Bernardo

Uno a veces se asombra al constatar las paradojas que se presentan en relación con la Virgen; por una parte, la Iglesia le concede oficialmente un lugar considerable en su liturgia y existe toda una «literatura» religiosa que se consagra a ella; por el contrario, en la teología dogmática, la «mariología» ocupa un lugar ínfimo, mientras que existe una «cristología» fundada en los escritos de San Pablo y sólidamente estructurada gracias a una metafísica de origen griego. Otra paradoja: los fieles manifiestan «colectivamente» formas de devoción marial importantes y numerosas (cofradías, legiones, peregrinaciones, etc.) justificadas por lo demás por apariciones o milagros reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero por el contrario, en el orden individual, muchos fieles parecen manifestar con relación a la Virgen una indiferencia y una incomprensión sorprendentes, ya que no saben como situarla en su devoción personal, mientras que grandes santos como San Bernardo y tantos otros, le han otorgado un lugar eminente. Se puede además añadir que los Protestantes la han rechazado por completo y que los ortodoxos le dan un lugar importante en su liturgia y en su iconografía, pero le niegan ciertos privilegios como la Inmaculada Concepción. SOBRE LA VIRGEN