Los seres del mundo celeste.
Excertos de Guillermo Fraile, “Historia de la Filosofia”
Calcidio manifiesta un conocimiento muy completo de las teorías astronómicas, no sólo de Platón, sino también de los pitagóricos y los alejandrinos. El Universo consta de una gran esfera envolvente, dentro de la cual está contenida una serie escalonada de esferas móviles, en las cuales están colocados los astros, que tienen también figura esférica (C.58). En el centro del Universo se halla la Tierra, que es redonda (globossa) y que permanece inmóvil. Su magnitud no es más que un punto, comparada con la del Sol: «Perspicuum est, quod omnis térra puncti vicem habeat, adversus solis globum comparata» (C.58). Son curiosos los múltiples argumentos que acumula para demostrar la redondez de la Tierra (C.S9.60.61.62.63).
Entre la esfera envolvente y la Tierra distingue Calcidio cuatro regiones, todas las cuales están habitadas por seres vivientes, cuya perfección va descendiendo conforme se acercan a la Tierra. La primera es la del fuego puro y sereno, en el cual habitan los astros, que son seres divinos, perfectísimos, inmortales, dotados de vida e inteligencia y con un cuerpo purísimo e incorruptible (C.119.128). La segunda, la del éter, en que moran los dáimones etéreos, que son los ángeles santos, los cuales están ante el trono de Dios. La tercera, la del aire, sede de los dáimones aéreos, que son también ángeles buenos, inferiores, que tienen ya un cuerpo sujeto a las pasiones. La cuarta, la de la sustancia húmeda (hygrasía), morada de los dáimones malos, o «ángeles desertores». Finalmente está la Tierra, en que habitan los hombres.
Es muy notable su doctrina acerca de los dáimones, en la que aparece un primer intento de angelología. Es extraño su concepto de los ángeles como seres inferiores a los astros. Los define: «Daemon est animal rationale, immortale, patibile, aethereum, diligentiam hominibus impertiens». Y lo explica: «Animal quidem, quia est anima corpore utens; rationabile vero, quia prudens; immortale porro, quia non mutat corpus aliud ex alio, sed eodem semper utitur; patibile vero, propterea quia consulit; aethereum item ex loco, vel ex qualitate corporis cognominatum; diligentiam vero hominibus impertiens, propter Dei voluntatem, qui custodes dedit» (C.134). La misma definición se aplica a los ángeles aéreos. Los de categoría inferior son los que habitan en la región húmeda, los cuales pueden verse a veces cuando revisten formas «umbráticas», y que causan perjuicios a los hombres. «Tanguntur enim ex vicinia terrae terrena libidine, habentque nimiam cum silva communionem, quam malignam animam veteres vocabant» (C.134).
El cristianismo de Calcidio aparece en su noción de ángeles custodios, de los cuales dice: «Ut enim Deus iuxta angelum, sic angelus iuxta homines. Dehinc quod usui nobis sint interpretantes et nuntiantes Deo preces nostras et item hominibus Dei voluntatem intimantes. lili nostram indigentiam porro ad nos divinam opem deferentes. Quam ob causam appellati sunt angeli, ob assiduum officium nuntiandi… Quam ob causam creator omnium et conservator Deus volens esse hominum genus, praefecit his per quos recte regerentur angelos sive daemonas… Diligentiam vero hominibus impertientes, propter Dei voluntatem, qui custodes dedit» (C.131). Tampoco es de extrañar su concepto de la corporeidad de los ángeles, que tuvieron también muchos Santos Padres y muchos teólogos hasta el siglo XIII.