Ah sí, cuanto más nos pertenezcamos (a nosotros), tanto menos le pertenecemos (a Dios). El hombre que hubiera abandonado lo suyo, nunca podría echar de menos a Dios en ninguna actividad. Pero, si sucediera que el hombre diese un paso en falso o dijese palabras equivocadas o si las cosas realizadas por él resultaran mal hechas, (Dios), ya que se hallaba en el comienzo de la acción, debería cargar por obligación con el daño; (pero), en tal caso, tú no debes en absoluto abandonar tu obra. A este respecto encontramos un ejemplo en San Bernardo y en otros muchos santos. En esta vida nunca es posible librarse del todo de semejantes percances. Mas no se debe rechazar el noble trigo porque, de vez en cuando, cae neguilla por entre ese trigo. De veras, quien estuviera bien intencionado y poseyera un buen entendimiento de Dios, a ese hombre todos esos sufrimientos y percances le resultarían una gran bendición. Pues, a los buenos todas las cosas les redundan en bien, como dice San Pablo (cfr. Romanos 8, 28), y como manifiesta San Agustín: «Ah sí, incluso los pecados». TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 11.
Dice Nuestro Señor: «Estoy con el hombre en el sufrimiento» (Salmo 90, 15). Con referencia a este (versículo) dice San Bernardo: Señor, si estás con nosotros en el sufrimiento, dame que sufra continuamente para que estés siempre conmigo, para que te posea siempre. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Dice un maestro: Dios es algo que obra eternamente, indiviso en sí mismo, (y) que no necesita de la ayuda de nadie ni de herramienta alguna y perdura en sí mismo, no necesita nada, pero todas las cosas necesitan de (este algo) y hacia ello tienden todas las cosas como hacia su última meta. Esta meta no tiene ningún modo definido, se emancipa del modo y se va extendiendo. Dice San Bernardo: Amar a Dios es modo sin modo. Un médico que quiere curar a un enfermo, no tiene ningún modo (determinado) de salud en el sentido de lo sano que quiere hacer al enfermo; pero sí tiene (un) modo con el que lo quiere curar; mas lo sano que lo quiere hacer, no tiene modo determinado: tan sano como él es capaz (de hacerlo). Para la medida del amor que le debemos tener a Dios, no existe modo (determinado); debemos amarlo tanto cuanto seamos capaces de hacerlo; esto no tiene modo. SERMONES: SERMÓN IX 3