Boécio

BOECIO (Anicio Manlio Torquato Severino, h.480-525). Natural de Roma. Oriundo por su padre de la familia senatorial de los Anicios, y por su madre de los Torquatos. Cursó sus primeros estudios en Roma, y muy joven aún fue enviado a Atenas, donde permaneció quizá unos dieciocho años, adquiriendo una formación muy completa en literatura y filosofía griega1. A su regreso a Roma fue investido de la dignidad senatorial. Poco después fue cónsul (510), magister palatii y magister officiorum en Rávena, corte de Teodorico, rey de los ostrogodos (522), que después de derrotar a Odoacro, rey de los hérulos, había llegado a dominar toda Italia. Rávena fue el centro de un brillante pero efímero resurgimiento de la cultura romana, pues se extingue con la invasión de los lombardos en 568.

Irritado Teodorico por las buenas relaciones entre el papa Juan I y el emperador Justino de Bizancio, abandonó su actitud de tolerancia para con los católicos, iniciando una persecución en que fueron víctimas Boecio y su suegro Símaco. Boecio fue acusado de alta traición, como cómplice en el proyecto de librar a Italia del yugo gótico, de acuerdo con el emperador Justino, y de magia. Fue destituido de sus cargos, encarcelado (h.524) y ejecutado en Pavía (Ticinum) el año 525. En su prisión compuso su Consolación de la Filosofía. La Sagrada Congregación de Ritos aprobó oficialmente su culto inmemorial como mártir, en 15 de diciembre de 1883, para las diócesis de Brescia y Pavía. Dante lo representa en el Paraíso (c.5) en forma de un globo luminoso entre San Ambrosio y San Beda Venerable. [Excertos de Guillermo Fraile, História da Filosofia]


Excertos do livro de C. S. Lewis “A Imagem do Mundo”

Después de Plotino, Boecio (480-524) es el autor más importante del período fecundador y su De Consólatione Philosophiae fue durante siglos uno de los libros más influyentes escritos en latín en cualquier época. Se tradujo al antiguo alto alemán, al italiano, al español y al griego; al francés lo tradujo Jean de Meung; al inglés, Alfred, Chaucer, Isabel I y otros. Hasta hace doscientos años, creo que hubiera sido difícil encontrar hombre culto alguno en Europa que no lo amase. Aficionarse a él equivale a naturalizarse en la Edad Media.

Boecio, erudito y aristócrata, fue un ministro de Teodorico el Ostrogodo, el primer rey bárbaro de Italia y arriano de religión, aunque no persiguió a los cristianos. Como siempre, la palabra «bárbaro» puede dar lugar a confusiones. Aunque Teodorico era analfabeto, había pasado su juventud en la alta sociedad bizantina. En ciertos aspectos fue mejor gobernante que muchos emperadores romanos. Su reinado en Italia no fue una pura y simple monstruosidad, como habría sido en la Inglaterra del siglo XIX el gobierno de Cheka o de Dingaan, por ejemplo. Era más que nada como si un comandante de las montañas (papista) — que hubiera conseguido un poco de educación y gusto por el clarete en el ejército francés — hubiese reinado sobre la Inglaterra protestante a medias y a medias católica de Johnson y Lord Chesterfield. Sin embargo, no es de extrañar que la aristocracia romana pronto empezase a intrigar en connivencia con el emperador de Oriente con la esperanza de librarse de aquel extranjero. A Boecio lo consideraron sospechoso, no sabemos si justificadamente o no. Lo encarcelaron en Pavía. Al poco tiempo, retorcieron cuerdas alrededor de su cabeza hasta sacarle los ojos y le dieron muerte con un garrote.

Entonces Boecio era cristiano indudablemente e incluso teólogo; sus demás obras llevan títulos como De Trinitate y De Fide Catholica. Pero la «filosofía» a la que recurrió en busca de «consuelo» a la hora de encararse con la muerte contiene pocos elementos explícitamente cristianos e incluso puede discutirse su compatibilidad con la doctrina cristiana.

Esa paradoja ha provocado muchas hipótesis. Como las siguientes:

(1) Que su cristianismo era superficial y se desvaneció al verse puesto a prueba, de forma que tuvo que recurrir a la ayuda que pudiera ofrecerle el neoplatonismo.

(2) Que su cristianismo era sólido como una roca y su neoplatonismo un simple juego con el que se distrajo en su calabozo, de igual forma que otros prisioneros en casos semejantes han amaestrado una araña o una rata.

(3) Que, en realidad, los ensayos teológicos no los escribió el mismo hombre.

Ninguna de esas teorías me parece necesaria.


  1. J. Isaac sugiere la posibilidad de que Boecio hubiese recibido su primera formación en Alejandría, donde su padre había sido prefecto de Egipto. Allí habría sido Boecio discípulo de Ammonio. Más bien parece que el padre de Boecio murió siendo cónsul en Roma, cuando su hijo tenía doce años. En cambio, su educación en Atenas está atestiguada por Casiodoro: «Atheniensium scholas longe positas introisti» (Var. I ep.45: PL 69,539). Isaac, J., O. P., Le Perihermenias de Boéce à Saint Thomas (París, Vrin, 1953) p.19.