Ascensão [AOCG]

ANTONIO ORBE — CRISTOLOGIA GNÓSTICA

A ASCENSÃO

  • 1. Preliminares
  • 2. Jesus se dissocia
  • 3. «Sede a dextris meis» (Ps 109,1)
    • a) Direita e esquerda
    • b) «A dextris»
  • 4. Ps 109,1 e a ascensão
    • a) A ferida do costado
    • b) Exegese de ET 37-38
  • 5. Conclusão

    No obstante la manifiesta afinidad de la resurrección y ascensión, destaca menos la última. A la simple lectura de los escritos gnósticos, escapa el relieve otorgado a la subida del Salvador a los cielos. Más que las perícopas evangélicas, explican el fenómeno algunos versículos del AT, y en particular del salmista.

Era clásico el salmo 23, anticipada descripción del retorno glorioso de Jesús. Sus versos tuvieron aplicaciones varias, sin excluir el regreso del individuo «espiritual» a raíz de la gnosis (o victoria personal sobre el mundo). Aplicado al Salvador, enlazaba los dos misterios extremos de su existencia entre los hombres: la bajada clandestina al mundo, a través de los cielos, hasta el seno de la Virgen, y la subida clamorosa al Padre, en sentido inverso. Según Eph 4,9s, el mismo que bajó (en persona), subió por encima de todos los cielos. El descenso fue bajo el signo del anónimo; la ascensión, bajo el de la gloria.

El problema sobre el autor del misterio, a saber, si el Salvador subió por virtud propia o fue asumido por el Padre, tiene la misma solución que en la resurrección. Interesa aquí literariamente por la inspiración (simbólica, exegética, del Antiguo o del NT) que delata. Doctrinalmente, no existe.

Sería ideal poseer una descripción de la subida de Jesús al Padre. Algunos críticos la sorprenden entre las abigarradas páginas de Pistis Sophia; mas no está claro. Las noticias, en su austera sobriedad, apuntan más que describen. Importaría saber el proceso a que el organismo de Jesús se sometía según atravesaba los cielos. Algo se adivina por el que descubren los valentinianos en el viaje postumo de los espirituales (según Iren., I 21,5).

Que el Salvador se disociaba en los elementos que le componían por camino inverso a como los asumió en su advenimiento, ningún gnóstico lo discute. Yendo, empero, a perfiles, el problema se enreda mediante la exégesis de Ps 109,1 y lo 19,36.

El análisis del «sede a dextris meis» (Ps 109,1), desde el punto de vista sectario, arroja mucha luz sobre inesperados temas. ¿Qué representa la derecha, en oposición a la izquierda? No lo que vulgarmente se cree, sino la preeminencia, la superioridad; y, en ocasiones — según el contexto — , el reino de la luz, o el predominio dinámico. Hay que traducir «sentarse a la derecha de uno» por situarse encima; no tanto local o cuasilocalmente — también esto — , sino en dignidad (y ejercicio) superior; tal vez, esencialmente diverso de aquel a cuya diestra se dice sentarse.

A raíz de la ascensión, y aplicado el verso al Cristo animal, «sentado a la diestra de Yahvé» representa la exaltación del Mesías sobre el creador Yahvé; una superioridad definitiva — a nivel arcóntico — del hijo sobre el padre. Y, buscando los títulos de tal encumbramiento, indica la elevación en recompensa por haber sido en la tierra asociado — como instrumento salvífico — a la persona del Salvador, para bien de la Iglesia de los «racionales» o «llamados». A Yahvé le incumbe lo demiúrgico. Al Cristo animal, su hijo, lo salvífico; una participación muy íntima en la obra de la salud, reservada a la persona del Hijo de Dios.

Las tríadas de personajes, análogamente concebidas — uno en el centro, otro a la derecha, y el tercero a la izquierda — , confirman lo propio. Cotejado el de la derecha con el de la izquierda más que con el del centro, el «derecho» adopta un sesgo «salvífico», y el «izquierdo», uno «demiúrgico». La «sessio a dextris» ofrece así la clave para relacionar — en el espacio y en el tiempo — unas tríadas con otras. Y, de paso, para medir la trascendencia de Ps 109,1 en su aplicación al misterio último de la vida de Jesús.

Los gnósticos han diluido por este medio la segunda parusía; y, quizá mejor, la misión de juez de vivos y muertos a ella vinculada por los eclesiásticos. Al tomar asiento el Mesías a la diestra de Yahvé, ocurre un cambio. La economía veterotestamentaria del dios legislador y juez, fundada en justicia, se somete a la economía neotestamentaria del Salvador, fundada en bondad. El Cristo animal — con su presencia a la derecha (= encima) de Yahvé — determina un cambio de signo: de lo judicial en salñfico. Cristo retiene las llagas en su cuerpo (animal) para avergonzar a los enemigos, no para juzgarlos. Zach 12,10 («verán a Aquel que traspasaron») no se aplica — según los gnósticos — a la crucifixión, como quieren San Cipriano, Lactancio y otros; ni a la segunda venida, como pretenden San Justino, San Ireneo, Tertuliano y alguno más; sino al intervalo que media entre la ascensión y la final synteleia. La llaga del costado, signo del amor salvífico, confundirá a los enemigos de Jesús; mas para nadie será signo de condenación, sino testimonio del Cordero pascual sacrificado en la cruz.

En el cuerpo herido del Mesías — roto en su carne, mas no en los huesos — podrán leer los hombres, como en síntesis, las dos profecías tal vez más fundamentales del Antiguo Testamento: la de Adán (Gen 2,23) a vista de Eva, «hueso de sus huesos y carne de su carne», y la del cordero pascual (Ex 20,10 y 46…). La economía de la salud esconde su eficacia en la acción invisible del verdadero Anthropos, Hijo de Dios. Y manifiesta juntamente su precio en el sacrificio visible del cuerpo asumido por El para bien de la Iglesia.