Lo que se dice aquí de los israelitas puede decirse paralelamente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; y de hecho, el pueblo de Israel no es el único que ha asimilado su país al «Corazón del Mundo» y que lo ha considerado como una imagen del Cielo, dos ideas que, por lo demás, no son sino una realidad. El uso del mismo simbolismo se reencuentra en otros pueblos que poseyeron igualmente una «Tierra Santa», es decir un país donde estaba establecido un centro espiritual, teniendo por ello un papel comparable al del Templo de Jerusalén para los hebreos. A este respecto, la «Tierra Santa» es como el Omphalos, que era siempre la imagen visible del «Centro del Mundo» para el pueblo que habitaba la región donde era colocado. (NA: Ver nuestro artículo sobre Las Piedras de rayo, en Le Voile d’Isis, de mayo de 1929.) ESOTERISMO CRISTIANO: LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
El simbolismo del que tratamos se vuelve a encontrar claramente en los antiguos egipcios; en efecto, según Plutarco, «Los egipcios dan a su región el nombre de Chemia, (NA: Kémi en lengua egipcia significa «tierra negra», designación cuyo equivalente se encuentra también en otros pueblos; de esta palabra deriva la de alquimia (NA: siendo al el artículo árabe), que designaba originariamente la ciencia hermética, es decir la ciencia sacerdotal de Egipto.) y la comparan a un corazón». (NA: Isis y Osiris, 33; traducción Mario Meunier, París, p. 116.) La razón que da este autor es bastante extraña: «Esta región es cálida, húmeda, contenida en las partes meridionales de la tierra habitada, extendida al Sur, como en el cuerpo del hombre el corazón se extiende a la izquierda, pues los egipcios consideran el Oriente como el rostro del mundo, el Norte como la derecha y el Sur como la izquierda». (NA: Ibid. 32, p. 112. En la India es al contrario, el Sur es el que es designado como el «lado de la derecha» (NA: dakshina); pero, a pesar de las apariencias, esto quiere decir lo mismo, pues es necesario entender el lado que se tiene a la derecha cuando se mira hacia Oriente, y es fácil representarse el lado izquierdo del mundo extendiéndose hacia la derecha del que lo contempla e inversamente, como ocurre a dos personas colocadas una frente a otra.) Esto no son más que similitudes bastante superficiales, y la verdadera razón debe ser otra, puesto que la misma comparación con el corazón ha sido aplicada igualmente a toda tierra a la cual era atribuido un carácter sagrado y «central» en el sentido espiritual, sea cual fuese su situación geográfica. Por lo demás, refiere el mismo Plutarco, el corazón que representaba a Egipto, representaba al mismo tiempo al Cielo: «Los egipcios, dice, representan el Cielo, que no podría envejecer puesto que es eterno, por un corazón puesto sobre un brasero cuya llama conserva el ardor». (NA: Ibid., 10, p. 49. Es de resaltar que este símbolo, con el significado que le es dado aquí, parece poder ser relacionado con el del fénix.) Así, mientras que el corazón es representado por un vaso, que no es otro que el que las leyendas de la Edad Media occidental designarían como el «Santo Grial», es a su vez y simultáneamente, la hierografía de Egipto y éste del Cielo. ESOTERISMO CRISTIANO: LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Eso no podría ser verdaderamente el «secreto del Santo Grial», ni tampoco ningún otro secreto iniciático real; si se quiere saber dónde se encuentra ese secreto, es necesario referirse a la constitución muy «positiva» de los centros espirituales, como ya lo hemos indicado bastante explícitamente en nuestro estudio sobre El Rey del Mundo. Nos limitaremos, a este respecto, a remarcar que el Sr. Waite toca a veces cosas cuyo alcance parece escapársele: así, llega a hablar diversas veces de cosas «sustituidas», que pueden ser palabras u objetos simbólicos; así, esto puede referirse ya sea a los diversos centros secundarios en tanto que son imágenes o reflejos del Centro supremo, ya sea a las fases sucesivas del «oscurecimiento» que se produce gradualmente, en conformidad con las leyes cíclicas en la manifestación de esos mismos centros respecto al mundo exterior. Además, el primero de esos dos casos entra en cierta forma en el segundo, pues la constitución de los centros secundarios corresponde a formas tradicionales particulares, sean las que sean, marca ya un primer grado de oscurecimiento respecto a la Tradición primordial; en efecto, el Centro supremo, desde entonces, no está en contacto directo con el exterior y el nexo es mantenido por intermedio de los centros secundarios. Por otra parte, si uno de estos llega a desaparecer, se puede decir que es en cierta manera reabsorbido en el Centro supremo, del que no era más que una emanación; por lo demás, aún hay aquí grados que observar: puede hacerse que tal centro llegue a ser solamente más oculto y más cerrado, y este hecho puede ser representado por el mismo simbolismo que su desaparición completa, siendo todo alejamiento del exterior al mismo tiempo, y en una medida equivalente, un retomo hacia el Principio. Queremos hacer aquí alusión al simbolismo de la desaparición del Grial: que éste haya sido elevado al Cielo, según algunas versiones, o que haya sido transportado al «Reino del Preste Juan» según otras, significa exactamente lo mismo, de lo cual el Sr. Waite no parece darse cuenta. (NA: De que una carta atribuida al Preste Juan es manifiestamente apócrifa, el Sr. Waite pretende concluir su inexistencia, lo que es una argumentación, al menos singular; la cuestión de las relaciones de la leyenda del Grial con la Orden del Temple es tratada por él de una manera no menos sumaria; parece que haya, inconscientemente sin duda, una cierta prisa en descartar estas cosas muy significativas e inconciliables con su «misticismo»; y de una forma general, nos parece que las versiones alemanas de la leyenda merecen más consideración que la que él les da.) Se trata simplemente de ese retorno del exterior al interior; en razón del estado del mundo en una cierta época, o por hablar más exactamente, de esta porción del mundo que está en relación con la forma tradicional considerada; este retomo no se aplica por lo demás aquí más que al lado esotérico de la tradición, el lado exotérico, en el caso del Cristianismo, permanece sin cambio aparente; pero es precisamente por el lado esotérico por el que son establecidos y mantenidos los nexos de unión efectivos y conscientes con el Centro supremo. Sin embargo, que subsista algo invisiblemente de alguna manera, en tanto que esa forma tradicional permanece viva, debe ocurrir necesariamente; si fuera de otro modo, querría decir que el «espíritu» se ha retirado completamente y no permanece más que un cuerpo muerto. Se dice que el Grial ya no fue visto como antes, pero no se dice que alguien no lo viera; seguramente, en principio al menos, está siempre presente para aquellos que están «cualificados»; pero, de hecho, estos cada vez son más escasos, hasta el punto de constituir una ínfima excepción; y, después de la época en que se dice que los Rosacruces se retiraron a Asia, entendiéndose literal o simbólicamente, ¿qué posibilidades de llegar a la iniciación efectiva pueden encontrarse abiertas todavía para aquéllos en el mundo occidental? ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL