LORENZO SCUPOLI — COMBATE ESPIRITUAL
VIDE: IMPULSOS
Excerto do original de Scupoli, traduzido em espanhol
Capítulo 18 — Modo de resistir a los repentinos impulsos de las pasiones
Si todavía no te sientes preparado para detener los golpes imprevistos de las injurias o de cualquier otra adversidad, para acostumbrarte a ello será bueno que aprendas a prevenirlos y hasta a desearlos repetidamente, para esperarlos y con el ánimo a punto. Y el modo de prevenirlos consiste en que, una vez conocida la naturaleza de tus pasiones, consideres las personas con las que habrás de tratar y los lugares que vas a frecuentar. Así podrás adivinar con facilidad lo que puede sucederte. Y si te sobreviene cualquier otra contrariedad no prevista, además de la ventaja que te dará el hecho de encontrarte preparado para las que tiene previstas, podrás servirte especialmente de este otro modo.
Apenas comiences a sentir los primeros ataques de una injuria o de cualquier otra contrariedad, ponte en guardia, hazte fuerte y eleva a Dios tu corazón, considerando su bondad y el amor con que te manda esa adversidad, con el fin de que, soportándola por su amor, te purifiques y te acerques y unas más a él. Y teniendo en cuenta la satisfacción que le produce tu fortaleza, vuélvete hacia ti mismo y, reprendiéndote, dirígete estas palabras: «Pero ¿por qué rechazas una cruz que te manda no un cualquiera, sino tu Padre del cielo?». Vuélvete luego a la cruz, abrázala con la mayor aceptación y alegría posible, y di: «¡Oh cruz, preparada por la providencia aun antes de que yo existiera! ¡Oh cruz, aligerada por el amor de mi Crucificado! Clávame en ti, que quiero darme así a aquel que, muriendo en ti, me ha redimido».
Y si al comienzo, arreciando la pasión no logras elevarte a Dios y sigues sintiéndote herido, intenta hacer cuanto antes lo que digo, como si no estuvieras herido. Aunque el remedio más eficaz contra esos ataques imprevistos es eliminar la causa de donde proceden. Por ejemplo, si por el afecto que le tienes a una cosa descubres que, al ser contrariado en ella, sueles caer en un improviso desasosiego, el camino más corto para solucionarlo es que te acostumbres a eliminar ese afecto. Y si la turbación procede no de la cosa, sino de la persona, de la que, porque te resulta desagradable, todo, por insignificante que sea, te molesta, el remedio está en forzar tu voluntad a querer a aquella persona y a mirarla con cariño, pues es una criatura formada, como tú, por la mano de Dios y, como tú, redimida por la misma sangre divina. Y si logras sobrellevarla, te dará incluso la oportunidad de asemejarte a tu Señor, que es amoroso y bondadoso con todos.