Bernardo de Clairvaux Virgem 1

Bernardo de Clairvaux — Sermões

VIDE: SERMÃO II
EN LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA — 25 DE MARZO
SERMÓN PRIMERO

Sobre las palabras del Salmo: Para que habite la gloria en nuestra tierra, la misericordia y la verdad mutuamente vinieron a encontrarse, y se dieron el beso la justicia y la paz. (Ps. 84, 10 y 11.)

1. Para que habite la gloria, en nuestra tierra, la misericordia y la verdad mutuamente vinieron a encontrarse, y se dieron el beso la justicia y la paz. La materia de nuestro gozo, dice el Apóstol, es el testimonio de nuestra conciencia. No es este testimonio como el de aquel Fariseo, que con un pensamiento falso y engañoso hablaba a favor de si mismo, no siendo su testimonio verdadero: sino que es el mismo que da el espíritu de Dios a nuestro espíritu. En tres cosas, a mi parecer, consiste este testimonio. Porque, en primer lugar, debes creer que no puedes recibir el perdón de los pecados, sino por la misericordia de Dios: después, que nada puedes hacer que sea bueno, si igualmente no te viene de su mano: últimamente, que con ningunos méritos puedes conseguir la gloria, si Él mismo no te la da graciosamente. Porque ¿quién podrá volver puro al «que de impura simiente fue concebido, sino el que sólo es limpio y puro? A la verdad lo que está hecho, no puede menos de haber sido hecho, pero si Dios no lo imputa, será como si no se hubiera hecho. Esto consideraba el Profeta, cuando decía: Dichoso el hombre a quien Dios no ha imputado pecado alguno. En cuanto a las buenas obras, es cierto que ninguno las puede hacer con sus propias fuerzas: porque si no supo mantenerse firme nuestra naturaleza estando sana, ¿cuánto menos podrá levantarse por sí misma estando corrompida? Todas las cosas, en cuanto está de parte de ellas, tienden a su origen, y hacia él se sienten constantemente inclinadas. Así nosotros, que fuimos criados de la nada, es constante que, dejados a nosotros mismos, nos inclinamos siempre hacia la nada del pecado.

2. Por lo que pertenece a la vida eterna, sabemos que los trabajos de la vida presente no tienen proporción con la gloria que se ha de manifestar en nosotros algún día, ni aunque un hombre solo los tolerase todos. Ni son tales los méritos de los hombres que por derecho se les deba la vida eterna; ni Dios, si no se la diese, les haría injuria. Porque, sin contar que todos los méritos de los hombres son dones de Dios, y así el hombre por ellos se hace más deudor de Dios que Dios del hombre; ¿qué son todos los méritos para gloria tan grande? En fin, ¿quién es mayor que el Profeta, de quien el mismo Dios dio un testimonio tan insigne diciendo: He hallado un hombre según mi corazón? Sin embargo, él también tuvo necesidad de decir a Dios: No entréis, Señor, en juicio con vuestro siervo. Ninguno, pues, se engañe, porque si lo quiere pensar bien, hallará que ni con diez mil puede salir al encuentro a quien viene a él con veinte mil.

3. Con todo eso no bastan enteramente estas cosas de que hemos hablado, sino que antes se deben reputar como el principio y fundamento de nuestra fe. Por tanto, si crees que no pueden ser borrados tus pecados sino por aquel Señor contra quien pecaste y en quien no cae pecado, bien haces; pero debes añadir a esto la confianza de que Él te perdonará los pecados. Este.es el testimonio que da en tu corazón el Espíritu Santo, diciendo: Se te han perdonado tus¡ pecados. Así juzga el Apóstol que el hombre se justifica graciosamente por la fe. Igualmente en cuanto a los méritos, si crees que no se pueden tener sino por Él, no es bastante, hasta que el Espíritu de verdad te dé testimonio de que los has obtenido por Él. Y lo mismo debe decirse acerca de la vida eterna; es necesario que tengas el testimonio del espíritu de que has de llegar a ella con el favor divino. Él mismo, pues, condona los pecados, da los méritos, y después confiere los premios.

