verdadero» del Hijo; la pasión del Hijo en cuanto Dios, no en cuanto hombre (sensible o mortal).
Los gnósticos acogen, pues, los datos evangélicos, la historia entera de la pasión de Jesús. Admiten todas sus experiencias dolo-rosas en cuerpo y alma. Ningún sectario de verdadera categoría las discute, ni les da otro alcance histórico que los eclesiásticos. Su heterodoxia está en lo que agregan, a saber, en que, además de la pasión histórica, enseñan otra u otras previas. El misterio de los dolores sensibles de Jesús hay que situarlo en el mundo de la verdad.
A los prejuicios platónicos se sumaban, con mucha probabilidad, los relativos al «sabio» estoico.
El «sabio» se levanta por encima de las pasiones morales, y también de las físicas. No porque se libre de las últimas, sino porque-como materiales-no tienen para él valor y merecen desestima. Exaltar, por tanto, los padecimientos físicos de Jesús es invertir valores, dar categoría de «ser» a lo que-por cumplirse en región de corruptela-es «no ser». Para los judíos y gente no iluminada, la pasión de Jesús contaba y era decisiva. Para quienes suben del cosmos sensible al inteligible y aun al Pleroma, era simple «imagen» de una realidad superior, donde sólo pesan las pasiones fundadas en «ignorancia».