Antonio Orbe — Parábolas Evangélicas em São Irineu
- CAPITULO 4.—El buen samaritano (Lc 10,30-37)
Conclusão
El silencio casi absoluto de los primerísimos autores contrasta con la madurez de exégesis que la parábola del buen samaritano ostenta de golpe, por caminos simultáneos, en la tradición alejandrina y asiática. La primera está representada por Clemente (Quis dives salvetur 28), el «presbítero» preorigeniano y Orígenes. Todos tres denuncian sin titubeos una exégesis de tipo clásico, rica en pormenores, sobria de expresión. La segunda parádosis, de San Ireneo, aparece de soslayo y revela asimismo una exégesis anterior, sustancialmente definida.
De los cuatro autores emerge un fondo común. El malherido simboliza a Adán o el género humano. El samaritano, a Cristo. Los ladrones, al diablo o a las potestades del mal. El levita y el sacerdote, la Antigua Ley. El mesonero, el ángel o jefe de la Iglesia (exegetas alejandrinos) o el Espíritu Santo.
El símil compendia la historia de la redención humana, desde la caída de Adán hasta su curación (y retorno) a manos de Dios.
Un análisis inmediato del texto descubre infinidad de matices divergentes entre la tradición alejandrina, de un lado, y la ireneana, de otro. Unas mismas expresiones, al parecer innocuas, tienen sentido muy diverso conforme a la antropología (resp. soteriología) a que sirven.
¿Hay nada más sencillo que el simbolismo del hombre (Adán, el género humano) que bajaba de Jerusalén (= el Paraíso) a Jericó (= el mundo)? Y, no obstante, va mucho de hombre a hombre, de descender a descender, de Jerusalén a Jerusalén, y aun de Jericó a Jericó, según los entienda Orígenes o San Ireneo.
Orígenes (y posiblemente la línea alejandrina) ve en el anthropos de Lc 10,30 (anthropos tis) al nous, que por un delito anterior desciende al mundo sensible para unirse al cuerpo (soma, sarx). El descenso del mundo noetos al aisthetos introduce en el anthropos una nueva economía, orientada lógicamente hacia el regreso o restauración de la primera.
Para Ireneo, el anthropos de la parábola es ante todo plasma, cuerpo, mejor que alma; el cual ignoró una preexistencia en región noética, y conoció en su lugar la vida del Paraíso, adonde subió plasma y de donde cayó también plasma.
Arranque antropológico tan diverso determina aplicaciones lógicamente diversas. ¿Qué significa, v. gr., para Orígenes caer en manos de ladrones (lestais periepesen) ? La caída de las inteligencias (noes) al mundo material dominado por la ceguera. Mientras para Ireneo tal circunstancia se cumple en Adán, homo plasmatus, tentado en el Edén y malherido por el diablo en sí y en sus descendientes.
El cambio de perspectiva afecta a los pormenores. Y se hace particularmente agudo a propósito del mesonero y de los dos denarios. Orígenes atribuye sin reparo a los ángeles (resp. arcángeles, jefes de la Iglesia) verdadera eficacia soteriológica, mientras Ireneo les deniega semejante misión, y se la encomienda al Espíritu Santo. A primera vista es un perfil. En rigor, media un abismo. Según Ireneo, la salud (resp. la economía de la salud) pertenece a Dios y a sus manos, el Hijo y el Espíritu Santo. La herida de Adán no la pueden curar los ángeles, incapaces de contribuir directamente a su convalecencia. Orígenes les confiere cargos en la Iglesia (pandocheion) de Cristo. Jamás Ireneo, para quien sólo el Espíritu Santo gobierna directa e indirectamente a la Iglesia como depositario de los tesoros (deíficos) del Logos.
Otro tanto se diga de «los dos denarios», símbolo de la noticia del Padre y del Hijo. En la exégesis origeniana son salario otorgado al ángel en premio a sus servicios por el hombre. En la de Ireneo afectan al hombre; y no como retribución, sino como medio de curación «per Spiritum». Gracias al Espíritu Santo, se beneficia el plasma, en orden a la salud, con el conocimiento del Padre y del Hijo. Los dos denarios se imprimen en él habilitándole a la doble gnosis de Dios.
Orígenes manipula sin escrúpulo elementos de exégesis, quizá impersonales para su tiempo. Pero sin deslindar los campos de la antropología y de la angelología; ni siquiera, dentro de la antropología (sensible), entre el herido y la llaga, entre el régimen de cura y la restitución al estadio previo a la herida. Si el nous se hace plasma a raíz de la herida, ¿por qué sigue plasma una vez restablecido ?