La confusión del Sr. Valli entre esoterismo y «heterodoxia» es tanto más sorprendente cuanto que ha comprendido, al menos mucho mejor que sus predecesores, que la doctrina de los «Fieles de Amor» no era de ningún modo «anticatólica» (NA: era incluso, como la de los Rosacruces, rigurosamente «católica» en el verdadero sentido de la palabra), y que no tenía nada en común con las corrientes profanas de las que debió salir la Reforma (NA: PP. 79-80 y 409). únicamente, ¿dónde ha visto que la Iglesia haya dado a conocer al vulgo el sentido profundo de los «misterios»? (NA: p. 101). Le enseña por el contrario tan poco que se puede dudar que en sí misma haya guardado consciencia de ellos; y es precisamente en esta «pérdida del espíritu» en lo que consistía la «corrupción» denunciada ya por Dante y sus asociados. (NA: La cabeza de Medusa, que convierte a los hombres en «piedras» (NA: palabra que juega un papel muy importante en el lenguaje de los «Fieles de Amor»), representa los misterios divinos (NA: según los sufis) que se convierten en serpientes, tornadas evidentemente en sentido desfavorable pues, en el otro sentido, la serpiente es también un símbolo de la Sabiduría.) La más elemental prudencia les recomendaba, cuando hablaban de esta «corrupción», no hacerlo en lenguaje claro; pero no es necesario concluir de ello que el uso de una terminología simbólica no tenga otra razón de ser que la voluntad de disimular el verdadero sentido de una doctrina; hay cosas que, por su misma naturaleza no pueden ser expresadas de otro modo que bajo esta forma, y este lado de la cuestión, que es con mucho el más importante, no parece haber sido considerado para nada por el autor. Aún hay un tercer aspecto, en cierta manera intermedio, que se trata con mucha prudencia en interés de la doctrina y no de los que la exponen, y es aquel que se refiere más particularmente al símbolo del vino para los Sufís (NA: cuya enseñanza, digámoslo de pasada, no puede ser calificada de «panteísta» más que por un error muy occidental); la alusión que se hace a este símbolo (NA: PP. 72 y 104) no indica claramente que «vino» significa «misterio», doctrina secreta o reservada, porque en hebreo iaïn y sod son numéricamente equivalentes; y para el esoterismo musulmán, el vino es la «bebida de la élite», que los hombres vulgares no pueden usar impunemente. (NA: La expresión proverbial «beber como un templario», que el vulgo toma en su sentido más groseramente integral, no tiene sin duda otro origen real: el «vino» que bebían los templarios era el mismo que bebían los kabbalistas judíos y los sufís musulmanes. Asimismo, la otra expresión «jurar como un templario» no es sino una alusión al juramento iniciático, desviada de su significado original por la incomprensión y la malevolencia profanas. Para comprender mejor lo que dice el autor en el texto, observaremos que el vino, en su sentido ordinario, es una bebida que no está permitida en el Islam, cuando se habla, pues, en el esoterismo islámico, de ella, debe entenderse como designando algo más sutil y, efectivamente, según las enseñanzas de Mohyiddin ibn Arabi, el «vino» designa la «ciencia de los estados espirituales» (NA: ilmu-al-ahwâl), mientras que el «agua» representa la «ciencia absoluta» (NA: al-ilmu-I-mutlac), la «leche» la «ciencia de las leyes reveladas» (NA: ilmu-ch-chrây’î) y la «miel» la «ciencia de las normas sapienciales» (NA: ilmu-n-nawâmis). Si advertimos, además, que estos cuatro «brebajes» son exactamente las substancias de los cuatro tipos de ríos paradisíacos según el Corán 47,17, nos daremos cuenta de que el «vino» de los sufís tiene, como las otras bebidas iniciáticas, otra substancialidad que la del líquido que le sirve de símbolo. (NA: Nota de M. Valsan).) ESOTERISMO CRISTIANO: EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»