Encontramos a estos mensajeros: Gabriel en la Anunciación (Le 1,26), un ejército celestial en el nacimiento de Jesús (Le 2,13), ángeles al servicio de Jesús después de las tentaciones en el desierto (Mt 4,11), un ángel que le reconforta en el huerto de los Olivos (Le 22,43) y aquel o aquellos que hablan a las mujeres en el sepulcro abierto (Le 24,4). Del mismo modo en los Hechos de los Apóstoles (5,19; 12,7, etc.). El Apocalipsis hace de Miguel y de su ejército celestial un importante actor durante el combate final contra el Dragón, Satán (Ap 12,7). La única definición bíblica de los ángeles se encuentra en la carta a los Hebreos: «¿No son todos ellos espíritus encargados de un ministerio, enviados para el servicio de los que han de heredar la salvación?» (Heb 1,14).
El símbolo de Nicea-Constantinopla afirma indirectamente la existencia de los ángeles: «Creo en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible». La fe de la Iglesia afirma que Dios ha creado estos seres espirituales invisibles y que les ha dado la libertad de elección, como al hombre. Los ángeles caídos, siguiendo a Satán, rechazaron servir a Dios y se convirtieron en fuerzas de destrucción, destinadas al aniquilamiento final. (50 Palavras da Bíblia)