4. Estos testimonios son dignos de la mayor fe. Porque acerca del perdón de los pecados es el más poderoso argumento la Pasión de Cristo. La voz de su sangre evidentemente es mucho más poderosa que la voz de la sangre de Abel, clamando en los corazones de los escogidos por la remisión de todos los pecados, puesto que por nuestros pecados fué entregado. Ni hay duda tampoco en que es más poderosa y eficaz su muerte para el bien, que nuestros pecados para el mal. No es menos eficaz argumento para mí, en cuanto a las buenas obras, su Resurrección; porque resucitó para nuestra justificación. Respecto de la esperanza del premio eterno es testimonio su Ascensión, pues ascendió para nuestra glorificación. Estas tres cosas tienes consignadas en los Salmos, diciendo el Profeta: Dichoso el hombre a quien el Señor no imputó pecado alguno. Y en otra parte: Dichoso el hombre que tiene de vos el auxilio. Y también: Dichoso aquel a quien escogisteis y tomasteis a vuestro servicio; él habitará en los atrios de vuestra casa. Esta es la gloria verdadera, ésta la gloria que mora en nosotros, porque viene de aquel Señor que habita en nuestros corazones por la fe. Mas los hijos de Adán buscando la gloria unos de otros, no querían la gloria que viene de sólo Dios; y así ambicionando la gloria que procede del exterior, tenían la gloria no en sí mismos, sino más bien en otros.

5. ¿Queréis saber de dónde tenga el hombre la gloria que en él habita? Dirélo brevemente; porque la intención me lleva al sentido espiritual de las palabras del Profeta: y aun éste sólo me había propuesto investigar con algún cuidado; pero me dejé ir a lo moral con ocasión del texto del Apóstol sobre la gloria interior y testimonio de la conciencia, que me salió al paso. Esta gloria, pues, habitará también aquí en nuestra tierra, si la misericordia y la verdad mutuamente se encontraren, y si se dieren el beso amistosamente la justicia y la paz. Así es necesario que a la misericordia, que se anticipa y nos previene, salga a encontrarla la verdad de nuestra confesión, y en lo demás sigamos la santidad y la paz, sin las cuales ninguno verá a Dios. Porque, cuando el hombre se compunge, ya la misericordia se adelanta y le previene, pero de ningún modo entrará en él hasta que la verdad de la confesión le salga al encuentro. Pequé contra el Señor, dice el mismo David al Profeta Natán al ser reprendido de su adulterio y homicidio. También el Señor ha transferido y perdonado tu pecado, le contesta el Profeta. Sin duda aquí se encontraron mutuamente la misericordia y la verdad. Y esto sea dicho para que te apartes de lo malo. Mas para que obres lo bueno, debes cantar acompañado del tímpano y en el coro, de suerte que la mortificación de tu cuerpo y los frutos de la penitencia y obras de justicia se hagan en espíritu de concordia y unidad, porque esta unidad de espíritu es el vínculo de la perfección: a más de esto, no debes desviarte a la diestra, ni a la siniestra; porque hay algunos cuya diestra está llena de maldad; como lo estaba la de aquel Fariseo de quien más -arriba hicimos mención. Él no era, a su parecer, como los demás hombres; sino que se daba a sí mismo como dijimos, una aprobación y testimonio que no era verdadero. Pero cualquiera que sea aquel en quien la misericordia y la verdad se encontraren mutuamente, y se dieren el beso amistosamente la justicia y la paz, gloríese sin temor ninguno: pero gloríese en el que le da testimonio de ello, que es el Espíritu de verdad.

*SERMÃO NA FESTA DA ANUNCIAÇÃO DA BEM-AVENTURADA VIRGEM MARIA I, 6-8
*SERMÃO NA FESTA DA ANUNCIAÇÃO DA BEM-AVENTURADA VIRGEM MARIA I, 9-11
*SERMÃO NA FESTA DA ANUNCIAÇÃO DA BEM-AVENTURADA VIRGEM MARIA I, 12-14