corpórea (Eckhart)

Entonces digo yo: ¡Tanto más necesitas acudir a tu Dios! pues por Él serás inflamado y sentirás ardor y en Él serás santificado y vinculado y unido sólo a Él, pues, en el Sacramento, y en ninguna otra parte, encuentras con igual excelencia esta merced de que tus fuerzas corpóreas se unan y concentren gracias al excelso poder de la presencia corpórea del Cuerpo de Nuestro Señor, de modo que todos los sentidos dispersos del hombre y su ánimo se concentren y unan en esta (presencia), y ellos que, dispersos entre sí, estaban demasiado inclinados hacia abajo, aquí son enderezados y presentados ordenadamente a Dios. Y este Dios que mora en el interior los acostumbra a dirigirse hacia dentro y les quita el hábito de dejarse estorbar físicamente por las cosas temporales y así se tornan hábiles para las cosas divinas, y, fortalecido por su Cuerpo, tu cuerpo es renovado. Porque nosotros hemos de ser transformados en Él y totalmente unidos con Él (Cfr 2 Cor 3, 18), de modo que lo suyo llegue a ser nuestro y todo lo nuestro suyo, nuestro corazón y el suyo, un solo corazón, nuestro cuerpo y el suyo, un solo cuerpo. Nuestros sentidos y nuestra voluntad e intención, nuestras potencias y miembros, habrán de ser trasladados en Él de manera tal que no lo sienta y perciba en todas las potencias del cuerpo y del alma. 166 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 20.

¡Prestad atención, pues, todas las personas sensatas! Nadie está más animado que aquel que se mantiene en el mayor desasimiento. Nunca puede haber consuelo corpóreo y terrestre sin perjuicio espiritual, «porque la carne tiene deseos contrarios contra el espíritu y el espíritu contra la carne» (Gal 5, 17). Por ende, quien siembra un amor desordenado en la carne (Cfr Gal 6, 8) cosecha la muerte eterna; y quien siembra en el espíritu un amor como corresponde, cosecha del espíritu la vida eterna. Por lo tanto, cuanto más rápido el hombre huya de lo creado, tanto más rápido correrá a su encuentro el Creador. ¡En este punto, prestad atención, todas las personas sensatas! Como el placer que podríamos sentir ante la apariencia corpórea de Cristo le pone trabas a nuestra susceptibilidad frente al Espíritu Santo, ¡cuánto mayores serán las trabas que nos pone frente a Dios el placer desordenado con el que anhelamos perecederos consuelos! por eso, el desasimiento es lo mejor de todo, ya que purifica el alma y acendra la conciencia e inflama el corazón y despierta el espíritu y agiliza el ansia y conoce a Dios y aparta a la criatura y se une con Dios. 389 ECKHART: TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

«Fariseo» (Pharisêus) significa lo mismo que: uno que se halla apartado y no conoce ningún fin. Todos los accesorios del alma han de ser desprendidos por completo. Cuanto más nobles sean las potencias con tanta mayor fuerza se quitarán (los accesorios). Ciertas potencias se hallan tan por encima del cuerpo y tan apartadas que actúan con total carácter de separadoras y divisorias. Un maestro dice una hermosa palabra: Nunca llegará a entrar allí3 aquello que, aunque fuera por una sola vez, toque una cosa corpórea. En segundo lugar (significa «fariseo»), que debemos estar desasidos y separados y recogidos. De ello se desprende que un hombre iletrado puede obtener y enseñar el saber (sólo) mediante el amor y el anhelo. En tercer lugar significa que uno no debe tener ningún fin ni estar encerrado en ninguna parte ni apegado a nada, hallándose en paz de tal manera que ya no sepa nada del desasosiego, cada vez que semejante hombre sea transpuesto en Dios mediante las potencias completamente desprendidas. Por eso dijo el profeta: «Señor, apiádate del pueblo que está en ti». 529 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VII 3

Nadie puede recibir al Espíritu Santo a no ser que more por encima del tiempo en (la) eternidad. En las cosas temporales el Espíritu Santo no puede ser ni recibido ni dado. Cuando el hombre se aparta de las cosas temporales y se vuelve hacia su fuero íntimo, percibe allí una luz celestial que ha venido del cielo. Se halla por debajo del cielo y, sin embargo, es del cielo. En esta luz el hombre queda satisfecho, y, sin embargo, ella es (aún) corpórea; dicen que es materia. Un (trozo de) hierro cuya naturaleza consiste en caer hacia abajo, se levanta hacia arriba en contra de su naturaleza y se apega a la piedra imán a causa de la noble influencia que la piedra ha recibido del cielo. Dondequiera se dirija la piedra, hasta ahí se dirige también el hierro. Lo mismo hace el espíritu: no se contenta así sin embargo con esa luz; va avanzando siempre por el firmamento y penetra a través del cielo hasta llegar al espíritu que hace girar al cielo, y debido a la rotación del cielo reverdece y se cubre de hojas todo cuanto hay en el mundo. Pero el espíritu aún no está satisfecho si no avanza hasta la cima y la fuente primigenia donde el espíritu tiene su origen. Este espíritu (= el espíritu humano) comprende de acuerdo con el número sin número, y semejante número (sin número) no existe en el tiempo de la caducidad. En la eternidad (en cambio), nadie tiene otra raíz, allí nadie carece de número. Este espíritu tiene que ir más allá de todo número atravesando toda cantidad, y luego es atravesado por Dios; y así como Él me atraviesa, lo atravieso yo, a mi vez. Dios conduce a este espíritu al desierto y a la unidad suya allí donde Él es un Uno puro y (sólo) brota en sí mismo. Este espíritu (ya) no tiene porqué; si tuviera algún porqué (también) debería tener su porqué la unidad. Este espíritu se halla en unidad y en libertad. 930 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIX 3

Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede ofrecer Dios, lo constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta» (Juan 10, 9). El primer efluvio violento y el primer derretimiento, allí donde Dios se derrite (sucede) donde se derrite en su Hijo y allí, Éste vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la puerta es el Espíritu Santo: a través de ella se derrite en (su) bondad en todas las criaturas. Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha». Dice un maestro que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice que no es así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso, aquello que ha de recibir inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un espíritu y una luz acendrada. Dice un maestro: Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El cielo se halla por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice que el cielo, en su naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza no puede ser causa del tiempo; (pero), en su trayectoria es la causa del tiempo, es decir, en la deserción (de la naturaleza) del cielo, (mas) él mismo es atemporal. Mi color no es mi naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se halla muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente: por encima del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el cielo? Todo cuanto es corpóreo es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo cuanto es futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora». 1018 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXV 3