Antonio Orbe — CRISTOLOGIA GNÓSTICA
Para Basílides y su hijo Isidoro, los sufrimientos de esta vida denunciaban anteriores faltas. La propia muerte de los mártires, las penas de los infantes…, eran justa retribución de pecados cometidos en existencias precedentes (Stromata IV).
Según la doctrina de Basílides, por haber el alma pecado antes en otra vida, sufre el castigo aquí (en la presente); la elegida (sufre) con honra, mediante el martirio, mientras la ordinaria es purificada con castigo propio (sin especial honor).
La economía de la existencia terrena es, pues, economía de castigo. Los sufrimientos que la acompañan desde la infancia hasta la muerte responden — como justa retribución — a delitos personales anteriores. Habrá sufrimientos más o menos gloriosos. Aun los de mayor honra, como los de los mártires, denuncian, en el fondo, igual economía, aunque afecten a almas «escogidas». A juzgar por Clemente Alejandrino, Basílides extremaba la cosa, sin exceptuar de tal régimen el alma misma de Jesús. Nadie en absoluto se vio libre de mácula (cf. Iob 14,4: LXX) 63. Si el propio Jesús incurrió en mancha, ¿cómo pudo presentarse a salvar el mundo? ¿No comenzaba El mismo por tener necesidad de Salvador?