Thomas Merton — A via de Chuang Tzu
El gran conocimiento
El gran conocimiento lo ve todo en uno.
El poco conocimiento se deshace en la
multiplicidad.
Cuando el cuerpo duerme, el alma está
envuelta en Uno.
Cuando el cuerpo despierta, las aberturas
empiazan a funcionar.
Resuenan con cada encuentro,
con todas las diversas labores de la vida, los
anhelos del corazón;
los hombres quedan bloqueados, perplejos,
perdidos en sus dudas.
Pequeños miedos corroen su paz de espíritu.
Los grandes miedos los devoran por
completo.
Flechas disparadas contra un blanco: acierto
o fallo, bien o mal.
Eso es a lo que los hombres llaman juicio,
decisión.
Sus pronunciamientos son tan definitivos
como los tratados entre emperadores.
¡Oh, dejan claro su punto de vista!
Pero sus argumentos caen cada vez más
rápida y débilmente
que las hojas muertas en otoño e invierno.
Sus palabras fluyen como la orina,
para jamás ser recuperadas.
Finalmete quedan bloqueados, amarrados
y amordazados.
Taponeados como viejas tuberías de desagüe.
La mente falla. Ya no volverá a ver la luz.
El placer y la ira,
la tristeza y la alegría,
las esperanzas y los arrepentimientos,
el cambio y la estabilidad,
la debilidad y la decisión,
la impaciencia y la haraganería:
son todos sonidos de la misma flauta,
todos hongos del miso moho húmedo.
¡El día y la noche persiguen y caen sobre
nosotros
sin que veamos cómo brotan!
¡Suficiente!¡Suficiente!
¡Tarde o temprano nos encontramos con
“aquello”
de lo que todos “estos” crecen!
Si no hubiera un “aquello”,
no habría un “esto”.
Si no hubiera un “esto”,
no habría instrumento para que tocaran todos
estos vientos.
Hasta aquí podemos llegar.
Pero¿cómo podemos comprender
qué es lo que lo produce?
Uno podría perfectamente suponer que el
Verdadero Gobernante
está detrás de todo esto. Que opere un Poder
tal es algo que
puedo creer. No puedo ver su forma.
Él actúa, pero no tiene forma.