Cualquier clase de mediación es extraña a Dios. «Yo soy — dice Dios — el primero y el último» (Apocalipsis 22, 13). (La) distinción no existe ni en la naturaleza de Dios, ni en las personas de acuerdo con la unidad de la naturaleza. La naturaleza divina es una sola y cada persona es también una sola y es lo mismo Uno que es la naturaleza. (La) diferencia entre el ser y la esencia se entiende como lo Uno y es Uno; (solamente) allí donde ello (es decir, lo Uno) no permanece dentro de sí, allí recibe, posee y produce diferencia. Por lo tanto: en lo Uno se encuentra a Dios, y quien ha de hallar a Dios, debe llegar a ser uno. «Un solo hombre — dice Nuestro Señor — se marchó». En (la) diferencia no se halla ni (lo) Uno ni (el) ser ni a Dios ni descanso ni bienaventuranza ni contento. ¡Sé uno para que puedas encontrar a Dios! Y, de veras, si fueras bien uno, permanecerías también uno en lo diferente, y lo diferente se te tornaría uno y así no podría estorbarte en absoluto. (Lo) Uno sigue siendo exactamente uno en mil veces mil piedras como en cuatro piedras, y mil veces mil es tan seguramente un simple número como cuatro es un número. 363 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
San Juan vio «una ciudad» (Apocalipsis 21, 2). 1376 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3
Una «ciudad» significa dos cosas. Primero: que está fortificada de modo que nadie puede dañarla; segundo: la armonía entre la gente. «Esa ciudad no tenía oratorio, Dios mismo era el templo. No se necesita ninguna luz, ni del sol ni de la luna; la claridad de Nuestro Señor la ilumina» (Apocalipsis 21, 22 s). 1377 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3
Un maestro dice: Todas las criaturas están repletas de lo ínfimo de Dios, y su grandeza no se encuentra en ninguna parte. Os relataré un cuento. Una persona preguntó a un hombre bueno qué significaba que algunas veces lo atraían mucho la devoción y las oraciones y otras veces no lo atraían. Entonces le dio la siguiente contestación: El perro, cuando ve a la liebre y la olfatea y halla su rastro, corre en pos de la liebre; los otros (perros) lo ven correr y entonces ellos corren, pero pronto se cansan y desisten. Así sucede con un hombre que ha visto a Dios y lo ha olfateado: él no desiste, todo el tiempo corre (tras Él). Por eso dice David: «¡Gustad y mirad lo dulce que es Dios!» (Salmo 33, 9). Ese hombre no se cansa, pero los otros se cansan pronto (de correr detrás de Dios). Algunas personas corren adelantándosele a Dios, algunos (corren) al lado de Dios, algunos lo siguen a Dios. Quienes se le adelantan, son los que siguen a su propia voluntad y no quieren aprobar la voluntad de Dios; eso está del todo mal. Otros, aquellos que van al lado de Dios, dicen: «Señor, no quiero otra cosa que la que Tú quieres» (Cfr Mateo 26, 39). Mas, cuando están enfermos, desean que Dios quiera que estén sanos, y eso se puede perdonar. Los terceros le siguen a Dios adonde quiera (ir), ellos lo siguen de buena voluntad, y ésos son perfectos. De ello habla San Juan en el Libro de la Revelación: «Ellos siguen al cordero dondequiera que va» (Apocalipsis 1-4, 4). Esa gente sigue a Dios a dondequiera Él la guía: en los días de enfermedad o en (la) salud, hacia (la) buena suerte o (el) infortunio. San Pedro se iba adelantando a Dios; entonces dijo Nuestro Señor: «¡Satanás, vete detrás de mí!» (Mateo 16, 23). Resulta que Nuestro Señor dijo: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Juan 14, 11). Del mismo modo, Dios está en el alma y el alma está en Dios. 1410 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3