Cabala Pitagorismo

CABALA E PITAGORISMO

René Guénon: CABALA E CIÊNCIA DOS NÚMEROS

No es, bien entendido, que hay lugar a contestar que una ciencia Tradicional de los números haya existido también entre los griegos; la misma fue allí inclusive, como se sabe, la base del Pitagorismo, que no era una simple filosofía, sino que tenía, él también, un carácter propiamente iniciático; y es de ahí de donde Platón extrajo, no solamente toda la parte cosmológica de su doctrina, tal como la expone en el Timeo, sino hasta su «teoría de las ideas», que no es en el fondo más que una transposición, según una terminología diferente, de las concepciones pitagóricas sobre los números considerados como principios de las cosas. Si, pues, se quisiera encontrar realmente entre los griegos un término de comparación con la Qabbalah, es al Pitagorismo que sería menester remontarse; pero es ahí, precisamente, donde aparece lo más claramente toda la inanidad de la tesis de los «préstamos»: Estamos en efecto en presencia de dos doctrinas iniciáticas que dan parejamente una importancia capital a la ciencia de los números; pero esta ciencia se encuentra presentada, en una y otra parte, bajo formas radicalmente diferentes.
[…]
Todo esto no nos aleja de nuestro sujeto más que en apariencia, y, volviendo a las relaciones de la Qabbalah con el Pitagorismo, podemos ahora plantearnos esta cuestión: Si aquella no puede ser derivada directamente de éste, inclusive suponiendo que no le sea realmente anterior, y si esto no fuera sino en razón de una demasiado grande diferencia de forma, sobre la cual hemos de volver dentro de un momento de una manera más precisa, ¿no se podría considerar al menos para la una y para el otro un origen común, que sería, según el parecer de algunos, la Tradición de los antiguos Egipcios (lo que, no hay que decirlo, nos llevaría este vez mucho más allá del periodo alejandrino)? Es ésta, digámoslo de inmediato, una teoría de la que se ha abusado mucho; y, en lo que concierne al Judaísmo, nos es imposible, a despecho de algunas aserciones más o menos fantásticas, descubrir en el mismo la menor relación con todo lo que se puede conocer de la Tradición egipcia (y hablamos en cuanto a la forma, que es la sola a considerar en eso, dado que, por lo demás, el fondo es necesariamente idéntico en todas las Tradiciones); sin duda habría lazos más reales con la Tradición caldea, ya sea por derivación o por simple afinidad, y en tanto que sea posible apercibirse verdaderamente de algo de esas Tradiciones extinguidas desde hace tantos siglos.

Para el Pitagorismo, la cuestión es quizás más compleja; y los viajes de Pitágoras, ya sea que se entiendan por lo demás literal o simbólicamente, no implican necesariamente «tomas en préstamo» hechas a las doctrinas de tal o de cual pueblo (al menos en cuanto a lo esencial, y sea como fuere la cosa en algunos puntos de detalle), sino antes el establecimiento o el reforzamiento de algunos lazos con iniciaciones más o menos equivalentes. Parece, en efecto, que el Pitagorismo fue sobre todo la continuación de algo que preexistía en Grecia misma, y que no haya lugar a buscar en otra parte su fuente principal: Queremos hablar de los Misterios, y más particularmente del Orfismo, del que quizás no fue más que una «readaptación», en aquella época del siglo VI antes de la era cristiana que, por un extraño sincronismo, vio operarse a la vez cambios de forma en las Tradiciones de casi todos los pueblos. Se dice frecuentemente que los Misterios griegos eran ellos mismos de origen egipcio, pero una afirmación tan general es demasiado «simplista», y, si eso es quizás verdad en algunos casos, como el de los Misterios de Eleusis (en los cuales se parece pensar sobre todo en la ocurrencia), otros hay en lo que eso no sería de ningún modo sostenible1. Ahora bien, ya sea que se trate del Pitagorismo mismo o del Orfismo anterior, no es en punto ninguno en Eleusis donde es menester buscar el «punto de incidencia» de los mismos, sino en Delfos; y el Apolo délfico no es de ningún modo egipcio, sino hiperbóreo, origen que, de cualquier manera, es imposible considerar para la Tradición hebraica2; esto nos conduce por lo demás directamente al punto más importante en lo que concierne a la ciencia de los números y a las formas diferentes de que se ha revestido. Esta ciencia de los números en el Pitagorismo, aparece como estrechamente ligada a la de las formas geométricas; y, por lo demás, es la misma cosa en Platón, que, a este respecto, es puramente pitagórico. Podríase ver ahí la expresión de un rasgo característico de la mentalidad helénica, vinculada sobre todo a la consideración de las formas visuales; y se sabe que en efecto, entre las ciencias matemáticas, es la geometría la que los griegos desarrollaron más particularmente3. Empero, hay algo más, al menos en lo que concierne a la «geometría sagrada», que es aquello de lo que se trata aquí: El Dios «geómetra» de Pitágoras y de Platón, entendido en su significación más precisa y, podríase decir, «técnica», no es otro que Apolo. No podemos entrar a este sujeto en desarrollos que nos llevarían muy lejos, y quizás que volvamos sobre esta cuestión en otra ocasión; nos basta al presente con hacer destacar que este hecho se opone decididamente a la hipótesis de un origen común del Pitagorismo y de la Qabbalah, y eso sobre el punto mismo en que se ha buscado sobre todo aproximarles, y que es, a decir verdad, el única que haya podido dar la idea de una tal aproximación, es decir, la similitud aparente de las dos doctrinas en cuanto a la función que juega en las mismas la ciencia de los números.


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  1. Apenas hay necesidad de decir que algunos relatos, en los que se ve a Moisés y Orfeo recibiendo alm ismo tiempo la iniciación en los templos de Egipto, no son más que fantasías que no reposan sobre nada serio; ¿y qué es lo que no se ha contado sobre la iniciación egipcia desde el Séthos del abate Terrasson? 

  2. Se trata aquí de la derivación directa; aún cuando que la Tradición Primordial es hiperbórea, y aún cuando que por consecuencia todas las formas Tradicionales sin excepción se vinculan finalmente a ese origen, casos hay; como el de la Tradición hebraica, en los que esto no es quizás sino muy indirectamente y a través de una más o menos larga serie de intermediarios, que sería por otra parte bien difícil de pretender reconstituir exactamente. 

  3. El álgebra, por el contrario, es de origen hindú y no fue introducida en Occidente sino mucho más tarde, por la mediación de los árabes, que le dieron el nombre que siempre ha guardado (el-jalor).